Por: Rubén G. Abelenda*
Cuando se acerca cada 25 de noviembre, es inevitable que los ojos de millones de seres humanos en este mundo derramen lágrimas ante el recuerdo de la partida física de uno de los gigantes de la historia de la humanidad: Fidel Castro.
Los hombres sí lloran Fidel, cuando te rememoramos cotidianamente, cuando te extrañamos a diario, cuando vemos tus imágenes por doquier, cuando vivimos momentos difíciles, cuando estamos lejos de la Patria que tú forjaste con tu ejemplo, valentía y dignidad.
Recuerdo ese 25 de noviembre de 2016 como el día más triste de mi vida porque te ibas, y como dice esa bella letra del cantautor Raúl Torres dedicada a ti, cada cubano exclamaba: …” padre mío no te sueltes de mi mano, aún no sé andar bien sin ti”.
Un colega amigo narró entonces: Cuba enmudeció, un silencio total se apoderó de la noche y las jornadas siguientes más afligidas de la historia de la mayor de las Antillas, tras el anuncio del fallecimiento del Comandante en Jefe hecho por el General de Ejército Raúl Castro, su leal hermano y revolucionario.
Consternados, los cubanos se transmitían la noticia, mientras desde todos los rincones del planeta tierra llegaban innumerables mensajes de condolencia a la isla de la dignidad, escribió mi colega.
En su mismo texto expresó:
En lo adelante, de seguro el sol no saldrá nunca más en la nación caribeña como cuando tú aparecías con ese andar de guerrero incansable, pero sabrás alumbrarla con tus ideas, pensamientos y reflexiones dondequiera que estés.
Y seguidamente auguró: Los cubanos y el mundo extrañarán tu presencia, pero estarás siempre en sus corazones, y «Fidel Es Fidel» se repetirá hasta el infinito.
Y así ha sido Comandante en Jefe a lo largo de estos complejos cuatro años, durante los cuales hemos sido más bloqueados, más agredidos, además de dañados por huracanes y tornados, y hoy enfrentados a una pandemia mortal.
Pero al mismo tiempo Fidel, nuestro pueblo se ha crecido, ha sido más solidario, más firme, más resistente, más altruista, como bien le enseñaste con tu actuar y tu visión de futuro.
Los hombres sí lloran padre nuestro, también de orgullo, cuando en los lugares más recónditos y oscuros de la tierra escuchamos un ¡Viva Fidel!, o que gracias a ti y a tus compatriotas el continente africano logró su independencia, y sus pueblos son atendidos hoy por nuestros profesionales de la salud, como igual lo hacen en otras regiones.
Nuestro altar eres tú, y claro que te pondremos velas siempre, aunque no las necesites porque con tu luz propia alumbras a nuestra isla y al universo. (Tomado de Trabajadores)
*Embajador de Cuba en Gambia