Camilo Cienfuegos Gorriarán, el otro hijo de Yaguajay

Camilo encabezó la caballería de campesinos que partió de Yaguajay para celebrar el asalto al cuartel Moncada frente al Capitolio en La Habana.

Dueño de un carisma especial, Camilo Cienfuegos deslumbró a combatientes y pobladores del Frente Norte de Las Villas no solo por sus virtudes como estratega militar

Por: Enrique Ojito

Luego del mediodía del primero de enero de 1959, Yaguajay se había sacudido del frío invernal; a esa hora, Camilo Cienfuegos no llevaba los guantes cañeros de por la mañana. Situados a ambos lados de la calle central, cientos de pobladores escoltaban la hilera casi interminable de camiones, yipis…, con unos 500 hombres a cuestas, que avanzaba hacia La Habana para rendir y tomar el campamento militar de Columbia por órdenes de Fidel.

Era el mismo pueblo que había visto al Señor de la Vanguardia dispararle de pie, sin apenas protección, a los aviones enemigos mientras estos vomitaban sus bombas sobre la población civil, en medio de la batalla más larga de Las Villas contra las fuerzas del ejército batistiano.

Era el mismo jefe rebelde que había arribado a suelo villareño el 7 de octubre de 1958, también por indicaciones del Comandante en Jefe, y que desde que pisó con sus botas los montes de La Caridad, ordenó quitar cuanta cadena apareciera en el camino, que desangraba el bolsillo de los guajiros, quienes debían pagar por transitar por aquellas tierras.

Como recalca el historiador Gerónimo Besánguiz Legarreta, director del Complejo Histórico Comandante Camilo Cienfuegos, el creador del Frente Norte de Las Villas caló en el alma de Yaguajay no solo por sus cualidades como estratega militar; sino por ser un guerrillero de extrema sensibilidad humana, demostrada durante la épica rebelde y luego del triunfo de enero, hasta su desaparición física el 28 de octubre de 1959.

EL OTRO ROSTRO DE LA BATALLA

Cuando pasadas las cinco de la tarde del 31 de diciembre las banderas blancas asomaron por los flancos del cuartel del Escuadrón 37 de la Guardia Rural, en ese entonces bajo la jefatura del capitán Alfredo Abón Lee, muchas vivencias quedaban en la memoria de los combatientes rebeldes y del pueblo de Yaguajay, que iban más allá de la acciones bélicas como la construcción de un blindado artesanal, bautizado como Dragón I, o el lanzamiento de un tren cañero con dinamita contra la guarnición militar.

—Aquí nadie puede pasar hambre; ni el pueblo ni los rebeldes; es más, ni los chivatos, sostuvo categóricamente Camilo al reunirse con la Comisión de Abastecimientos en el Puesto de Mando de las fuerzas revolucionarias, localizado en el Ayuntamiento.

Al prolongarse la batalla, los civiles que no abandonaron el poblado —concentrados en 11 puntos o que se habían quedado en sus casas, donde cavaron refugios— se convirtieron en una responsabilidad más para el mando rebelde en lo referido a aseguramientos logísticos, con prioridad en cuanto a la alimentación y la asistencia médica, señalan los estudiosos Osiris Quintero Fernández y Gerónimo Besánguiz.

Después del primer bombardeo de la aviación contra la población indefensa el 24 de diciembre, el Señor de la Vanguardia ordenó informar a los residentes en la cabecera municipal, a través de altoparlantes y bocinas de mano, que salieran del pueblo ante posibles nuevas embestidas aéreas.

En medio de la batalla, nada le era ajeno al Comandante, quien, al saber que los veteranos de las guerras mambisas no habían cobrado sus respectivas pensiones de ese mes de diciembre, le indicó al jefe de la Comisión de Abastecimientos solucionar dicho problema, relataría años más tarde el luchador clandestino Bernardo Amador (Nano) Yunes.

Cuentan, además, que Camilo les facilitó ropas de civil y 5 pesos a cada uno de los dos soldados enemigos heridos para hacer el viaje hasta sus casas en Sancti Spíritus, al salir del cuartel con la comisión de paz, liderada por la Cruz Roja del municipio, que aceptó mediar para concertar una primera tregua con Abón Lee.

