A 150 años, seguimos en Revolución

El concepto de Revolución expresado por Fidel el 1ro.ide mayo del 2000 tiene un sustento ideológico, moral y político de incalculable valor. Foto: Liborio Noval

Para hablar de la Revolución no se admiten los verbos en pasado, su nombre se escribe acompañado del presente, porque a 150 años de su inicio, la Revolución no es ni será nunca parte del pasado

Como una única Revolución, así fue definida por Fidel la tradición patriótica del pueblo cubano. Suerte de herencia que implica la sostenibilidad en el tiempo y por encima de las adversidades, de los pilares fundacionales de nuestra nacionalidad.

Pero acuñar esa verdad no partió únicamente de la iniciativa de su preclaro pensamiento. Al sustentar ese criterio, al Comandante en Jefe le asistió el mayor de los argumentos, el de haber sido él mismo, junto a la Generación del Centenario, valioso fruto de los fértiles lazos de esa historia, que se extendieron en el abrazo y el consenso necesarios, para unificar ideales latentes a la distancia de los siglos.

Esa es una realidad que nadie duda.  Fueron los mismos sentimientos, vestidos de otra época, en el alma de otros hombres y mujeres, pero los mismos. Aquellos que hicieron sonar la campana de La Demajagua, estuvieron también en un Martí incansable que había gestado desde el exilio la Guerra Necesaria, latieron con fuerza en Mella, Guiteras, Pablo de la Torriente, Villena, y se
reavivaron definitivamente en aquellos que no dejaron morir al Apóstol en el año de su centenario.

Libertad, dignidad humana, respeto a la libre determinación de los cubanos, fueron las causas comunes que impulsaron a esos seres excepcionales en sus luchas. Pero, ¿por qué después del 1ro. de enero de 1959, después de la reivindicación de nuestros derechos, de convertirnos en ejemplo para el mundo, aún decimos que Cuba está en Revolución, y celebramos el aniversario 150 del inicio de nuestras luchas, con la misma convicción de continuidad histórica? ¿Por qué aun en tiempos de paz empleamos el término Revolución Cubana, para nombrar el proceso social que defendemos?

La respuesta a esas interrogantes no necesita una intensa búsqueda bibliográfica, basta acudir al concepto que de esta obra nos dejó su eterno líder, para comprender que toda sociedad es perfectible y que, si hemos llegado hasta aquí, es porque el triunfalismo nunca formó parte de los preceptos que primaron en la construcción de la patria con todos y para el bien de todos. Habernos sentado a creer que la Revolución estaba hecha, habría sido el fin.

Desmontar y analizar en toda su profundidad lo que sucintamente planteara el Comandante en Jefe, necesitaría el concurso de los más prestigiosos y entendidos académicos, pues cada una de sus palabras en esa magistral definición, tiene detrás un sustento ideológico, moral y político de incalculable alcance, pero más que nada, imperecederas raíces históricas. Ojalá sea suficiente la sencillez de esta prosa periodística para esbozar al menos algunos de esos principios que nos convierten en eternos revolucionarios.

Un concepto, una obra, un porvenir

Una de las falsas ideas defendidas por los detractores del socialismo cubano es que esta Isla se ha quedado detenida en el tiempo. A quienes intentan interpelarme con tales afirmaciones, siempre les respondo que parecen haber olvidado el país que nos legó la neocolonia.

Agricultura latifundista, economía deteriorada y llena de corrupción, industrias en manos extranjeras, analfabetismo, hambre y miseria. Desde esa base fue necesario levantar una nueva sociedad y hubo que trabajar muy duro sí, porque a esos obstáculos se les unió la presión de un bloqueo sin sentido, que aún hoy, casi 60 años después, pervive como el fósil de un jurásico
anexionismo.

Aun así, nos convertimos en bandera de derechos humanos, y batallamos por encontrar nuevos mercados, y convertimos a la salud, la educación, el deporte y la cultura, en valiosos e inigualables tesoros, logros que todavía les son ajenos a países desarrollados, que voltean la cara a la cruda realidad del tercer mundo, la globalización neoliberal y la deuda externa.

Pero, mantenernos de pie solo ha sido posible por nuestro sentido del momento histórico y la sabiduría de cambiar todo lo que debe ser cambiado. Y no hay en esas frases ni un asomo de banal retórica. Esa ha sido siempre nuestra realidad. En condiciones adversas nos ha tocado poner la vista en el presente, los pies sobre la tierra. Así enfrentamos la Crisis de Octubre, y así nos levantamos tras el periodo especial.

