Por: Rafael Novoa Pupo
Es común, al estudiar la labor de preparación de la Guerra del 95 desarrollada por José Martí, encontrar reiteradas referencias a la ciudad floridana de Tampa en los Estados Unidos. Allí, el final del siglo XIX vio surgir clubes patrióticos, y escuchó al Apóstol pronunciar sus discursos “Los Pinos Nuevos” y “Con Todos y para el bien de Todos”. Allí Martí se retrató con los tabaqueros que constituyeron un importante sector de las familias cubanas, que desde Cayo Hueso se trasladaron para asentarse en el lugar que aún hoy se conoce como Ibor City, en honor al industrial español Vicente Martínez Ibor, quien facilitó terrenos para que los tabaqueros fabricaran sus casas.
A Cayo Hueso (Key West) y Tampa, habían llegado cubanos procedentes de La Habana y poblaciones cercanas. De su laboriosidad dejó constancia el Maestro en su inflamada defensa de los cubanos, Vindicación de Cuba, frente a los ataques de un periódico yanqui cuando expresó: “…lucharon contra el clima; dominaron la lengua extranjera; vivieron de su trabajo honrado, algunos en holgura, unos cuantos ricos, rara vez en la miseria…”
La gente humilde de Tampa, en su mayoría trabajadores de las tabaquerías, tuvieron en común el haber adquirido a través de las lecturas que escuchaban mientras trabajaban, una cultura y nivel de información que probablemente no existían dentro del proletariado norteamericano de la época. Esto debió influir en su preparación política lo cual se manifestó en el apoyo dado a la gesta independentista con la formación de clubes patrióticos en Ibor City y West Tampa desde los cuales se recolectaban armas, medicinas, e incluso se aportaba un “Día de Haber” destinado a recaudar fondos para la lucha.
La relación de Martí con Tampa es entrañable. La visitó por primera vez el 25 de noviembre de 1891 invitado por Nestor Carbonell, en viaje de propaganda patriótica muy similar a los que realizaría en varias ocasiones entre 1892, y 1894.
El 17 de febrero de 1892 en Nueva York, Martí pronunció uno de sus más emotivos discursos conocido como “La oración de Tampa y Cayo Hueso,” donde emocionado por el apoyo de la emigración en esos dos lugares expresa: (…)“Lo que tengo que decir, antes de que se me apague la voz y mi corazón cese de latir en este mundo, es que mi patria posee todas las virtudes necesarias para la conquista y el mantenimiento de la libertad” (…) para después agregar: “…creo a mi pueblo capaz, de construir sobre los restos de una mala colonia, una buena República…”
Ha pasado más de un siglo desde aquella primera visita de Martí a Tampa, y todavía se conservan algunos de los lugares donde él estuvo, y puede que mientras camine con su hijo de la mano, un padre diga: ¡Mira, aquí estuvo José Martí! (Con información de Cubadebate y Ecured).