En su libro Camilo, Señor de la Vanguardia, William Gálvez recoge que cuando el hombre del sombrero alón finalizaba su visita a la guarnición durante el primer alto al fuego, un grupo de soldados lo rodearon y le pidieron que les regalara objetos personales; fue así que el Comandante se deshizo de su bolígrafo, un pañuelo, una cadenita y de una bufanda. Hasta en las mismísimas filas contrarias empezaba a crecer una paradójica simpatía hacia el héroe.

TRAS LA VICTORIA

Más de una vez, el tesorero del Frente Norte e invasor de la Columna No. 2, el combatiente Roberto Sánchez Bartelemy, conocido por Lawton, recordó su viaje a Yaguajay en enero de 1959 “con un maletín lleno de dinero”, con órdenes expresas de Camilo de pagar las deudas contraídas por la fuerza rebelde con los comerciantes locales durante la batalla, entre ellos Ra­món López, un comunista español radicado en el central Narcisa y dueño de una tienda.

“Camilo tenía una sensibilidad especial”, apunta Besánguiz Legarreta, quien rememora las orientaciones que este le diera al Comandante Antonio Sánchez Díaz (Pinares) de devolverles a sus propietarios todos los carros utilizados por la Columna No. 2 para llegar a La Habana e, incluso, había que repararlos, de haber sufrido alguna avería durante el largo trayecto.

En su condición de jefe del Estado Mayor del Ejército Rebelde, Camilo visitó en innumerables oportunidades los asentamientos poblacionales del otrora Frente Norte de Las Villas, entre estos Meneses, ocupado el 17 de diciembre de 1958 por los rebeldes.

En uno de esos intercambios, en específico en septiembre de 1959, confirmó la construcción de un centro escolar al constatar con sus propios ojos las condiciones de hacinamiento de la escuelita pública del lugar, cuyos alumnos se mojaban cuando llovía y muchos recibían las lecciones sentados sobre latas de galletas o lo que apareciera.

No fue hasta 1968 que la máxima dirección del país supo de esa promesa. “Fidel se mostró muy interesado, y a cada momento le indicaba a Milián (Arnaldo), su acompañante, que tomara nota”, relató a inicios del presente siglo a Escambray María Herminia Pérez Girado, quien tuvo la osadía de informarle el compromiso de Camilo al líder histórico de la Revolución.

Para alumnos y maestros es un orgullo formar parte del seminternado Héroe de Yaguajay, la escuela que prometió el jefe guerrillero en Meneses. Foto: Vicente Brito / Escambray.

Precisamente, el 15 de septiembre de 1971 el Comandante en Jefe inauguró de manera oficial el seminternado Héroe de Yaguajay, cuyos estudiantes y maestros lo sienten como la propia casa, en opinión de su directora Enix Jiménez Moreno, quien aprendió las primeras letras en una de sus aulas.

“La hemos cuidado de generación en generación, porque es un orgullo estudiar o trabajar en la escuela que prometió Camilo”, señala Juan Rafael Portal, director del plantel durante 27 años (en dos etapas), y siempre dispuesto a narrar la historia del centro docente e, incluso, de otros acontecimientos que vinculan al Señor de la Vanguardia con ese pedazo de Cuba.

Con la presencia del jefe guerrilero, se creó una cooperativa agropecuaria el 12 de septiembre de 1959 en Juan Francisco, donde un año después germinaría —en el sitio seleccionado por él— la comunidad rural que también prometió a los guajiros de la región, que vivían dispersos en bohíos maltrechos. “Camilo cambió la vida de toda esta zona norte”, subraya Juan Rafael, muy al tanto, además, de la mejoría experimentada en los servicios de Salud y que tuvo expresión acabada en 1965 con la inauguración del Hospital Municipal Joaquín Paneca. Verdadera paradoja si se considera que unos siete años atrás la antigua fortaleza había sido testigo mudo del fuego cruzado entre fuerzas leales a Batista y las del Frente Norte, al mando de Camilo, en días en que a Yaguajay le nacía un Héroe, otro hijo.

Hospital Municipal Docente Joaquín Paneca, otrora fortaleza militar batistiana, tomada por las fuerzas rebeldes, comandadas por Camilo. Foto: Vicente Brito / Escambray.

(Tomado de Escambray.cu)