Por: Rafael Novoa Pupo
El líder de la Revolución cubana Fidel Castro Ruz, con su proverbial capacidad de interpretar los tiempos y su actualidad, dijo el 11 de mayo de 1973 durante la velada por el centenario de la caída de Ignacio Agramonte: “…Y si queremos saber cómo deben ser nuestros tanques en la hora del combate: ¡deben ser como la caballería camagüeyana de Ignacio Agramonte en el rescate de Sanguily!..”
Desde entonces es costumbre reproducir en las torretas de los blindados cubanos, la figura de un jinete mambí con el machete en alto, a modo de recordación y compromiso con aquellas palabras del Comandante en Jefe, las cuales patentizan la continuidad histórica de los revolucionarios de hoy, con sus antepasados mambises.
Sobre ese hecho, al que Fidel hizo referencia, vale recordar que en la mañana del 8 de octubre de 1871 hace 149 años, el Mayor General Ignacio Agramonte y unos 70 jinetes de su legendaria caballería, ubicaron su campamento en un potrero cercano a Puerto Príncipe, ciudad donde las fuerzas colonialistas tenían asentadas varias columnas de las tres armas, que encuadraban a varios miles de efectivos.
El Brigadier Julio Sanguily, oficial de la tropa de Agramonte, pidió permiso y fue autorizado para visitar junto a sus escoltas el rancho cercano de Cirila López Quintero, a fin de que le lavaran su ropa, descansar de la marcha, y recuperarse de unas heridas.
Según varias versiones, mientras aguardaba por el vestuario y su desayuno, fue sorprendido por una patrulla española y llevado como prisionero ante el jefe de la fuerza hispana que lo había sorprendido, y que se calcula era de aproximadamente 120 hombres, aunque en algunos relatos, se habla de 300 efectivos.
Un escolta de Sanguily, escapó y alertó al jefe camagüeyano del suceso y de la circunstancia, de que la tropa española al saber la importancia de su prisionero, emprendió la marcha hacia Puerto Príncipe, donde de seguro le aguardaba a Sanguily un rápido consejo de guerra, y el fusilamiento de acuerdo con las órdenes y prácticas habituales que aplicaban a los mambises.
Al conocer la información, Agramonte ordenó al entonces comandante Henry Reeve, El Inglesito, que junto a otros combatientes explorara y determinara el lugar donde se encontraba la fuerza española. Posteriormente, seleccionó a 35 insurrectos con los que emprendió el encuentro, contra el enemigo.
Ante la presencia de la columna española, El Mayor desenvainó el machete y arengó: “¡Compañeros, en aquella columna enemiga va preso el General Sanguily y hay que rescatarlo vivo o muerto, o quedar todos en la demanda!”, seguidamente El Mayor rugió: “¡Corneta, toque a degüello!”.
No fueron necesarias más órdenes. Los cubanos siguieron a todo galope a su jefe, que como siempre fue el primero en llegar ante los soldados de la metrópoli, los cuales poco pudieron hacer ante tan inesperada embestida, que no les dio tiempo para establecer un cuadro defensivo, y muchos cayeron muertos o heridos, en los primeros minutos.
Cuenta la historia, que Julio Sanguily iba atado a la cabalgadura de un sargento, y vestido con uniforme español, y para evitar que sus compañeros lo tomaran por enemigo gritó ¡Viva Cuba Libre! y trató de dirigirse al bando cubano, ante lo que el suboficial lo hirió de un disparo en una mano.
En el momento en que se aprestaba a rematarlo, fue ultimado por un oportuno machetazo, mientras al brigadier lo sacaron las huestes mambisas del campo enemigo, en la grupa de un caballo.
Los cubanos literalmente, entraron por el frente de la columna española y salieron por el otro extremo con Sanguily. Tras de ellos quedó una diezmada y desmoralizada tropa que los cuadriplicaba, y a la que le hicieron 11 bajas mortales, y capturaron decenas de caballos, monturas, una tienda de campaña, y una buena cantidad de proyectiles, revólveres y sables.
Agramonte, muy emocionado, estrechó en sus brazos a Sanguily, y cuando hablaba del combate, decía que sus soldados no pelearon como hombres, sino que lucharon como fieras. (Con información del periódico Adelante y Ecured).