Cultura en Trinidad: Los toques de Aldaba

La parranda Manacanabo le imprime cubanidad al Patio Béquer. Foto: Cortesía de Aldaba

A sus casi seis años de creada, esta empresa trinitaria valida que cultura y economía pueden convivir sin mayores inconvenientes

Por: Enrique Ojito Linares

A sus casi seis años de creada, esta empresa trinitaria valida que cultura y economía pueden convivir sin mayores inconvenientes.

Cada vez que Alberto Turiño Salinas le recordaba a sus más allegados la decisión de aceptar la propuesta de tomar las riendas de la Empresa Aldaba, le remachaban: “Estás loco de remate”.

Y hasta yo le hubiera advertido que lo pensara dos veces; porque sobraban los dedos de las manos para contar los trabajadores de la entidad, cuyo capital ascendía a unos centavos, como quien dice.

Aun así, Turiño se mantuvo en sus trece. Al cabo de seis años no parece arrepentido por su determinación, y Aldaba, subordinada a la Oficina del Conservador de la Ciudad y el Valle de los Ingenios, de Trinidad, ha venido de menos a más, como Alberto lo vaticinaba. De 374 000 pesos producidos en el 2013, pasó a alrededor de 2 400 000 el pasado año, gracias al quehacer de sus 65 trabajadores.

Por más que usted le dé vuelta a la misión que originó la creación de la empresa el 30 de mayo del 2012, llega al mismo punto: recaudar de modo sostenible en función de mejorar el patrimonio excepcional de la tercera villa cubana, y de impulsar la economía local a partir de la comercialización de productos identitarios.

El hostal de Armagura No. 85 es un oasis dentro de la ciudad. Foto: Arelys García/ Escambray

UN PATIO ENTRE RUINAS

Del palacio de Juan Guillermo Béquer no quedan ni las ruinas. Y sobre el polvo de estas, a escasa distancia de la Plaza Mayor, nació y creció el Patio Béquer, el que para muchos es la Casa de la Cultura de la Empresa Aldaba, por el ajiaco de manifestaciones artísticas que el visitante puede disfrutar allí.

Todo parte del diseño de programación a lo largo de la semana, expuso Leonerky Urquiza Ramos, especialista en técnicas comerciales de este centro, plaza fija de la parranda Manacanabo, cátedra viva de cubanidad.

Allí, el trovador Pável Esquerra hermana voz y versos; mientras Carlitos Irarragorri —quien ha recorrido mundo y medio, pero insiste en definirse como “musiquito de pueblo”— bendice la villa lo mismo con la guitarra que con su tres.

No obstante —aseguró Leonerky Urquiza—, no se necesita exhibir una carrera hecha para presentarse en el Patio Béquer. “Estamos abiertos a todas las personas que quieran descargar”, añadió.

Entre todos los días, el jueves señorea por la actuación del grupo Manana mendó, que destila rumba por los cuatro costados, y del Clan Cuba, que pone a bailar a quien jamás ha tirado un pasillo.

“Desde el punto de vista de la promoción cultural, les hemos dado espacio a las tonadas trinitarias, de mucho valor y que se estaban perdiendo”, señaló Urquiza Ramos, quien aludió, también, a la presencia en el lugar de las poetisas Anisley Miraz Lladosa y Fredeslina González Portieles, así como de músicos como el repentista Emiliano Sardiñas.

La artesana Magaly Ramírez Placeres muestra sus habilidades en el Patio Béquer. Foto: Arelys García / Escambray

Intramuros, sobresale, además, la iniciativa de dar cobija a artesanas, diestras, indistintamente, en el manejo del barro, el guano y el bordado, como es el caso de Magaly Ramírez Placeres, quien teje a sus anchas a la vista de todos. “No tengo ningún secreto. Lo más importante es que no se pierdan estas tradiciones”, comentó.

Mas, la promoción cultural del Patio Béquer rebasa sus cuatro paredes, al decir de Yenisleydi Cariaga Cristo, especialista en Relaciones Públicas de Aldaba, y a seguidas refirió las acciones comunitarias celebradas en el batey del antiguo central FNTA, donde convergen artistas llevados por la empresa, como los integrantes de la compañía Estilo propio, y el talento aficionado de la zona, en coordinación con los representantes del Poder Popular.

“Este es apenas un ejemplo de la labor comunitaria de la empresa, que tiene otras opciones de comercialización”, subrayó en clara alusión a la oferta de sus dos hostales: el Académico La Merced y el situado en Amargura No. 85.

Aldaba le concede prioridad a los valores identitarios de la región. Foto: Cortesía de Aldaba

SIN ANGUSTIA

Al rebasar la puerta, la paradoja cobra vida en la majestuosa casona localizada en Amargura No. 85; primero aparece la galería de arte Tristá; después, el hostal de seis habitaciones, levantado en su patio colonial y en funcionamiento desde enero del 2014, cuando la tercera villa cubana festejó su medio milenio de existencia.

Personalidades de la política, la cultura, de la diplomacia, entre otras esferas, suelen alojarse en este hostal, preferido, además, por turistas procedentes de naciones europeas como Francia, España e Inglaterra, y de latinoamericanas: Argentina y Uruguay.

“Aquí priman la tranquilidad y el servicio personalizado”, dijo Rolando Mainegra, especialista principal de la unidad, casi a la sombra del inmueble colonial de dos plantas, por cuya escalera de acceso al segundo nivel cuentan que vaga un monje en las noches.

eni Cariaga, especialista en Relaciones Públicas, resalta el trabajo comunitario de la Empresa Aldaba. Foto: Arelys García / Escambray

ÚLTIMOS TRAZOS

El universo de gestión y comercialización de la entidad trinitaria abarca, igualmente, la Maqueta de la Ciudad de Trinidad, el Centro de Interpretación de la Arqueología Industrial del Valle de los Ingenios San Isidro de los Destiladeros, la casa hacienda Guáimaro, el Centro de Documentación Casa Malibrán y la taberna Guanahuac.

“No hemos dejado de soñar para crecer”, indicó Alberto Turiño, el director de la empresa, cuyos dividendos económicos al término del 2017 exhibían vitalidad, a pesar de carencias en aseguramientos, relacionados, en lo esencial con la alimentación y el transporte.

Por ahora, las miradas se enfilan hacia dos proyectos: la Casa del Chocolate y la Plaza de la Diversidad Cultural, que tendría por escenario el Fortín de Vizcaya y ayudaría a descongestionar el Centro Histórico por donde transitan miles de visitantes a diario.

Y mientras estas ideas se materializan poco a poco, otra ya despabila a Turiño y a su tropa, que él califica de muy competente: “Sueño con que el Valle de los Ingenios vuelva a hacer azúcar”.

—¡¿Cómo?!, me asombro con los pies puestos en la tierra.

—Hemos dado los primeros pasos. ¿Recuerdas el centralito que había en la Universidad Central de Las Villas, que produjo azúcar hasta 1991? Sueño con traerlo para acá. El proyecto está escrito.

Así y todo, encojo los hombros y aqueo las cejas. ¿Será otro toque de “locura” de Turiño, que es decir Aldaba?

El sitio de San Isidro de los Destiladeros exhibe altos valores arqueológicos. Foto: Vicente Brito / Escambra

(Tomado de Escambray digital)