El Cristo por las calles de Trinidad

Por: Mariolys González Calderón

Tanto se ha escrito respecto a las procesiones en Trinidad (…) que es necesario remover papeles apolillados, desentrañar bien la tradición, y sumergirse como en una piscina de aguas divinales, para decir algo nuevo, interesante (…) respecto a la tradición más solemne: el drama solemne de la Pasión y Muerte del Redentor de la Humanidad, como ninguno de los viejos pueblos de Cuba.

No es hasta el siglo XVIII que existe noticia de verdaderas procesiones de la semana santa en Trinidad. Antes resultaba improbable por la inexistencia de un complejo religioso mejor estructurado, además de la precariedad de las calles y la falta de las figuras emblemas que sirven para la recreación de los pasajes religiosos.

Se cree que la primera procesión de jueves santo salió el 16 de marzo de 1716 presidida por el obispo fray Gerónimo Valdés, luego de la llegada a estas tierras de la imagen del Cristo de la Vera Cruz en 1713.

Sea finales de marzo, pleno abril, y en ocasiones mayo, la Semana Santa es la celebración por excelencia de la Religión Cristiana, conmemoración de los días finales de Jesús, mesías del Dios de Israel. Para la iglesia Católica comienza desde el domingo de ramos en recordación de la llegada del Hijo del Hombre hasta Jerusalén. Y este día marca también la conmemoración religiosa que con más arraigo se da en una pequeña ciudad del centro sur de Cuba, la mejor conservada de América Latina: Trinidad, cuna de costumbres y tradiciones.

En las postrimerías del siglo XXI, en la era del agnosticismo, de la racionalidad, todavía la procesión atrae una inmensidad de personas hasta las calles empedradas, como recuerdo de una práctica que dice ser de las más pintorescas del mundo.

En realidad la también llamada Semana Grande o Mayor constituía todo un hervidero religioso para la Tercera Villa, Patrimonio de la Humanidad, donde el catolicismo regía el pensamiento de lugareños con un fervor indescriptible. Las procesiones se difuminaban a lo largo de la semana en cualquiera de las iglesias que existían en la ciudad, y, a diferencia de nuestros días, llenaban el itinerario de la celebración.

Del domingo de ramos salía el recorrido de las palmas y el lunes la de la oración en el huerto. Del martes se conoce, hasta hace unas décadas, la procesión de la coronación de espinas que salía de la iglesia de Paula, con las imágenes de la Humildad y la Paciencia. El miércoles continuaba con la salida del nazareno, imitación del Cristo con la cruz a cuestas.

La del jueves tenía especial significación. Ese día salía a recorrer las calles el Cristo de la Veracruz, un espectáculo grandioso a juicio del antiguo cronista de la ciudad Gerardo Castellanos. La devoción del pueblo a esta figura viene desde los inicios del siglo XVIII, según una leyenda que cuenta cómo la escultura arribó al puerto de Casilda en un buque rumbo a Veracruz en México, pero incapaz de salir de las tierras trinitarias hasta no dejar la imagen del Cristo.
Entonces llegaba la del viernes, la procesión del santo entierro, precedida por el sermón de las siete palabras y la misa de los oficios. La tradición trinitaria toma esta celebración como la más fervorosa de la jornada, con una concurrencia de pueblo devoto, devenida luego en una multitud de visitantes nacionales y extranjeros, curiosos que llegaban a la ciudad para  observar la procesión como en ningún lugar.

Todavía hoy, aunque cada domingo a la Parroquial Mayor le cueste llenar la inmensa capacidad de sus asientos, no puede evitar que un mar de pueblo avive las calles del crepúsculo del Viernes Santo. Trinidad se vuelve religiosa por excelencia y, aun bajo la influencia de la modernidad y el agnosticismo, la ciudad que vemos agolparse ante las escaleras no parece la de estos tiempos, sino aquella de los días de la colonia, aquella por la cual nos sentimos orgullos.

Fuente: http://laspiedrasdelheraldo.blogspot.com/2014/04/semana-santa-en-trinidad-fotos.html