Por: Rafael Novoa Pupo
El 10 abril de 1869, a pesar de las divisiones en el seno de las fuerzas independentistas, surgió la primera Constitución de Cuba, la cual decretó en su artículo 24, que todos los habitantes de la República son totalmente libres, ratificando así la abolición de la esclavitud. Casi un año después, una ley del 10 de marzo de 1870, completaba este artículo, cancelando los contratos impuestos a la emigración china, sometida y explotada. La Constitución estipuló también en su artículo 25, que todos los ciudadanos de la República serán considerados como soldados del Ejército Libertador. El texto afirmó además la igualdad entre todos los ciudadanos al expresar: “La República no reconoce dignidades, honores especiales o privilegios”.
Fue entonces que el 12 de abril de 1869, nacía la República de Cuba en Armas, siendo electo Carlos Manuel de Céspedes como Presidente, Salvador Cisneros Betancourt presidió la Cámara de Representantes, y Manuel de Quesada y Loynaz, fue nombrado Jefe Militar.
Céspedes, estaba a favor de un poder ejecutivo fuerte y vertical para conseguir más rápidamente la victoria en el campo de batalla. Según él, la República sólo era posible después de la emergencia de una nación independiente. Para conseguir el triunfo definitivo, la guerra imponía la composición de un poder supremo investido de la autoridad para adoptar con celeridad las medidas militares necesarias, sin dilación por parte del poder ejecutivo.
En su discurso oficial al pueblo de Cuba, Céspedes lanzó un llamado a la unidad de todas las fuerzas patrióticas expresando: “No desconozco la grave responsabilidad que he asumido al aceptar la Presidencia de nuestra naciente República. Sé que mis flacas fuerzas estarían lejos de hallarse a la medida, si quedasen abandonadas a sí solas. Pero no lo estarán; y esta convicción es la que me llena de fe en el porvenir. Cuba ha contraído, en el acto de empeñar la lucha contra el opresor, el solemne compromiso de consumar su Independencia, o perecer en la demanda”.
El Presidente de la República de Cuba en Armas decidió además extender la guerra a toda la isla para darle un carácter nacional, y dividió el país en cuatro Estados militares: Oriente, Camagüey, Las Villas y Occidente. Nombró a su cabeza a un Teniente-general para el aspecto militar, y a un gobernador civil. Cada Estado se dividía en distritos, cada uno controlado por un Mayor General y un Teniente-gobernador. A su vez, el distrito se declinaba en prefecturas y subprefecturas, bajo la dirección de un prefecto o subprefecto.
Céspedes, estaba también a favor de la destrucción de los intereses económicos españoles, para que la empresa armada afectara durablemente las finanzas de la monarquía.
El 18 de octubre de 1869, firmó un decreto que ordenaba la destrucción de todos los cañaverales. Desde un punto de vista estratégico, optó por una guerra irregular, método adaptado a la relación de fuerzas entre las dos partes, ya que el ejército español era superior en armas y en hombres, mientras que los revolucionarios dependían del material tomado al enemigo, y de las pocas expediciones procedentes del extranjero. Había que librar también, una batalla para el reconocimiento internacional, de la insurrección cubana.
A nivel diplomático, Céspedes desplegó una gran energía para conseguir el reconocimiento de su movimiento revolucionario, y de su estatus de beligerante por las naciones del continente. El 5 de abril de 1869, México, de Benito Juárez reconoció oficialmente a los revolucionarios de la isla, inaugurando así una larga tradición de apoyo a las luchas históricas de los cubanos por la dignidad.
El mismo mes, el 30 de abril, Chile también admitió el estado de beligerancia, seguido por Venezuela en mayo de 1869, Perú y Bolivia en junio de 1869, Brasil en julio de 1869, y Colombia. El resto del continente ofrecería más tarde, un reconocimiento oficial a la Revolución.
Céspedes siempre tuvo por objetivo la unidad de las fuerzas independentistas. Multiplicó los esfuerzos en ese sentido para encontrar una solución favorable a las luchas intestinas y preservar la integridad territorial de la isla frente a las veleidades autonomistas.
El 18 de junio de 1871, afectado por las intrigas de sus adversarios en el Parlamento, Céspedes reunió a su Consejo de Gabinete y propuso entregar su renuncia a causa de las leyes que adoptó la Cámara de Representantes, que perjudicaban gravemente la acción del gobierno.
Los miembros del gobierno le imploraron a que conservara su cargo en nombre del interés de la Patria. Recibió múltiples expresiones de apoyo por parte de sus compatriotas en Cuba y en el extranjero, particularmente de la Sociedad de Artesanos Cubanos de Nueva York.
Céspedes, sabía también que podía contar con valerosos y aguerridos jefes, tales como Máximo Gómez y Antonio Maceo, a la vez que expresó su convicción al decir: “Los españoles no pueden competir con nosotros en valor, fuerzas, ni resistencia”. En cambió había dos aspectos en que España era superior: el armamento y la brutalidad.
En una misiva a su esposa Ana de Quesada con fecha del 7 de agosto de 1872, relató esa triste realidad cuando escribió: “Cumplió ese día un año del desembarco de Agüero, es decir, un año que no recibimos ni un grano de pólvora, ni un fusil, ni un hombre, en cambio, los enemigos han recibido de todo en abundancia, y sin embargo, no nos han vencido, pero han derramado arroyos de sangre inocente. En su afán de reprimir la rebelión, Madrid no se fijó ningún límite”.(Con información de Periódico Adelante y Ecured).