Sin borrar los pesares del día a día, llegar a otro Primero de Enero, unas veces con el viento a favor, otras en contra, puede verse como una obra de resistencia, unidad y adaptación por duros que hayan sido los contratiempos
Por: José Luis Camellón
Le dijimos adiós a un año durísimo; parecía que después de arrinconar la COVID-19 y de bendecir esas vacunas Made in Cuba que nos salvaron, el 2022 depararía, al menos un respiro a los cubanos, aun cuando de antemano se sabía que las medidas de asfixia económica y financiera no aflojarían un milímetro. Pero ni el más encumbrado de los adivinos podía predecir lo que acontecería en el país entre enero y diciembre.
Ubicada en la cintura de la isla, Sancti Spíritus ha sido reflejo de esa vida apretada que nos ha acompañado durante 12 meses, donde el latigazo del apagón se volvió una tempestad de agonía y también de resistencia. Enhorabuena, la crisis energética ha ido acomodando el rumbo y, sin transformar totalmente el panorama tecnológico, diciembre terminó mejor alumbrado.
Aunque distantes de la geografía espirituana, los tres acontecimientos que estrujaron la nación también sacudieron el territorio. La explosión del hotel Saratoga, el incendio de la base de supertanqueros de Matanzas y el azote del huracán Ian al occidente estremecieron a los espirituanos y no pocos coterráneos tejieron una obra de solidaridad a puro valor y sacrificio.
Más allá de las múltiples medidas y ajustes económicos, le decimos adiós a un año que nos ha estrangulado desde la inflación y los precios, porque entre carencias, la menguada producción, los deprimidos servicios y el costo de los alimentos la vida aprieta como un zapato. Termina un año donde la creciente migración separa familias, levanta preocupaciones y desafíos a lo interno.
Apenas esbozamos algunos matices de la economía en Sancti Spíritus, la cual dibuja un comportamiento que no sorprende, a fin de cuentas, ese otro latigazo en que se convirtió la falta de combustible durante buena parte del año resultó un verdadero parteaguas para un territorio que asienta su base productiva principal en las actividades agropecuaria y cañera.
Más que cifras, basta mirar la depresión de las producciones de arroz, porcina y azúcar para encontrar la relación entre el abastecimiento de recursos y los resultados; ni siquiera el huevo, uno de los renglones más estables por años en la provincia, llega esta vez al nivel proyectado.
Son disímiles los indicadores a sopesar, mas no es momento de llover sobre lo mojado, porque, aunque hay señales de reanimación y algunos resultados que superan al período precedente, ahora mismo cada espirituano o familia repasa el 2022 desde el prisma personal, y esa será siempre la más concreta de las valoraciones.
En el reciente Pleno del Comité Provincial del Partido trascendió que los principales indicadores del plan de la economía en el territorio exhiben una situación desfavorable, comportamiento anclado en casi la mitad de las empresas con su correspondiente impacto en las ventas netas. Entre las causas, se citaron el incremento de los precios, la falta de insumos y materias primas, debilidades en el desempeño de las estructuras administrativas en la planificación, organización del trabajo y en la búsqueda de alternativas ante el déficit de materiales.
No se trata de cortar el optimismo, tampoco interponer pesimismo al augurio de que el 2023 puede ser un año mejor. Es tiempo de empujar desde lo colectivo y lo individual, de acabar de sepultar loas desmedidas, de aplaudir planes que apenas llegan al tobillo de las necesidades; es momento de coherencia entre el discurso y la realidad, de que las cifras lleguen al plato, se expresen en servicios de calidad, en resultados que bajen precios.
El 2023 empieza con el mismo lastre del 2022: problemas, carencias, limitaciones, inflación, altos precios y estrechez de finanzas. También con las mismas reservas en lo organizativo, en lo creativo y en la capacidad de articular mejor los nuevos actores económicos con la empresa estatal, llamada a liderar la actividad.
Pero la moda no puede seguir siendo que ahora casi todo se intenta resolver por la vía de la mipyme o el trabajador por cuenta propia, desangrando los presupuestos; mientras el Estado se revela incapacitado para asumir actividades o prestaciones tan comunes como la pintura, la chapistería, la reparación del ponche de un neumático o una actividad recreativa, por citar algunos ejemplos. Sin embargo, montones de dilemas y necesidades en los municipios y los barrios esperan por el dinero para allanar soluciones.
El 2023 llega desbordado en retos y desafíos. Si algo requiere es trabajo, poner los recursos y las finanzas donde más se traduzcan a favor del bienestar colectivo; también objetividad y sentido común en cada decisión, implementar la práctica de buscar la opinión popular en el barrio, la parada o el centro de trabajo, porque es allí donde está el pulso de la credibilidad, de la economía y del servicio.
Pasó un año tan atropellado por sucesos, apagones y escasez, que tal vez el mayor deseo era que se fuera, para depositar las esperanzas en el que empieza. Sin borrar los pesares del día a día, llegar a otro Primero de Enero, unas veces con el viento a favor, otras en contra, puede verse como una obra de resistencia, unidad y adaptación por duros que hayan sido los contratiempos. (Adaptado de Escambray).