Por: Rafael Novoa Pupo
El 4 de septiembre de 1933, se produce en La Habana, Cuba, el Golpe militar o revuelta de los sargentos, que fue comandado por el entonces sargento Fulgencio Batista, con la intención de deponer de la presidencia al presidente provisional Carlos Manuel de Céspedes y Quesada.
En la acción, los insubordinados dominaron rápidamente todas las guarniciones militares del país, depusieron a la oficialidad, y de acuerdo con los civiles se organizaron en la Agrupación Revolucionaria de Cuba, que tomó el poder en nombre de la revolución y designó un gobierno colegiado de cinco miembros: la Comisión Ejecutiva o Pentarquía.
El iniciador de la conspiración entre las clases y soldados del ejército, fue el sargento mayor Pablo Rodríguez Silverio, del cuartel maestre de la tercera compañía, Batallón No 2 de infantería, quien en unión del sargento primero José Eleuterio Pedraza de la primera compañía, y del sargento Manuel López Migoya de la segunda compañía, conformó el grupo primario.
Después se le sumarían el sargento mayor Fulgencio Batista, taquígrafo del Sexto Distrito Militar de Columbia; el sargento sanitario Juan Estévez Maynir del Hospital Militar de Columbia; el cabo Ángel Echeverría Salas, de la cuarta compañía del Batallón No 4; el soldado Mario Alfonso Hernández de la plana mayor del Batallón No 2 de infantería, y el soldado sanitario Ramón Cruz Vidal.
En la noche del 2 de septiembre los sargentos se citaron en el Hospital Militar de Columbia. Allí acordaron que Pablo Rodríguez pidiera autorización al teniente coronel Perdomo para realizar una reunión en el Club de Alistados con el fin de discutir proyectos relacionados con su bienestar y correo. En realidad, pretendían pronunciarse contra la eventual reducción de salarios, reclamar el uso de gorras y botas iguales a las de los oficiales y pedir la supresión de los asistentes que eran usados por la oficialidad como criados.
El 3 de septiembre Fulgencio Batista salió hacia Matanzas para contactar con los alistados de esa ciudad y recabar su apoyo. Pablo Rodríguez por su parte se entrevistó con el teniente coronel Perdomo y obtuvo su autorización para realizar la reunión en el Club de Alistados.
En la mañana del 4 de septiembre se realizó la reunión en el Club de Alistados. Fulgencio Batista fue el principal orador de los complotados y en nombre de la masa de soldados exigió un cambio de régimen. El ayudante del jefe del Ejército se limitó a pedirle que planteara elaborara un pliego con las demandas para entregarlo al coronel Julio Sanguily.
Creyendo Batista que el documento solicitado podía ser usado en su contra por la oficialidad se dirigió en compañía de varios miembros de la Junta de los Ocho a ver al coronel Blas Hernández para solicitar el apoyo de sus hombres al movimiento revolucionario.
A las ocho de la noche los miembros de la Junta Revolucionaria citaron a todas las unidades para el cine del campamento de Columbia que tenía mayor capacidad que el Club de Alistados. Por orden de Batista que dirigía la reunión las clases y soldados se hicieron cargo de las unidades y pusieron bajo arresto a los oficiales.
La Proclama de la revolución al pueblo de Cuba, fue firmada por casi todos los civiles presentes, y un único militar, Fulgencio Batista, como sargento jefe revolucionario de las Fuerzas Armadas de la República de Cuba.
El Séptimo Distrito Militar que correspondía a las fuerzas de artillería y cuya jefatura radicaba en La Cabaña se sumó a la sublevación de inmediato. Un grupo de sargentos se hizo cargo del cuartel de San Ambrosio, donde estaban la administración del ejército y sus principales talleres.
A las 2:00 de la madrugada del día 5, los sublevados ya controlaban La Habana y otro tanto sucedía en el interior de la Isla. El golpe había sido totalmente incruento, pues ni las autoridades civiles ni los oficiales, ofrecieron resistencia.
Al amanecer de ese mismo día, fue dictada en el campamento de Columbia la Orden General No 1, en la cual los principales dirigentes de la Junta de los Ocho anunciaban a los soldados y la nación, que asumían el mando del éjercito en nombre de la revolución.
Carlos Manuel de Céspedes, se encontraba de recorrido por las provincias de Matanzas y Las Villas que habían sido azotadas por un fuerte ciclón cuando fue informado del alzamiento ocurrido en Columbia.
El día 5 de septiembre regresó a La Habana y se detuvo en el poblado de San Francisco de Paula, donde su secretario particular le actualizó sobre lo que estaba sucediendo.
En horas del mediodía recibió una delegación de los golpistas en el Palacio Presidencia. El pentarca Ramón Grau San Martín fue quien le comunicó que había sido depuesto por un golpe militar revolucionario, y que la Agrupación Revolucionaria de Cuba, se hacía cargo de todos los poderes de la Repúblicas desde ese mismo momento.
Céspedes no opuso resistencia, y acompañado por el presidente de la Agrupación Revolucionaria de Cuba Carlos Prío Socarrás abandonó el Palacio. A partir de ese momento, se retiró de la vida pública. (Con información de Ecured).