Por. Joaquín Gómez Serra
El deporte es un fenómeno medular en el mundo contemporáneo, caracterizado desde las ciencias sociales como un medio de expresión de los rasgos distintivos de una sociedad.
Este 20 de octubre se cumplen 151 años de haberse entonado por primera vez en Cuba el Himno Nacional tras liberar las tropas mambisas, al mando de Carlos Manuel de Céspedes, la ciudad de Bayamo.
Se reivindicaba así nuestra cubanía, en una simbiosis de deporte y cultura. Por eso es tan difícil imaginar a la cultura sin Alejo Carpentier, Nicolás Guillén o Benny Moré, o al deporte sin Kid Chocolate, Martín Dihigo o Ramón Fonst.
Sería como reinventar su historia sin Ernesto Lecuona, René Portocarrero, Alicia Alonso o Chucho Valdés, o carente de José Raúl Capablanca, Alberto Juantonera, Teófilo Stevenson o de los espirituanos José Antonio Huelga, Orlando Cepeda y el trinitario Antonio Muñoz.
En estas casi cuatro décadas de haberse instituido la celebración del Día de la Cultura Nacional, aprobada el 22 de agosto de 1980 mediante el Decreto 74 del Consejo de Ministros, el deporte ha tributado bellas páginas, prestigiado por competidores insignes e impulsado por figuras relevantes en todos los campos.
El propio Céspedes amó al ajedrez, cuyas reglas tradujo y publicó en el periódico «El Redactor», de Santiago de Cuba, además de sostener cotejos ajedrecísticos con Perucho Figueredo, autor del Himno Nacional cubano, y los célebres patriotas Fernando Figueredo, José Fornaris, Francisco Vicente Aguilera y Jorge Carlos Milanés.
José Martí, el Apóstol de Cuba derrochó maestría al reseñar no pocas competencias deportivas en diferentes periódicos, y fue siempre un defensor del deporte sano y de la ejercitación sistemática de los seres humanos para mantener la salud, en clara muestra de un vínculo con la actividad deportiva que después sostuvieron otros grandes como el Che y Fidel.
“Deporte es cultura”, tituló Carpentier un trabajo publicado en la Guía oficial de béisbol de 1969, devenido expresión del interés suscitado por ese frente entre los más ilustres intelectuales de la isla, incluido Martí.
“Hoy —escribió Carpentier en el referido material— una institución como la Escuela Superior de Educación Física “Comandante Manuel Fajardo”, nos muestra cómo el deporte se identifica con la cultura, cómo es rama de la cultura…”.
Nicolás Guillén, el Poeta Nacional de Cuba, fue uno de los escritores que más enalteció el deporte como tema literario en su valiosa y original producción, que lo catapultó como la máxima figura de la llamada poesía negra o antillana. A mediados de la década de los 50, publicó “La paloma de vuelo popular”, que incluye su magistral elegía “Deportes”, donde reafirma su predilección por las prácticas del músculo y la mente.
Una de sus creaciones más celebradas es su “Pequeña oda a un boxeador negro”, dedicada al ex campeón mundial Eligio Sardiñas, mejor conocido como Kid Chocolate. También se destaca en la prosa periodística en los años 40 contra el gobierno de Prío Socarrás, al que le dice, valiéndose de la terminología beisbolera:
“El porvenir es oscuro/ para el pitcher nacional/ su control es inseguro,/ sus curvas ineficaces/ Mira Carlos lo que haces,/ recién el juego ha empezado, / no hay out, y hay tres en bases/.”
En la citada elegía, La paloma de vuelo popular, relaciona el deporte con el universo de la cultura, inspirándose en el ajedrez, el boxeo y el béisbol. Sobre el primero, dedica versos al mítico ex campeón mundial de ajedrez, su connacional José Raúl Capablanca.
Deporte y poesía son fuerzas telúricas que se alimentan por igual con amor y pasión, por lo cual no es extraño que nuestro Poeta Nacional, Nicolás Guillén, cantara al músculo, o utilizara imágenes de la actividad física para su verso comprometido.
Por eso también deporte y cultura están unidos de la mano.