
Por: Ana Martha Panadés Rodríguez
Los colores también dan luz a Trinidad, dibujan su identidad y cautivan tanto como sus aleros y balaustradas. Pero no siempre la Tercera Villa de Cuba cubrió sus muros de pintura, aseguran estudiosos de la imagen citadina como el MSc. Duznel Zerquera Amador, director de la Oficina del Conservador de la ciudad y su Valle de los Ingenios. Antes, bastó solo la cal.
Asegura Zerquera Amador, que a partir de la quema de la tierra surgió la gama de colores de ocre que se nos da, por el óxido de hierro. Ahí aparecen las tonalidades amarillas, los ocres con determinadas tonalidades. Así se pintó luego la ciudad.

En 1995, estudiantes de la Universidad Politécnica de Cataluña, España, como parte del primer proyecto de colaboración gestado en la urbe, definieron la cala de colores, tanto en paredes como en la carpintería y toda la herrería.
Desde entonces, se estableció la carta de colores que identifica a la ciudad como Patrimonio Cultural de la Humanidad y en los que sobresale una amplia gama del llamado Amarillo Trinidad, colores “que son identitarios de nuestra ciudad, el azul, los ocres, que responden a períodos importantes. Ya los colores verdes son más propios de finales del siglo XIX, propiamente del siglo XX…”, remarca el director de la Oficina del Conservador de Trinidad. “Los colores también definen épocas, definen contextos –nos dice.

EN CONTEXTO:
Trinidad, fundada oficialmente como Villa de la Santísima Trinidad y llamada por algunos historiadores y habitantes como La Trinidad o Trinidad de Cuba. Es una ciudad ubicada en la región central de Cuba, específicamente en el sur de la provincia Sancti Spíritus, y es la capital del municipio del mismo nombre.
La Villa de la Santísima Trinidad fue la tercera villa fundada por la corona española en Cuba, a principios de 1514. La villa se fundó con la presencia del adelantado Diego Velázquez de Cuéllar, y fue evolucionando con rapidez, gracias a la actitud emprendedora de sus habitantes, lo cual le posibilitó ser una de las más prósperas de la mayor de las Antillas.
La labor de conservación y restauración emprendida por los especialistas de esta zona del centro sur de Cuba, y el amor que profesan a su ciudad sus habitantes, propicia que sea una de las ciudades coloniales mejor conservadas no sólo de Cuba, sino también de América.
En 1988 la UNESCO inscribió en la Lista del Patrimonio Mundial el Centro Histórico de Trinidad junto al Valle de los Ingenios, zona donde prosperó el azúcar con la llegada de las familias Iznaga, Borrell y Brunet hacia la mitad del siglo XIX.

Características arquitectónicas
La arquitectura colonial de Trinidad la conforman amplias, ventiladas y cómodas casonas y palacios de desmesurado lujo para integrarse al arte colonial cubano y convertir a Trinidad en una indiscutible joya urbanística y arquitectónica del continente.
La diferencia está en el signo decorativo de sus viviendas. Su ornamentación neoclásica se refleja en murales, molduras, marcos de madera y en las tornadizas formas que los forjadores del hierro le estamparon en los sublimes enrejados, con el propósito que se cristalizara todo ese entorno en uno de los mayores hechizos de la ciudad.
Descripción de las calles
Las calles empedradas se mueven sinuosamente, unas descendiendo la suave cuesta, otras desplazándose en curva, obligadas por la inclinación del suelo. El inicial núcleo poblacional de la villa en la ladera de una colina no respetó el cumplimiento de ordenanzas reales, que prescribían para los asentamientos del nuevo mundo una concepción renacentista del trazado urbano, según el cual cada edificación o espacio abierto, debía ajustarse al principio de un diseño de trama regular.
Plazas y Plazuelas
Trinidad es rica en plazas y plazuelas, en la ciudad encontramos la Casa Borrell donde se destacan sus discretas proporciones y las pinturas murales de la sala y la saleta. A solo cien metros al sur de Segarte, se halla la plazuela conocida como Las Tres Palmitas, formada por las calles Media Luna, Real del Jigüe y Cañada. Por su forma triangular, sus dimensiones y las edificaciones que la limitan, es un espacio agradable a la vista.
La plaza de Santa Ana, ubicada en el extremo oriental del Centro Histórico, a unos 500 metros de la Plaza Mayor, fue urbanizada hacia finales del siglo XVIII y constituyó el punto de acceso al Valle de los Ingenios e importante arteria comercial de la época. Allí se destacan dos edificaciones, la Ermita de Santa Ana y la Cárcel Real.
La plaza de las tres cruces se encuentra en el extremo noroeste del Centro Histórico, en el barrio conocido como El Calvario. En medio de su amplio espacio se levantan tres cruces de madera, allí instaladas al menos desde 1826 y que fueron punto de arribo de las procesiones católicas durante la Semana Santa y el Corpus, por lo cual la plaza adquirió relevancia desde los momentos iniciales de la conquista y colonización.
Otra plaza de significación especial, tiene el nombre histórico de Carrillo, aunque los trinitarios la conocen simplemente como el parque. Se localiza al sureste del Centro Histórico, pues a fines del siglo XVIII la ciudad tendía a crecer en esa dirección. (Ecured)