Cerámica en Trinidad de Cuba: Daniel “Chichi” Santander

Nació “en una bola de arcilla” a los pies del taller donde sus padres y abuelos le enseñaron las artes de la alfarería desde muy temprana edad. Seis generaciones de Santander han crecido sus sueños del barro inspirados en el sortilegio del primer torno a base de maderas provenientes de una barrica de vino que Modesto – el fundador de esta dinastía alfarera -, supo  conformar.

El alfarero se nombró aquel taller inicial donde se fabricaron materiales constructivos y luego aparecieron macetas, porrones, jarras, cazuelas, tinajones, paelleras… y todo tipo de objetos utilitarios y de ornamento que conforman una de las más recias tradiciones de la otrora Villa de la Santísima Trinidad.

Hasta nuestros días, esa heredad implica tornear a mano todas las obras, proporcionándoles un toque exclusivo que los expertos reconocen en su singularidad. “Es difícil empezar a tornear una pieza – asegura Daniel (Chichi) Santander -, aunque algunos le resten complejidad; pero la maestría exige años de estar en el oficio”. El sello familiar se representa en el bruñido, tras el pulimento manual a base de piedra antes de la entrada al horno para la cocción.”  Algunas piezas pintadas y laqueadas sobrecogen con ese acabado tan fino que según el maestro ceramista, depende en gran medida del justo tiempo de cocción que “a ojo de buen cubero” sabe calcular con precisión.

Trinitario consciente, Chichi se une hoy a la celebración del quinientos aniversario de su localidad. Las macetas que coronan la balaustrada de la Plaza Mayor, hace más de cuarenta años fabricadas por sus abuelos, fueron rehechas para la ocasión. “Amo mucho mi ciudad y siempre estoy preocupado por ella, tiene mucha cultura y su gente es diferente”.

De regreso al torno Chichi habla de su defensa de las manualidades, “algo que está un poco fuera de moda”. Pero “para trabajar con las manos tienes que sentir mucho amor por lo que haces”. Tal vez sea esta pasión inspirada el fundamento de una leyenda (El amor al trabajo) pronunciada por su predecesor y que hoy cuelga de la pared de su taller, justo encima del torno donde acaricia la porción amorfa de barro que pronto se transformará en joya alfarera:  “Muchachos… ustedes saben lo que vale el trabajo… siento la vejez por no poder trabajar… el trabajo es mi anhelo”. (Tomado de Excelencias Magazines)