Rosita, la Gran Vedette que estará siempre en el corazón de su pueblo

Por: Rafael Novoa Pupo

Rosalía Palet Bonavia, más conocida en el mundo artístico como Rosita Fornés, nació en Nueva York el 11 de febrero de 1923. Aunque triunfó en México y Estados Unidos, y levantó aplausos en España y varios países de América Latina, el Caribe y Europa, indiscutiblemente fue la Rosa de Cuba.

El 12 de abril de 1938 cantó en La Corte Suprema del Arte, de la radioemisora CMQ, la milonga La hija de Don Simón. A partir de entonces eslabonó una serie de sucesos artísticos de primera magnitud, en los que prodigó su talento como cantante, actriz dramática y comediante, desempeño integral que se resume en el oficio que engrandeció: el de una vedette.

Ningún medio le fue ajeno: el teatro, la radio, la televisión, el cine. Casi ningún género dejó de incitar su pasión creadora: la zarzuela y la opereta, la revista de variedades y la comedia musical, el mambo y el bolero, el tango y la balada pop.

De haberse limitado, como tantas otras, a explotar únicamente su condición física, la belleza del rostro y las bondades de un cuerpo escultural, no sería la artista que todos calibraron. Rosita fue y seguirá siendo bella, pero siempre supo que ello no bastaba para transmitir emociones y contenidos artísticos, ni para que la mayoría de las actuaciones perdurara en la memoria por las convicciones que asumió y compartió con el público. De ahí que hiciera del ensayo, el estudio, la responsabilidad y el trabajo herramientas para obtener resultados.

Debutó como actriz cinematográfica en el largometraje Una aventura peligrosa (1939) dirigido por Ramón Peón. Llegó a la escena teatral en 1940 con la zarzuela El asombro de Damasco en el teatro La Comedia. Durante sus años de vida en México su éxito creció considerablemente. Allí se casó en 1947 con el actor y empresario mexicano Manuel Medel, padre de su única hija, Rosa María. La Compañía de Teatro lírico Medel-Fornés hizo época. En febrero de 1952, con el matrimonio en crisis, retornó a la Isla, donde la naciente televisión le hizo espacio por primera vez con en el programa Gran Teatro Esso, en CMQ-TV con la opereta La casta Susana, bajo la dirección musical de Gonzalo Roig. En medio de tales faenas conoció a Armando Bianchi, su futuro esposo, valiosa figura del espectáculo.

La televisión fue su casa. Por décadas protagonizó programas estelares, mientras alternaba en su carrera una activa participación en revistas de variedades, participaciones en festivales nacionales y extranjeros y, por supuesto, la escena lírica musical. Tras el triunfo de la Revolución en enero de 1959, tuvo noticias del hecho mientras giraba por España, por lo que adelantó la vuelta, y se contó entre las fundadoras del Teatro Lírico Nacional.

En más de una ocasión visitó la Tercera Villa cubana y ofreció su arte a todo el pueblo trinitario que la recuerda en los festejos fundacionales por sus atractivas presentaciones.

Prácticamente nunca dejó de trabajar, ni aun cuando se despidió de la zarzuela con las puestas de Cecilia Valdés (1998) en el papel de Doña Rosa Sandoval de Gamboa, y María La O (1999) como la Marquesa del Palmar, con la que coronó un periplo por la península ibérica.

Gracias al director Juan Carlos Tabío, el cine la recuperó en 1983 con Se permuta, cinta que le abrió las puertas a Plácido (1986), Papeles secundarios (1989), Quiéreme y verás (1994), Las noches de Constantinopla (2001), Al atardecer (2001) y Mejilla con mejilla (2011).

Rosita nunca dejó de sorprender ni de superarse a sí misma. Lo probó cuando Nelson Dorr la dirigió en la pieza teatral Confesiones en el barrio chino, escrita por Nicolás Dorr, especialmente para ella. El dramaturgo también la eligió para otras dos obras suyas, Vivir en Santa Fe y Nenúfares en el techo del mundo.

Durante su trayectoria artística, Rosita Fornés fue condecorada en 1995 con la Orden Félix Varela que concede el Consejo de Estado, y mereció los Premios Nacionales de Teatro (2001), Televisión (2003) y Música (2005). Además, perteneció al Consejo Nacional de la UNEAC, organización que la distinguió con la condición de Miembro de Honor.

Hace unos años a un colega confesó su arte poética: «El premio más grande que yo haya podido tener como artista, es la manera en que me ha recibido el público, cómo me ha querido siempre. Con eso me bastaba. Yo nunca me creí la mejor. Nunca». Rosita Fornés, falleció en Miami a las 4:07 horas de la madrugada del miércoles 10 de junio de 2020. Poco después, en La Habana, el pueblo de Cuba le rindió honores póstumos. (Con información de Granma y Ecured).