
Por: José Rafael Gómez Reguera
Como a todas las ciudades patrimoniales de Cuba, y a muchos otros sitios que resuman cubanía y patriotismo, Eusebio Leal vino a Trinidad varias veces, con esa fascinante humildad que le hizo respetable e invitó a reflexionar sobre lo que, a veces con buenos deseos, podría conspirar contra algo mucho más importante: la conservación de lo edificado, preservando valores intrínsecos, huyendo de afectarlo en lo más mínimo.

Cuando el Salón de los Pasos Perdidos del Capitolio Nacional, en La Habana, acoge las honras fúnebres a quien, fallecido el pasado 31 de agosto, durante muchos años fuera Historiador de La Habana, y encabezara la Red de Oficinas del Historiador y Conservador de las Ciudades Patrimoniales de Cuba, volvemos a la figura de ese amigo entrañable cuyos restos son venerados hoy por los capitalinos y desde mañana 18 de diciembre reposarán eternamente en un sitio, especialmente acondicionado para ello, en el Jardín Madre Teresa de Calcuta, de la Basílica Menor del Convento de San Francisco de Asís.


Pero Leal sigue andando y desandando las calles de la Habana Vieja y de venerables sitios capitalinos, y de cualquiera de las primeras villas fundadoras cubanas, donde la huella de su quehacer pervive, donde se le rememora por su sencillez y profundos conocimientos, por ese saber escuchar y por su peculiar manera de hilvanar historias, y evocar a los héroes de la patria, a nuestros momentos más sublimes, al entrañable Fidel.
Eusebio Leal se queda con todos los trinitarios, los que le conocieron de cerca y los que solo supieron por las noticias de que por aquí estuvo, ponderando a la Tercera Villa de Cuba como la joya de las ciudades patrimoniales cubanas, en un elogio insuperable al que estamos comprometidos a honrar.

