Por: Rafael Novoa Pupo
Aquellos disparos que el martes 22 de septiembre de 1905 resonaron en la habitación No. 1 del hotel La Suiza en Cienfuegos, causaron consternación en esta ciudad y en toda Cuba, porque en la balacera murió un joven congresista de prestigio nacional, el coronel independentista Enrique Villuendas, calificado como uno de los líderes con más capital político en las filas del Partido Liberal, agrupación que lo preparaba para su postulación, como aspirante a la presidencia de la nación.
Enrique Villuendas estaba por cumplir los 31 años, de ahí que cuatro años antes figurara como el miembro más joven de la Comisión Constituyente de 1901. Era uno de los críticos más fervientes de las apetencias reeleccionistas del primer presidente cubano impuesto por los Estados Unidos, Tomás Estrada Palma, quien maniobraba para continuar en un segundo mandato.
Villuendas había llegado desde La Habana a Cienfuegos, para celebrar en esta ciudad reuniones con jefes locales de su partido, y una serie de mítines políticos en apoyo al caudillo de su propia filiación, y candidato a las luego fallidas elecciones del 19 de marzo de 1906, el General José Miguel Gómez, quien mantenía cerrada disputa con el candidato del Partido Moderado de gobierno en el país, José Antonio Frías. En medio de un caldeado clima electoral, dos días antes delincuentes armados del partido de Estrada Palma, asaltaron y destruyeron el Círculo Liberal, de esta localidad.
Los enemigos políticos de Villuendas echaron a rodar la bola de que éste había traído explosivos para realizar ataques a los Moderados. Todo fue una burda farsa para hacer que los agentes del orden allanaran la habitación de Villuendas, y lo condujeran detenido sin respetar su condición de congresista.
El propio jefe de la policía local, acudió al hotel, y en medio de la discusión, Villuendas fue atacado a tiros por la espalda y rematado en el piso. Pero sus compañeros se defendieron y dieron muerte al oficial actuante, mientras otros varios policías y políticos civiles, resultaron heridos.
Las autoridades circularon la versión de que se habían ocupado bombas en la habitación, pero más tarde, pudo comprobarse y así resultó publicado en la prensa local, que la propia policía había plantado las pruebas: se trataba de artefactos inoperantes sacados del Museo de la ciudad para la macabra puesta en escena. Todo era una burla y una excusa burda, en interés de ocultar el asesinato premeditado, ordenado por Estrada Palma.
Seguidamente, los enemigos políticos trataron de impedir que familiares y amigos velaran el cadáver de Villuendas, pero en medio de una sonada revuelta en la ciudad por aquellos hechos, el coronel mambí Paulino Guerén, que había rescatado del hotel el cuerpo ensangrentado y sin vida del joven constituyentista, dispuso su hogar sito en la esquina de San Carlos y Gloria, como sitio para el velatorio de Villuendas, convertido en sentida muestra popular de respeto.
Una tarja, recuerda en letras talladas sobre mármol gris, aquel gesto de nobleza, cuando al amanecer del miércoles 23 el propio Guerén, costeó de su bolsillo las exequias del coronel independentista en la entonces necrópolis municipal, en la barriada de Reina.
Aquel propio 23 de septiembre, la Asamblea Nacional el Partido Liberal acordó no concurrir a elecciones, lo que dejó el camino expedito por segunda vez al entreguista Presidente Estrada Palma, que ocupó nuevamente la presidencia en mayo de 1906.
La manifiesta burla a la Carta Magna, provocó el alzamiento de los liberales, que se lanzaron a la manigua en campos cercanos a Cienfuegos, y en otros lugares del país. Esta nueva muestra de desacato a la mermada autoridad del mandatario, que desde el 12 había solicitado la mediación estadounidense, aceleró los planes para que el poderoso vecino del Norte, viendo peligrar sus intereses geopolíticos, consumara definitivamente la segunda intervención militar en la Isla, con el envío de barcos y marines a los puertos de La Habana y Cienfuegos y cuya ocupación se prolongaría hasta 1909.
Tiempo más tarde, cuando el Partido Liberal ganó la presidencia de la República en la figura de José Miguel Gómez, el General independentista ordenó erigir una estatua a su fiel correligionario y amigo Enrique Villuendas, escultura que preside hasta hoy el parque con su nombre, a la entrada antigua de la ciudad, por la Calzada de Dolores.
En septiembre de 2001, el majestuoso parque fue remozado, restableciendo su esplendor, junto a la escultura que perpetúa la memoria del coronel, Enrique Villuendas. (Con información de Periódico 5 de septiembre y Ecured).