Por: José Rafael Gómez Reguera
En tiempos de coronavirus, Trinidad posterga los abrazos, los besos, las visitas de amigos y familiares, los paseos de fines de semana, pero no la solidaridad ni el amor, que a veces llegan hasta la puerta de la casa, la ventana, y hasta por las redes sociales, con esa posibilidad de que la virtualidad también levanta el ánimo, ofrece consejos, aporta sonrisas… CUBA FRENTE A LA COVID-19
Me han dicho que por las zonas de los edificios de los repartos Reforma Urbana y Armando Mestre los aplausos son más estruendosos por las noches, en una suerte de convocatoria popular que poco a poco cobra fuerza y, a través de internet, lleva hasta el personal de enfermeros, técnicos de laboratorios, médicos y demás sanitarios, el calor y el reconocimiento de los suyos, dentro y fuera de las fronteras de la Isla de la Libertad.
Ellos están en la primera línea de combate contra esta pandemia que lo cambia todo, cierra escuelas y comercios, lugares de distracción y de prácticas deportivas, hace posponer celebraciones y cambia la dinámica, hasta lo mínimo, de momentos tan sagrados como la Semana Santa, algo jamás visto en la Historia. Por eso, nuestros profesionales de la Salud Pública merecen esas palmas, a las que cada noche se suman otros. Y es verdaderamente emocionante.
Es Trinidad una ciudad de ensueños que se ha visto estremecida. Duele ver sus calles empedradas prácticamente desoladas, con uno o dos transeúntes presurosos, mascarilla o nasobuco por delante, en busca de lo esencial para luego retornar presurosos a sus hogares, deshacerse de ropas y calzados, asearse y tratar de eliminar cualquier vestigio de un virus invisible pero peligroso, que traspasó fronteras de oriente a occidente y ha causado miles de contagios y muertes.
Duele ver cerrados sus hermosos museos, desiertas las áreas de producción y venta artesanal, canceladas las operaciones de hostales y restaurantes, solitarias sus playas en plena temporada alta… Duelen ver las imágenes desastrosas de otras naciones, en contraste con la constante preocupación del Gobierno cubano para estar al tanto de la salud de cada cubano e incrementar constantemente las medidas de protección.
Aunque la COVID-19 no hace distingos, son los adultos mayores los que más peligro corren, por los lógicos achaques de la edad. He ahí el porqué del desvelo estatal y a escala familiar, para que todos estén en casa, pero especialmente ellas y ellos, fundadores de familias, proveedores de amor y sabiduría, necesarios a cualquier hora en los quehaceres hogareños, las tareas escolares de los pequeñines, el consejo oportuno.
Trinidad, como toda Cuba, solo ha hecho un alto en su acostumbrado ir y venir de turistas nacionales y foráneos, atraídos por una ciudad única en las Américas, cuya fama viene de antaño, pero reafirmado en las últimas décadas gracias, entre otros, a sus propios pobladores que la cuidan, embellecen, rescatan y revitalizan costumbres y tradiciones.
Solo es un alto en el camino, una etapa para departir puertas adentro en busca del necesario aislamiento, quizás rememorando siglos pasados cuando era proverbial esa “quietud de cristal” de que hablara la cantautora Isabel Bécquer en una de sus más conocidas creaciones. Una fase transitoria para fortalecer el amor y la amistad, y hacernos ver, mucho más, cuán importantes somos los unos para los otros, para echar a un lado diferencias y centrarnos en ser mejores personas.