En más de 70 países se celebra el Día de los Padres el tercer domingo de junio, una fecha originalmente consagrada al concepto católico de la paternidad. Otros doce, inspirados en esa misma tradición, lo festejan como Día del Padre o San José, el 19 de marzo
Por: Alina Iglesias Regueyra
La primera celebración en Cuba se le atribuye al entusiasmo de la escritora Dulce María Borrero, práctica iniciada en 1938. Su antecedente más directo se remonta a inicios del siglo XX, cuando una joven estadounidense celebró una misa a su padre, héroe de la guerra civil, quien al quedarse viudo educó con ejemplaridad a sus cinco hijos. De esta manera, se generalizó la costumbre en todo el país.
Es esta una ocasión para reconocer la huella que dejan en la descendencia los buenos padres, abuelos, tíos y padrastros, ¿por qué no?, que contribuyen al mantenimiento, la educación, la formación y la guía de los menores a su cargo.
En Cuba, desde el 8 de septiembre de 2003, se considera al hombre capaz de asumir una licencia por maternidad (¿paternidad?), para atender a sus bebés recién nacidos, con el mismo rigor que lo haría la madre y con los mismos beneficios de pagos y reserva de su plaza en su centro de trabajo, de hasta un año de ausencia por tan importante motivo.
Por eso, no es raro verlos enmarañados entre sabanitas, culeros, pañitos y biberones de leche en las consultas de Neonatología de hospitales y policlínicos, manejando todo con igual destreza que las madres, quienes en el salón de espera los miraban primero con extrañeza, aunque a la altura de más de diez años, ya la fuerza de la costumbre los sitúa como iguales.
Tampoco es difícil encontrarlos en las reuniones de padres en las escuelas, aunque en algunos casos, muchas nos quejemos de que son todavía “reuniones de madres”, y las maestras apenas los soliciten para arreglar ventanas o reparar instalaciones eléctricas.
Igualmente se les valora en su rol de educadores, de transmisores de valores, sentimientos y actitudes positivas como la caballerosidad, la ternura, el compañerismo, la solidaridad, la nobleza y la bondad, sin temor a que los tilden de flojos, sobre todo hacia sus hijos varones, ahora más, cuando la costumbre de besar las mejillas ha vuelto a retomar bríos ante las nuevas concepciones ampliadas de la masculinidad, ajenas al machismo insolente, cruel e intolerante de antaño.
El Día de los Padres es tiempo de celebrar a aquellos que nos iniciaron en el amor por la lectura, por el estudio y la investigación; a quienes nos sumaron a su ejemplo que querer conocerlo todo y lograr una perfección en su trabajo, ya fuera oficio o profesión académica.
Vaya un agradecimiento especial a los padres por sus consejos donde vibra la justicia, la sabiduría y la experiencia; una loa por su respeto y reconocimiento hacia la familia y la maternidad, cuando reconocen la autoridad máxima al rechazar la pregunta del hijo: “¿Puedo?” con otra sugerencia: “Pregúntale a tu madre”.
Es inevitable recordar aquellos versos que escribiera a sus padres, muy joven, José Martí, los cuales finalizan de esta manera: “porque es muy grato sobre la frente, sentir el roce de un beso ardiente, que de otra boca, nunca es igual”.
Felicidades, papá.
(Trabajo publicado originalmente en Radio Enciclopedia)