71 años del asesinato de los líderes azucareros cubanos Amancio Rodríguez Herrero y José Oviedo Chacón

Foto: Trabajadores

Por: Rafael Novoa Pupo

El 18 de septiembre de 1949 quedó grabado en la Historia de Cuba porque ese día fueron asesinados por esbirros mujalistas, los líderes sindicales Amancio Rodríguez Herrero, y José Oviedo Chacón. El suceso ocurrió en el local del Sindicato de los Trabajadores Azucareros del central Francisco y sus colonias, en la localidad de Amancio, en Camagüey.

El supuesto objetivo de la reunión era someter a discusión demandas de interés vital para los obreros, y exigir reinvindicaciones comunes. La realidad demostró que aquella farsa era la carnada ideal para que un hombre de la talla de Amancio Rodríguez cayera en sus manos, y se concretara la orden de asesinato emitida en el Palacio Presidencial.

Con anterioridad, Amancio se reunió con las direcciones del Partido y el Sindicato, y propuso a los presentes convertir la citada asamblea en una verdadera muestra de combate revolucionario por la unidad de la clase obrera, el respeto a las conquistas, el convenio de trabajo, el pago de la superproducción y las diferencias de los días dejados de pagar por el desvío de cañas, así como contra la cuota sindical obligatoria, y por la democracia sindical.

Esa tarde del 18 de septiembre el inmueble estaba repleto, lleno de obreros agrícolas e industriales dispuestos a exigir el mantenimiento de sus conquistas frente a The Francisco Sugar Company y sus lacayos mujalistas.

Los afiliados ansiosos esperaban la llegada de “El Gallego” como cariñosamente nombraban a Amancio, su indiscutido líder. Los pandilleros declararon abierta la asamblea. Los trabajadores permanecían atentos, serenos y confiados en oír resonar las justicieras y proletarias palabras del incorruptible dirigente obrero.

Oscar Páez, uno de los traidores, se dirigió a los presentes en forma demagógica y provocadora. Amancio, que se encontraba cerca del pistolero, pidió la palabra. Ante la negativa, enérgicamente dijo: “¡Me dan la palabra o yo la tomo!”. Uniendo expresión oral con la acción, se dirigió con pasos firmes hacia el estrado, seguido de su inseparable compañero José Oviedo Chacón.

Una entusiasta andanada de aplausos congratuló la postura de El Gallego, pero inmediatamente fue silenciado por el tronar de sucesivos disparos, y un obrero con voz ronca y consternada con fuerzas dijo: “¡Han matado a Amancio!”. José Oviedo, quien avanzaba tras su compañero, recibía también un mortal disparo. El sepelio constituyó una verdadera muestra de duelo e indignación.

Ambos líderes estaban en la plenitud de sus vidas: Amancio tenía 31 años y Oviedo 47, militaban en el Partido Socialista Popular y compartían el ideal de defender a toda costa los derechos de quienes día a día dejaban parte de su existencia en los campos de caña, o en la fábrica.

Esta formaba parte de la primera industria del país, cuyos jugosos dividendos engrosaban las fortunas de los propietarios, en su mayoría estadounidenses, mientras quienes garantizaban la producción, percibían míseros salarios en solo tres o cuatro meses de labor al año.

Al sepelio de ambos dirigentes, que resultó una sentida manifestación de duelo y evidenció el repudio popular al régimen auténtico y a las divisionistas fuerzas del mujalismo, asistió Lázaro Peña González, verdadero líder del movimiento obrero-sindical. Al despedir el duelo Lázaro manifestó que algún día el crimen sería vengado y el central Francisco llevaría el nombre de Amancio Rodríguez, en homenaje al joven que dedicó su vida a la defensa de los derechos de los trabajadores. (Con información del periódico Trabajadores y Radio Maboas).