Japón vivió este martes una jornada histórica tras ser testigo de cómo el hasta hoy emperador del imperio del Sol Naciente, Akihito, renunció a su puesto tras tres décadas al frente del Trono del Crisantemo, la primera abdicación en más de 200 años.
Su puesto será ocupado por su hijo, el príncipe heredero Naruhito, del que se espera que continúe los pasos de su padre acercando esta milenaria institución al pueblo y mejorando las relaciones con sus vecinos.
La solemne ceremonia, cuidadosamente coreografiada y llena de ritos simbólicos, dio comienzo a las cinco de la tarde (hora local) en el salón de los Pinos (“Matsu no Ma”), reservado para los acontecimientos de mayor rango en el palacio imperial tokiota.
Allí, las casi 300 personas, entre miembros de la familia real, altos cargos políticos o de la justicia, recibieron en respetuoso silencio a la pareja imperial. Tras ellos, los chambelanes reales trajeron dos de los tres símbolos históricos del trono, una espada y una joya que portaban en sendas cajas cerradas (el tercer símbolo, un espejo, permanece guardado en el santuario sagrado de Ise) y los sellos del Estado y del monarca, elementos que colocaron al lado del estrado donde se situaron los emperadores.
El primer ministro de la nación, Shinzo Abe, tomó la palabra para agradecer al emperador en nombre del pueblo nipón sus años de servicio, en los que han promovido la paz dentro y fuera del país y llevado esperanza a la gente cuando lo necesitaba, como sucedió tras los numerosos desastres naturales que han marcado su reinado.
Luego fue el turno del monarca, que en su breve discurso agradeció las palabras de Abe y al pueblo por haber apoyado su reinado. Como cierre, deseó que la era Reiwa que comienza mañana sea “estable y fructífera” y deseó la “paz y felicidad” para la gente de Japón y de todo el mundo.
Con estas palabras, Akihito ponía punto y final a un proceso que comenzó en verano de 2016. En un sorprendente discurso, el emperador comunicó entonces públicamente su deseo de retirarse debido a lo avanzado de su edad y su delicado estado de salud, factores que le entorpecían cumplir como es debido con sus funciones como jefe de Estado.
Para cumplir con su voluntad, el Parlamento nipón se vio obligado a redactar una ley especial para su caso, ya que la ley no prevé la posibilidad de que un monarca pueda abandonar en vida el trono.
Oficialmente, la era Heisei (“Mantenimiento de la paz”) de Akihito terminará exactamente esta medianoche, tras lo cual comenzará la era Reiwa (“Bella armonía”) de su hijo Naruhito. Su entronización aún tendrá que esperar unas horas.
Será este miércoles por la mañana, cuando al todavía príncipe, vestido de frac, se le presentarán los símbolos del trono como muestra de la legitimidad de su sucesión. Minutos más tarde, ya ataviado con el traje tradicional japonés, pronunciará su primer discurso como emperador, al que todos estará muy atentos para dar con las posibles claves de por dónde va a ir su reinado.
(Tomado de La Vanguardia)