Lidia y Clodomira, guerrilleras eternas de la Patria

Foto: La Demajagua / ACN

Por: Rafael Novoa Pupo

Lidia Doce, conocida por la Nena, nació en Velazco de Gibara, Holguín, el 27 de agosto de 1916. Se incorporó a las guerrillas casi a los 41 años en San Pablo de Yao, en las estribaciones de la Sierra Maestra. Cuando la columna dirigida por el Che incursionó en el lugar, se sumó a la Columna número Cuatro, donde el Che la convirtió en mensajera, además de cumplir otras misiones de apoyo a la guerrilla. Era muy buena bordadora, se pintaba el pelo con frecuencia para despistar, y gustaba de los colores negro, azul marino, y lila.

Por su parte, Clodomira Acosta Ferrals; campesina nacida en Manzanillo el primero de febrero de 1936, tenía 20 años cuando se sumó al Ejército Rebelde, sirviendo de efectivo enlace entre la Columna Uno del Comandante en Jefe Fidel Castro, y otras fuerzas que operaban en la Sierra Maestra y en el llano, durante la lucha insurreccional.

En junio de 1957, se unió al Ejército Rebelde, donde se escapó en muchas ocasiones de las manos batistianas, surcó sus líneas, y engañó soldados. Cierta vez, fue capturada y pelada al rape, y por orden del sanguinario Sánchez Mosquera, metida en el centro de torturas, la muchacha se las ingenió para quemar unas mochilas de los soldados, y en medio de la confusión por el fuego, logró fugarse.

Clodomira Acosta

El Comandante en Jefe y Líder de la Revolución Fidel Castro Ruz, le confío arriesgadas misiones. En incontables oportunidades llevó documentos confidenciales a La Habana, donde justamente en uno de esos viajes, contactó con Lidia, su compañera de hazañas.

El 12 de septiembre de 1958, fue un día tenebroso para estas dos humildes mujeres cubanas. En esa fecha decenas de esbirros montados en autos patrulleros, fueron conducidos por un delator a un edificio de la calle Rita, en el reparto Juanelo, en La Habana.

Allí se escondían Lidia Doce y Clodomira Acosta Ferrals, junto a sus compañeros de ideales, ellas fueron testigos de la brutal golpeadura y ametrallamiento de los jóvenes Alberto Álvarez de 21 años; Leonardo Valdés de 23; Onelio Dampiel de 22; y Reinaldo Cruz de 20 años. La tiranía de Batista estaba a la caza de ellos por el secuestro de la Virgen de Regla, y el ajusticiamiento del chivato Manolo Sosa conocido como Manolo el Relojero, acontecimiento donde habían participado, Cruz y Álvarez.

Los cuatro combatientes resultaron acribillados salvajemente ese 12 de septiembre. Reynaldo recibió 52 balazos, según se pudo comprobar luego en la morgue.

Lidia Doce

Mientras las dos mujeres se abalanzaron sobre los asesinos, las arrastraron fuera del edificio y las trasladaron de inmediato a la Oncena estación, y el día 13 a la 9na estación. A partir de ahí recibieron incontables torturas, imposibles de describir.

En la noche del 14 de septiembre de 1958, el jefe de servicio de Inteligencia Naval Julio Laurent, convenció a Ventura para que se las entregara. Laurent era un criminal conocido pues había tenido un papel muy activo en los asesinatos de los expedicionarios del Granma, dispersos luego, de Alegría de Pío.

El sicario las maltrató extraordinariamente para que hablaran, ninguna de las dos habló. Después de tantas torturas, sin sacarles ni una sola palabra, en la madrugada del día 15 ya moribundas, las introdujo en unos sacos de arena, las montó en una lancha al fondo del Castillo de La Chorrera, y las hundían en el agua y las sacaban, hasta que, al no obtener tampoco resultado alguno, las dejaron caer al mar, donde desaparecieron sus cadáveres el 17 de septiembre de 1957.

Foto: La Demajagua / ACN

Entre los miles de cubanos asesinados o desaparecidos en tiempos de dictaduras, resulta imposible olvidar a Lidia Esther Doce Sánchez y Clodomira Acosta Ferrals, quienes, aunque fueron torturadas salvajemente, sus enemigos no pudieron sacarle uno solo de sus secretos sobre las luchas clandestinas y rebeldes, por cuya razón las privaron de la vida, y desaparecieron sus cuerpos en el mar. El ejemplo y espíritu de estas dos heroínas ha quedado grabados en el corazón de su pueblo.

Sobre las dignas y heroicas cubanas, el Che Guevara expresó: “Sus cuerpos han desaparecido, están durmiendo su último sueño, Lidia y Clodomira, sin dudas juntas, como juntas lucharon en los últimos días de la gran batalla por la libertad (…) Dentro del Ejército Rebelde, entre los que pelearon y se sacrificaron en aquellos días angustiosos, vivirá eternamente la memoria de las mujeres que hacían posible con su riesgo cotidiano, las comunicaciones por toda la isla, y entre todas ellas para nosotros, para los que estuvimos en el frente número uno, y personalmente para mí, Lidia ocupa un lugar de preferencia”. (Con información de Ecured, y la Fiscalía General de la República).