A pesar de que todas las encuestas favorecen a Lula, Bolsonaro no duda en seguir tensando el ambiente al extender un manto de sospecha en relación a cualquier resultado que no le sea favorable en las urnas
Millones de brasileños irán a las urnas el próximo domingo para votar en la primera vuelta de unas elecciones marcadas por el clima de tensión, en las que se disputarán la Presidencia 11 candidatos, encabezados por el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, primero en las encuestas, y el actual mandatario, Jair Bolsonaro.
Tras la jornada del domingo, y en caso de ser necesario, la segunda vuelta se celebraría el día 30.
Los comicios están envueltos en un inédito clima de tensión, alimentado por las dudas que ha sembrado el presidente Jair Bolsonaro, quien se presenta a la reelección, sobre si reconocerá la eventual derrota que le vaticinan todas las encuestas.
En un análisis publicado por la agencia EFE, se recuerda que los ataques del líder de la ultraderecha contra el sistema electoral han sido crecientes desde que asumió el poder en 2018. El propio Bolsonaro, con declaraciones ambiguas, ha azuzado el fantasma de un golpe de Estado.
“La historia se puede repetir” advirtió el mandatario derechista el pasado 7 de septiembre en un discurso con motivo del Día de la Independencia, después de enumerar varias fechas históricas, algunas de ellas alusivas a levantamientos militares y al golpe de Estado de 1964.
Ese día, numerosos seguidores le pidieron en un mitin impulsar una intervención militar, clausurar el Parlamento y destituir a los jueces del Supremo.
Bolsonaro, lejos de desautorizar estos exabruptos, los ha amparado en el marco de la libertad de expresión.
Según analistas consultados por EFE, la posibilidad de que Bolsonaro no reconozca el resultado de las elecciones no se puede descartar, ni tampoco el riesgo de que se trate de emular el asalto al Capitolio de Estados Unidos, que protagonizaron los seguidores de Donald Trump en enero de 2021 para evitar que se reconociera la victoria de Joe Biden.
“Las democracias comienzan a morir cuando los políticos cuestionan el sistema electoral y cuando se atacan las instituciones democráticas. Trump lo hizo y Bolsonaro no está distante. Sus ideólogos son los mismos”, comentó Paulo Ramírez, profesor de la Escuela de Sociología y Política de Sao Paulo.
Hasta el momento, según este analista, las instituciones brasileñas han conseguido neutralizar todos los ataques al sistema electoral que han partido del bolsonarismo.
El Parlamento rechazó recuperar el voto impreso, como pedía Bolsonaro en el marco de una campaña de descrédito de la seguridad de las urnas electrónicas, a pesar de que nunca se detectó un fraude desde que se introdujeron en el país, en 1996.
El Tribunal Electoral ha introducido cambios en el sistema de recuento de votos en aras de la transparencia, para evitar la posibilidad de cualquier cuestionamiento por parte de los militares, que por primera vez se han inscrito como observadores del proceso electoral.
La oposición de la sociedad civil a los ataques de Bolsonaro también ha sido firme y se ha plasmado en manifiestos a favor de la democracia, que han sido respaldados por asociaciones empresariales, universidades, grupos sociales e incontables personalidades.
Esta resistencia civil muestra el fracaso del bolsonarismo en su apuesta por ampliar el respaldo social a su campaña contra el sistema electoral, apunta Carlos Machado, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Brasilia. Y para que prospere un golpe, “es necesario el apoyo de la sociedad, no solo de los militares”.
No obstante, según este analista, “el único miedo” reside en que esas ideas sí han calado en el núcleo duro del bolsonarismo, en especial en grupos organizados del sector de seguridad, tales como militares, cuerpos policiales y grupos armados ilegales que controlan numerosas favelas de Río de Janeiro.
Los militares podrían tratar de apoyar a Bolsonaro para defender los privilegios y los cargos públicos que han obtenido en los últimos cuatro años.
Pero también les podría interesar “abandonar el barco” del líder de la ultraderecha para evitar un mayor desgaste en la imagen de la institución.
El riesgo más palpable para los analistas es que el alto nivel de crispación derive en nuevos episodios violentos, tales como los dos asesinatos políticos que se han conocido en el país en los dos últimos meses, una situación inédita en elecciones pasadas.
En ambos casos, los crímenes fueron perpetrados por seguidores de Bolsonaro, que mataron a votantes del principal candidato opositor, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva.
Y a pesar de que todas las encuestas favorecen a Lula, Bolsonaro no duda en seguir tensando el ambiente al extender un manto de sospecha en relación a cualquier resultado que no le sea favorable en las urnas el próximo domingo.
La agencia Prensa Latina recordó que al comienzo de la campaña electiva, el 16 de agosto, eran más los nombres, pero las candidaturas del político Pablo Marçal, del Partido Republicano de la Orden Social (PROS), y del exdiputado Roberto Jefferson, del Partido Trabalhista Brasileño, fueron impugnadas por el Tribunal Superior Electoral (TSE).
Marçal vio tronchada su aspiración después de que el timonel de la organización política, Eurípedes Júnior, retirara su candidatura, declarara que el PROS no presentaría una propia y que apoyaría al expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, abanderado de la Coalición Brasil de la Esperanza.
El 1 de septiembre, el TSE confirmó por unanimidad la desestimación de la candidatura de Jefferson, al figurar inelegible hasta finales de 2023 por la condena en el escándalo denominado Mensalão (de la palabra mensualidad), que estalló en 2005.
Tal neologismo, popularizado por el exparlamentario, fue utilizado para referirse a una mesada pagada a diputados para votar a favor de proyectos de interés del Poder Ejecutivo.
Casi todas las encuestas de opinión apuntaron a una estabilidad en la polarización de la preferencia del electorado entre Lula y el mandatario de tendencia ultraderechista Jair Bolsonaro.
Lista de los 11 candidatos presidenciales:
- Jair Bolsonaro, de 67 años. Busca la reelección por el PL, su décimo partido. Elegido por primera vez para la presidencia en 2018. Hizo carrera como diputado federal por Río de Janeiro, puesto que ocupó de 1990 a 2018. Antes fue concejal de la capital Fluminense por dos años.
- Luiz Inácio Lula da Silva, de 76 años. Disputará su sexta elección para el cargo. Derrotado en 1989, 1994 y 1998, el fundador del Partido de los Trabajadores fue elegido en la segunda vuelta en 2002 y reelegido, también en segunda ronda, cuatro años después.
El extornero mecánico fue diputado federal por Sao Paulo por un mandato. Llegó a colocarse como precandidato a la Presidencia para volver al cargo en el referendo de 2018, pero resultó detenido sin pruebas por una condena dentro del marco de la desactivada operación judicial Lava Jato. En 2021, fueron revocadas todas las condenas por la Corte Suprema de Brasil. (Tomado de Cubadebate).