A 115 años de la muerte del Generalísimo Máximo Gómez

Imagen: Radio Angulo.

Por: José Rafael Gómez Reguera

Se cumplen hoy 115 años de la muerte del Generalísimo Máximo Gómez Báez, dominicano de nacimiento, cubano de todo corazón, quien subo pelear con bravura por la independencia de la Mayor de las Antillas contra la dominación española, un verdadero genio de la estrategia militar, que supo ver en el machete un arma poderosa. Por ello dirigió la primera carga al machete, con lo cual esta arma de trabajo devino temible arma de guerra, dada su experiencia en Dominicana.

Procedente del ejército dominicano en la lucha contra las invasiones haitianas, su firme decisión de luchar por la Isla hasta lograr la ruptura de la ocupación colonial española lo hacen declararse ciudadano cubano, condición que honró siempre.

Máximo Gómez se incorporó al ejercito mambí el 14 de octubre de 1868, sobradas fueron sus entregas a la causa independentista. Desde este momento el movimiento revolucionario contó con el jefe militar indiscutido, capaz de preparar un ejército popular y aguerrido y de enfrentarse al enemigo con extraordinarias posibilidades de triunfo.

Foto: Granma.

Su incesante batallar junto a los cubanos, lo llevó a ocupar el cargo de General en Jefe, el más alto de las fuerzas libertadoras, el mismo que puso en sus manos José Martí.

Tras el cese de la anexión de Domimicana a España, en 1865, son evacuadas las últimas fuerzas españolas y con ellas gran cantidad de oficiales de Reserva, entre los que se encontraba Máximo Gómez. Llegó a Cuba a bordo del vapor Pizzarro, en compañía de familiares.

Tras establecerse en Bayamo, se vincula con los grupos a favor de la independencia de Cuba, y el alzamiento de Carlos Manuel de Céspedes, comienza con los grados de sargento. Más tarde el Padre de la Patria lo ascendería a Mayor General del Ejército Libertador en la jurisdicción de Santiago de Cuba , asignado a las fuerzas del mayor general Donato Mármol Tamayo.

Seguiría un innumerable grupo de acciones bélicas, hasta un exilio en Jamaica, con su familia, en el que se sumieron en una profunda pobreza, tras la Guerra de los Diez Años.

El 2 de octubre de 1884, durante los preparativos para reiniciar la lucha armada en Cuba (Plan Gómez-Maceo), ambos generales conocen personalmente a José Martí Pérez en Nueva York. Le había antecedido en su vida un breve período en el cual aceptó trabajar como militar en Honduras.

Sus actividades conspirativas le valieron ser encarcelado, a instancias del Gobierno español en Cuba, y expatriado a Santo Domingo.

El 11 de septiembre de 1892 , José Martí lo visita en Montecristi, República Dominicana. Desde Santiago de los Caballeros, Martí le escribe proponiéndole el mando del Ejército Libertador de Cuba.

«El Partido Revolucionario Cubano viene hoy a rogar a usted que, repitiendo su sacrificio, ayude a la Revolución, como encargado supremo del ramo de la guerra, a organizar, dentro y fuera de la Isla, el Ejército Libertador (…) Yo ofrezco a usted, sin temor de negativa, este nuevo trabajo hoy que no tengo más remuneración que brindarle que el placer de su sacrificio y la ingratitud probable de los hombres…»

El 15 de septiembre le contesta a José Martí:

«Desde ahora puede usted contar con mis servicios.»

Tras el fracaso de La Fernandina, el 24 de febrero ocurre el inicio de la guerra de 1895. Un mes después firma con José Martí el Manifiesto de Montecristi, programa de la Revolución de 1895.

Sobreviene el desembarco en Playitas de Cajobabo, el arribo de los hermanos Maceo por Duaba, y ya Gómez es General en Jefe, y Antonio Maceo como Lugarteniente General, y la caída de José Martí en Dos Ríos, con gran pesar de Gómez, quien lo seguía como a un maestro pero cuidaba como a un hijo.

Todavía restaba la invasión a Occidente, con la llamada Campaña de Las Villas, y otras acciones en las que supo enfrentar con bravura a experimentadas tropas españolas.

La caida en combate de José Martí afectó sobremanera al veterano jefe mambí Máximo Gómez. Imagen: Escambray.

El Viejo, o Chino Viejo, como era conocido Gómez por sus íntimos, se llenó de pesar al conocer de la caída en combate de Antonio Maceo y junto a él de su bravo y querido hijo, Francisco «Panchito» Gómez Toro. Su pena la dejó plasmada en carta a María Cabrales, esposa de Antonio Maceo. Inmediatamente designó como Lugarteniente al experto Mayor General Calixto García.

En esta etapa aparecieron fuertes contradicciones con el Gobierno de la República de Cuba en Armas debido a la concesión de grados militares a jóvenes de buena posición social que recién se unían a las filas mambisas. Era el Presidente Salvador Cisneros Betancourt.

El veterano mambí se hallaba hacia el centro del país, en su tarea de diezmar las decadentes tropas españolas y a punto de avanzar por segunda vez a La Habana para invadirla definitivamente, al producirse la intervención norteamericana en la guerra. Gómez reaccionó airado ante la prohibición de entrar a Santiago de Cuba a las tropas cubanas, emitida por el general estadounidense Shafter, pero no tomó acción alguna, no sintiéndose con derechos de cubano, a pesar de su papel preponderante en la campaña.

Es entonces cuando se traslada a La Habana, para la Quinta de los Molinos, donde fue recibido por una multidudinaria manifestación de simpatía. Al establecerse la Asamblea del Cerro como Gobierno Provisional, Gómez entró a formar parte de ella, pero se negó a dirigirla, alegando su carácter puramente militar y su condición de extranjero.

El 12 de marzo de 1899, la Asamblea del Cerro acordó la destitución de Máximo Gómez como General en Jefe del Ejército Libertador, y la eliminación definitiva de ese cargo. Gómez, mediante un manifiesto a la nación, expresó:

«…Extranjero como soy, no he venido a servir a este pueblo, ayudándole a defender su causa de justicia, como un soldado mercenario; y por eso desde que el poder opresor abandonó esta tierra y dejó libre al cubano, volví la espada a la vaina, creyendo desde entonces terminada la misión que voluntariamente me impuse. Nada se me debe y me retiro contento y satisfecho de haber hecho cuanto he podido en beneficio de mis hermanos. Prometo a los cubanos que, donde quiera que plante mi tienda, siempre podrían contar con un amigo.»

Imagen: Granma

Las fuertes contracciones de los asambleístas y la repulsa popular ante la destitución de Gómez, hacen que la Asamblea se disuelva.

Fueron muy amargos los últimos días en la vida de Máximo Gómez, quien declino ser candidato a la presidencia de la futura república, como sus partidarios le propusieron.

En junio de 1905, Gómez realizó un viaje a Santiago de Cuba acompañado de su familia para visitar a un hijo que residía en esa ciudad. El recorrido devino gran demostración de cariño del pueblo de esa región con el bravo mambí y de oposición a la campaña de reelección de Estrada Palma.

Fueron tantas las muestras de afecto y cariño del pueblo hacia el último representante de los verdaderos ideales independentistas, que al recibir numerosos saludos su mano se infectó como causa de una pequeña herida y en pocos días le produjo una infección generalizada que resultaría fatal. Regresó a La Habana, y tras despedirse de su esposa e hijos, el Generalísimo Máximo Gómez Báez falleció el 17 de junio de 1905, a la edad de 69 años. (Con información de Ecured y Granma)