Fueron esas mismas cualidades las que nos permitieron aprobar los Lineamientos de la Política Económica, y comenzar un intenso proceso para llevarlos a vía de hecho. Gracias a esa visión, pudimos conceptualizar nuestro modelo económico social, aprobar un plan de desarrollo objetivo, acorde con nuestras potencialidades como nación y habernos convertido hoy, como jamás ha visto antes nación alguna, en un pueblo constituyente. Un pueblo que entiende cuán vital es renovar la Carta Magna para dar un paso superior en el desarrollo social.

Cabe preguntarse entonces, ¿sería eso posible sin igualdad y libertad plenas, sin ser tratado y tratar a los demás como seres humanos? No. Porque si hoy estamos unidos en este nuevo reto denominado Proyecto Constitucional, si apostamos por la continuidad de nuestros líderes, es porque así nos sentimos en Cuba, como seres humanos, con todo lo que ese término implica. Lo hacemos aun habiendo bloqueo, porque como explicó recientemente en su entrevista concedida a Telesur, nuestro Presidente, Miguel Díaz-Canel Bermúdez:

«Que levanten el bloqueo no depende de nosotros, depende del gobierno de Estados Unidos. Por lo tanto, nosotros no podemos subordinar nuestro afán de realizaciones, nuestro afán de justicia social, de prosperidad, a lo que pueda ejercer como política un gobierno extranjero».

¿Acaso no significa eso emanciparnos por nosotros mismos y con nuestros propios esfuerzos?

Hemos resistido el asedio durante todos estos años por muchas razones, pero entre ellas, por haber tenido la fuerza moral y la dignidad suficientes para desafiar poderosas fuerzas dominantes dentro y fuera del ámbito social y nacional. Es por ello que Cuba se pronunció contra la guerra de Vietnam, es por eso que contribuimos a la derrota del apartheid en África.

Pero también es esa la razón por la que hoy denunciamos los «golpes suaves» en América Latina, actos tan bajos como un intento de magnicidio o los golpes de Estado. Es por eso que mientras el presidente Trump habla de políticas hostiles, nosotros apostamos por el diálogo, llevamos a la onu nuestra resolución contra el bloqueo, y abrimos puertas de entendimiento con el mundo.

Defender valores en los que se cree al precio de cualquier sacrificio, sigue siendo una de nuestras prioridades, porque en esos valores de modestia, desinterés, altruismo, solidaridad y heroísmo, descansa la ideología que como nación hemos asumido. La misma que hace posible, en medio de la convulsa realidad del mundo, que Cuba apueste para que sus nuevas generaciones nunca olviden sus orígenes, y tengan las herramientas necesarias para vivir a la altura de su tiempo sin dejar que el consumismo los enferme.

Nos corresponde como nunca luchar con audacia, inteligencia y realismo, porque sabemos muy bien cuáles son nuestros problemas, pero sabemos también que la alternativa para resolverlos tiene que salir del talento creador de los hijos de esta tierra, de la resolución y la fuerza para enfrentar aquello que desde dentro nos daña.

Es imperativo de la Cuba de hoy no mentir jamás ni violar principios éticos, porque no existe fuerza en el mundo capaz de aplastar la fuerza de la verdad y las ideas. A los hombres y mujeres del presente les toca, como lo hicieron nuestros antecesores, ser consecuentes con sus actos, saber que todo esfuerzo en pos del bien común es necesario y que en esta sociedad nadie es menos importante.

¿Puede alguien entonces decir que llegó el fin de la Revolución, que debemos dejar de hablar de ella desde una visión actual, palpable? Esa palabra, en su significado más básico, habla de cambios, de profundas transformaciones, y es eso lo que hacen los cubanos cada día. El trabajo constante, el empeño diario por salir adelante y hacer del nuestro un socialismo próspero y sostenible, no es otra cosa que Revolución.

Si Céspedes y Martí vieran la grandeza de este proceso, si Mella llegara a cualquiera de nuestras universidades, si Antonio Guiteras pudiera leer nuestro Proyecto Constitucional, no albergo duda alguna, verían allí reflejados sus más anhelados sueños, verían el modelo de país por el que dieron sus vidas y, de seguro, se unirían al empeño de mantenerlo en pie, que es tan noble y necesario como una vez lo fue el empeño por verlo libre.

Revolución es unidad, es independencia, es luchar por nuestros sueños de justicia para Cuba y para el mundo, que es la base de nuestro patriotismo, nuestro socialismo y nuestro internacionalismo. No se admiten para hablar de ella los verbos en pasado, su nombre se escribe acompañado del presente, porque a 150 años de su inicio, la Revolución no es ni será nunca parte del pasado.

(Tomado de Granma digital)