Carlos Ayala Agama, páginas de la historia de Trinidad de Cuba

Trinidad. Autor: LAZ – Foto tomada de Juventud Rebelde.

Por: José Rafael Gómez Reguera

Trinidad, la Tercera Villa de Cuba, está llena de leyendas enraizadas en la realidad que se ha vivido durante siglos en esta parte de la geografía cubana dotada de singular belleza, de cuevas, recovecos, plazas y plazuelas, calles empedradas, farolas que débilmente iluminan la noche, torres que otean el horizonte, montañas vigilantes, valles indescriptibles, playas hermosas, mares encrespados… La leyenda de Carlos Ayala Agama es una de ellas.

Aunque los años han pasado desde aquel lejano 15 de julio de 1879, en que presenciaron el cadáver de don Roque Álvarez, ante su viuda y tres hijos pues él intentó detener al malhechor que raptaba a la niña Carmen Álvarez. Todo fue infructuoso. Carlos Ayala había penetrado sigilosamente a la morada, cercana a la antigua Cárcel Real de Trinidad.

En época tan lejana como esa, segunda mitad del siglo XIX,  con escaso alumbrado público, se cuenta que los mechones se multiplicaron ante las voces de auxilio.

El pánico se adueñó de los trinitarios,  y nadie sabía nada del criminal. Solo comenzaron a aclararse las cosas cuando la hermana de la desaparecida, que se nombraba Tomasa, confesó ante el inspector de la policía que un conocido de la familia había frecuentado la casa en esos días. Se llamaba Carlos Ayala Agama.

Ya obraba en su contra la violación de un niño. Se cuenta que su nerviosismo lo delataron, casi tanto como la ansiedad de la hermana y la esposa. El registro de la vivienda también fue decisivo, al encontrarse varios objetos como cápsula de revólver, manta y prendas de la desaparecida que intentaron quemar las cómplices.

Mientras las investigaciones oficiales iban por un lado, las de los pobladores trinitarios iban por otro. Fue así que dentro de una cueva ubicada en la periferia de Trinidad, encontraron una casucha de guano con un camastro, y un cepo rústico ensangrentado. Asimismo, serrucho, martillo, escalera, útiles de cocina, hacha, sogas… y una manito izquierda que sobresalía de la tierra. Era el cuerpo mutilado de Carmen Álvarez, a medio enterrar. Otros dos cadáveres hallaron los investigadores aunque no se pudieron identificar.

Además de que la prensa de la época reflejara lo acontecido, 54 años después los cronistas recordaron el terrible crimen. Foto: Trabajadores.

Carlos Ayala Agama era un pardo libre, se 29 años de edad, natural de Trinidad, que ejercía el oficio de carpintero. Había integrado las filas españolas en la Guerra de los Diez Años (1868-1878), y también había formado parte del cuerpo de bomberos de la ciudad. De su físico resaltaban su estatura alta, pelo y ojos negros, nariz regular y poca barba.

Recluido en la Cárcel Real de Trinidad, Ayala causaba muchos problemas. Aduce ser brujo, insulta y grita a quienes tiene en derredor. Es condenado a muerte pero transcurren tres años antes de que se ejecutara, y eso le hace creer y decir que es protegido por fuerzas oscuras.

El 29 de octubre de 1879 se celebra la vista pública del caso y los trinitarios desbordan los alrededores del Juzgado Municipal. Durante el juicio el acusado inculpó al padre, pero ante las evidencias confiesa los asesinatos y la violación de Tomasa Álvarez.

Finalmente se dispuso su ejecución el 16 de febrero de 1882, mediante garrote vil, en la zona conocida como La Mano del Negro, en las afueras de la ciudad, en la zona actualmente conocida como La Chanzoneta, en las cercanías de la carretera que conduce desde Trinidad hasta Sancti Spíritus.

Hoy, aquel escenario de hechos tan crueles, es la sede de una discoteca ubicada en una cueva natural, de indiscutibles atractivos, perteneciente al hotel Las Cuevas: Disco Ayala, aunque sin conexión con los acontecimientos del siglo XIX.

(Con información de Páginas Trinitarias, Ecured, Leyendas Trinitarias, y material “Efemérides”, de Radio Trinidad)