Nancy Benítez: Nunca contagié a nadie, mi mayor satisfacción

Nancy Benítez – Foto tomada de Facebook

Por: Ana Martha Panadés Rodríguez

A Nancy Benítez todavía se le entrecorta la voz cuando recuerda la tos de otros pacientes más graves desterrando el sueño y la tranquilidad de la noche, la alarma de los médicos, a Flor Adela, la ancianita de 92 años positiva también a la COVID-19 y otra de las pacientes con la que compartió uno de los cuartos del hospital Manuel Piti Fajardo de Villa Clara, entre los centros habilitados en el país para la atención a los enfermos contagiados por el nuevo coronavirus. CUBA ANTE LA COVID-19 (I) (II) (III)

«Ella estaba lúcida y muy saludable; no entendía porque no podía ver a su familia o acercarse a mí; se puso muy triste, el médico le traía cartas de sus hijos pero fue perdiendo la alegría, ni siquiera podía darle mi mano, hacerle sentir que no estaba sola; fue muy triste para mí, tengo pendiente llamar al hospital y saber de ella, pero todavía no me siento con fuerzas».

La única trinitaria hasta ahora positiva a la enfermedad derrocha elogios para los médicos, enfermeros, todas las personas que ayudaron en su recuperación; primero en el centro de aislamiento de Sancti Spíritus y más tarde en la institución de salud villaclareña:

«Yo fui la cuarta paciente en llegar al hospital de Santa Clara, los médicos te reciben protegidos y ahí se desarrolla todo un protocolo médico, éramos los primeros pacientes enfermos en Cuba. Solo sentí un poco de febrícula, dolor de cabeza y malestar, pero esa misma noche comenzaron a administrarme los medicamentos, son muy fuertes, son retrovirales, te explican las reacciones adversas. Fue muy difícil, pero siempre tuve mucha confianza en los médicos.»

Arquitecta y unida por vínculos muy fuertes a Trinidad, Nancy dejó de ser la ciudadana cubana de 58 años y el caso 32 de los partes del Ministerio de Salud Pública de Cuba sobre el comportamiento de la COVID-19 en el país; hoy es la amiga convaleciente mimada por los vecinos, la familia y de muchos que también estuvieron al tanto de su recuperación y aunque «vivo sola he sentido la cercanía de todos», expresó.

Y toma otra vez aliento para sonreír después de noches y días azarosos: «la mayor satisfacción es que yo nunca contagié a nadie; quiero aclarar algo: yo fui contacto de un turista estadounidense, pero no estaba alojado en mi casa; fui la guía de un grupo de 10 personas procedentes de Estados Unidos durante un recorrido por el centro histórico de la villa, nunca nos dimos la mano, no nos saludamos, en algún momento vi que tosió y estornudó y eso me llamó un poco la atención.

«Eso fue el 14 de marzo, aún no había una gran percepción de riesgo, tampoco usábamos la mascarilla; de ese grupo yo fui la única positiva, nadie más se enfermó, solo estuve 3 ó 4 horas con esas personas y cuando regresé a mi casa, tomé mis medidas, yo sabía cómo era el contagio, no salí más, vivo sola y con los amigos que me ayudan tomé todas las precauciones y aunque se los llevaron para el centro de aislamiento de La Boca- una medida que considero correcta- tenía la certeza de que no iban a contagiarse».

En Trinidad, ya en zozobra por la confirmación de los tres turistas italianos, primeros casos diagnosticados en Cuba, la noticia de la nueva «sospechosa» corrió como pólvora, la llegada de la ambulancia, la desinfección de la vivienda, todo al estilo de una película de ciencia ficción.

«Me llevaron al centro de aislamiento de Sancti Spíritus, solo tenía un poco de tos. La noticia de que el turista estadounidense fue positivo me la dan el miércoles 18 por la mañana, y el 20 me hacen la prueba, el PCR como le llaman los médicos. El resultado llegó a las 8 de la noche; las doctoras estaban frente a mí: «Hay que trasladarte para el hospital de Santa Clara, solo tienes unos minutos para recogerlo todo».

Ni siquiera ahora cuando lo más terrible ha pasado, Nancy se atreve a recordar todo lo que pasó por su cabeza en apenas unos segundos. No hubo sonrisas de despedida y solo un compañero de viaje: otro paciente, el joven de La Sierpe, confirmado también ese día. Ni siquiera un cruce de palabras, «yo iba rota», confiesa.

Ya en el hospital encontró nuevamente la calma y la confianza en la profesionalidad de los médicos pendientes, pese a las estrictas medidas de protección, de los síntomas, administrando los tratamientos, evaluando la evolución, calmando los nervios cuando la dosis de interferón desencadena reacciones terribles. Se sabía en buenas manos:

«Yo me dije, aquí lo que hay es que resistir el tratamiento, resistir el tratamiento y resistir la enfermedad; si la quiero vencer tengo que resistir. Yo también tengo buena salud, soy una persona sana y eso es importante. Siempre tuve mucha fe. Tengo la esperanza de ser la única positiva de Trinidad, las personas fueron en un principio irresponsables, pero hoy han tomado conciencia.»