Por: Rafael Novoa Pupo
Considerada la más grande escritora cubana del siglo XX, Dulce María Loynaz nació en La Habana el 10 de diciembre de 1910. Hija del General del Ejército Libertador Enrique Loynaz y del Castillo, autor de la letra del Himno Invasor, y de la cubana María de las Mercedes Muñoz Sañudo, fue la primogénita de una familia de 3 hermanos.
Con solo diez años comenzó a escribir, y a los 17 años, ya aparecen publicados en el periódico “La Nación”, sus poemas “Invierno de almas” y “Vesperal”.
En 1927 con 24 años de edad, Dulce María se doctoró en Derecho Civil en la Universidad de La Habana, profesión que ejerció hasta 1961, siempre vinculada a asuntos de familia.
En su juventud, se casa con su primo Enrique de Quesada y Loynaz, pero el matrimonio termina infructuosamente en 1943. En el año 1946 logra contraer nupcias con el amor de su vida, Pablo Álvarez de Cañas, relación que se ve interrumpida trece años más tarde con el viaje que realiza este a los Estados Unidos, dejándola en una solitaria casona de El Vedado, donde se aisló por más de veinticinco años.
Dulce María Loynaz fue como su verso “Río”, al tener muchos contratiempos en su vida, tales como sus malogros matrimoniales, la terrible pérdida de sus padres y hermanos, y la incomunicación.
No obstante transformó su soledad en arte. La cultura y el ingenio de esa gran dama dieron vida a textos de casi todos los géneros literarios, como la poesía, narrativa, ensayo, epístolas y testimonios, donde brotaron de su más pura esencia, “Versos”, “Juegos de agua”, “Jardín”, “Poemas sin nombre”, “Un verano en Tenerife”, “Poemas náufragos” y “Fe de Vida, entre otras obras.
Mujer de carácter fuerte, fue amante de la prosa más que de la poesía, de la obra martiana, bailadora de danzón y habanera, y jamás abandonó su patria. En una ocasión expresó: “El país es como una madre, que hay que aceptar como es. Cuba es mi patria. A la patria, como a la madre, hay que verla siempre con cariño. No podría vivir lejos de la tierra en que nací”.
Recorrió Estados Unidos, México, Europa, Siria, Libia, Turquía, Palestina y Egipto, y se vinculó con reconocidas figuras del mundo hispanoamericano literario como Federico García Lorca, Juan Ramón Jiménez, Carmen Conde y Gabriela Mistral, entre otras.
Lectora incansable, desarrolló cualidades como políglota, y dominaba a la perfección el francés, el inglés, el italiano y, aunque no lo hablaba, el portugués también estuvo entre los idiomas que tradujo a su lengua materna.
En el año 1968 fue elegida miembro de la Real Academia Española, y presidió hasta el momento de su fallecimiento la Academia Cubana de la Lengua. Recibió el Premio Nacional de Literatura en 1987, y en 1992 el Premio Miguel de Cervantes de Literatura, siendo la segunda escritora en Cuba laureada con este importante galardón, luego de Alejo Carpentier, a quien le fuera otorgado en 1977.
Al amanecer del día 27 de abril de 1997, a los 94 años y afectada por el cáncer, Dulce María Loynaz falleció en su antigua mansión de la barriada de El Vedado ubicada en la esquina de las calles 19 y E, y donde desde el 5 de febrero de 2005, funciona el Centro Cultural que lleva su nombre.