Por: Ana Martha Panadés Rodríguez
Cuando la nota informativa en la Televisión Nacional anunciaba el pasado 11 de marzo los primeros tres casos contagiados con la COVID-19 en Cuba, todos los ojos se volvieron a Trinidad, la ciudad donde se hospedaron los tres turistas italianos procedentes de Lombardía, con los cuales viajó también el nuevo coronavirus. CUBA ANTE LA COVID-19 (I) (II) (III) (IV) (V) (VI) (VII) (VIII) (IX)
A partir de ese día la cotidianidad cambió en esta urbe turística y creativa, poco a poco hostales, paladares y muchos otros negocios privados acataron con la mayor disciplina las disposiciones de salud, del Consejo de Defensa Municipal y de la dirección del país encaminadas a evitar nuevos contagios y preservar el bienestar de la población.
En los centros de trabajo, los establecimientos de servicios, en los hogares incorporamos nuevas rutinas: el lavado frecuente de las manos, su desinfección con agua jabonosa o solución clorada, la limpieza de las superficies, muchos permanecieron en casa, otros se acogieron a las modalidades del trabajo a distancia y todos usamos nasobuco.
La efectividad de las acciones no admite cuestionamientos, en el sureño territorio solo se diagnosticaron durante la fase epidémica de la enfermedad cinco pacientes confirmados: cuatro extranjeros y una trinitaria, quien con su actuación responsable evitó la propagación del virus SARS-CoV-2 y cortó una posible cadena de contagios.
La carencia de productos de primera necesidad, su insuficiente abastecimiento, las colas y alguna que otra indisciplina preocuparon y ocuparon a los representantes de los diferentes subgrupos del Consejo de Defensa y a las fuerzas del Ministerio del Interior; mas, a la postre entre todos logramos controlar al virus obligado a buscar sitios más vulnerables donde atacar.
Ahora el rebrote de la epidemia nos sorprende, en medio del tránsito hacia una nueva normalidad, en medio del reinicio del curso escolar suspendido durante varios meses a causa de la COVID-19, en medio de las alternativas para enfrentar los problemas económicos que vive el país por el impacto internacional de la contingencia sanitaria y el bloqueo, en medio de la oportuna iniciativa para organizar la distribución de productos de alta demanda popular, en medio de una apertura de instalaciones turísticas con opciones dirigidas al mercado nacional.
En fin, bastó solo una brecha y el virus demostró por qué se ha convertido en pesadilla global y tiene a la comunidad científica sin sosiego proponiendo tratamientos y candidatos vacunales, aún en fase de ensayos y nada en concreto que logre detener al “bicho” que aprovecha la cercanía entre las personas para atacar y propagarse.
Para los trinitarios es como si volviéramos al punto de partida, a los días de recogimiento, a los días con sonrisas a medias, con el susto asomando a los ojos, pendientes a la conferencia del Ministerio de Salud Pública y a los consejos del Doctor Francisco Durán, que insiste una y otra vez en el riesgo de confiarse, de bajar la guardia y abrir las puertas al virus.
Nuevos pacientes confirmados no es la noticia que esperábamos después de cinco meses y tanto a salvo del nuevo coronavirus; el temido rebrote sacude a Trinidad y nos pone alerta; disciplina y responsabilidad vuelven a ser los mejores antídotos contra la COVID-19, ellos y la certeza de que unidos venceremos la enfermedad y que tiempos mejores regresarán a la linda ciudad del Mar Caribe.