Por: Rafael Novoa Pupo
El arribo de la expedición del yate Granma, liderada por el jefe del Movimiento Revolucionario 26 de Julio Fidel Castro Ruz, a la costa suroriental de la isla en playa Las Coloradas el dos de diciembre de 1956, marcó el inicio de una nueva etapa en el combate, esta vez definitivo, por la redención de la Patria.
Tal fecha histórica adquirió desde entonces un enorme valor simbólico pues también señala el nacimiento del Ejército Rebelde, y las hoy Fuerzas Armadas Revolucionarias.
La promesa hecha por el joven abogado revolucionario de comenzar la insurrección armada se había cumplido, luego de vencer una azarosa etapa de preparativos en el exilio, en la capital de México, que tuvieron que realizarse en el más estricto secreto, con grandes carencias materiales y financieras.
Desde los meses de confinamiento en el presidio Modelo de Isla de Pinos, debido a los sucesos del 26 de julio de 1953, Fidel había comprendido que el dictador Fulgencio Batista no iba a dar ninguna oportunidad a formas de lucha por la justicia social, por las llamadas vías cívicas de la sociedad.
Al salir de prisión junto a varios moncadistas, Fidel fundó entonces el M-26-7 y partió al exilio con la firme convicción de regresar con un grupo de revolucionarios que debían acompañarlo para hacer la insurrección armada, como única vía posible ante la represión y los asesinatos del régimen.
Ochenta y dos hombres, viajaron en el yate Granma, eran en su mayoría muy jóvenes, con la excepción del segundo jefe de la expedición, el fogueado combatiente comunista y periodista Juan Manuel Márquez, con poco más de 40 años, quien fuera apresado, torturado y asesinado a pocos días del desembarco.
Entre los expedicionarios también cerraban filas el joven médico argentino Ernesto Guevara de la Serna, conocido más tarde como el Che Guevara; Raúl Castro Ruz, Camilo Cienfuegos y Juan Almeida Bosque, todos devenidos Comandantes del Ejército Rebelde, nacido aquel dos de diciembre.
El viaje fue duro y lleno de zozobras, debido a la fragilidad de la vieja embarcación, no a tenor de su tamaño reducido para la cantidad de hombres y armamentos que transportaba, sino porque presentó varias fallas de motor y se navegó por un proceloso mar de invierno, con esporádicas ventiscas y lluvias.
Además, durante la travesía, la caída accidental de un compañero al agua demoró más el trayecto, pues se detuvo la marcha, y no se reanudó hasta que fue encontrado sano y salvo.
La embarcación había partido el 25 de noviembre desde la ensenada de Tuxpan, en el puerto de Veracruz, y la operación tuvo que hacerse con premura, pues supieron que las autoridades mexicanas habían recibido las denuncias del proyecto clandestino y lógicamente, se disponían a actuar.
Estaban previstos cinco días de navegación, convertidos en siete, por las razones antes nombradas. Durante la travesía pasaron hambre, frío y sed, pero en todos ellos estaba intacta la convicción de continuar la lucha sin importar cuán grandes fueran los sacrificios, por venir en el camino.
Supieron por la radio de la realización del alzamiento del 30 de noviembre en Santiago de Cuba, previsto por el M-26-7 en apoyo al desembarco, para distraer al ejército del dictador Fulgencio Batista.
Lamentablemente, esta heroica acción no pudo concretarse con la sincronía esperada, pero el apoyo de de los revolucionarios y el heroico pueblo santiaguero, quedó registrada en la historia cubana como un hecho sobresaliente y abnegado.
El propio desembarco, al amanecer del día dos de diciembre, fue también otra hazaña pues debieron hacerlo en un intrincado y cenagoso punto de la costa oriental cubana que no era el previsto, enmarañado además por una fuerte barrera de manglares y un fondo cenagoso.
Cargando las armas que pudieron, agotados y desorientados, pues realmente no sabían bien en qué lugar de Cuba se encontraban, bajo el acoso de la aviación batistiana, ya volando prácticamente sobre ellos, llegaron a las sagradas costas.
El campesino Ángel Pérez Rosabal les confirmó que estaban en el territorio nacional. A los pocos días les esperaba un duro golpe en el enclave de Alegría de Pío, pero la suerte de la Revolución cubana estaba echada, y su destino era la victoria.
Seguidamente lograron avanzar hacia el corazón de la Sierra Maestra, fundar el glorioso Ejército Rebelde, y paulatinamente fueron alcanzados los objetivos de los protagonistas y miembros de aquel núcleo de patriotas con heroísmo, coraje, y al precio de la sangre y la vida preciosa de muchos hijos, de la Patria. (Con información de TV Granma y Ecured).