Trinidad: tres meses después de aparecer la COVID-19

Trinidad se queda en casa y asiste a días diferentes. Foto: Ana Martha Panadés.

Por: Ana Martha Panadés Rodríguez

El 11 de marzo Cuba anunciaba los primeros tres casos positivos del nuevo coronavirus y fue en Trinidad, en una casa de arrendamiento, donde se hospedaron los cuatros viajeros procedentes de Italia y con ellos un intruso invisible, el nuevo coronavirus, que ha puesto al mundo de cabeza. CUBA ANTE LA COVID-19 (I) (II) (III) (IV) (V) (VI)

De inmediato el país organizó todas sus fuerzas y recursos para enfrentar a la COVID-19; desde entonces esta sureña localidad no es la misma, una extraña quietud se ha instalado en su Centro Histórico, Patrimonio Cultural de la Humanidad y visitado por miles de turistas cada año; cambiaron las rutinas de los trinitarios quienes acataron desde los primeros momentos todas las medidas dictadas por el Consejo de Defensa Municipal en función de frenar la propagación de la enfermedad y proteger el bien más preciado, la vida.

En múltiples frentes se ha librado la batalla contra la COVID-19; empresas y organismos reajustaron sus planes, se extendió la modalidad del trabajo a distancia siempre con la premisa de proteger a las madres de niños pequeños y personas mayores de 60 años; se actualizaron los registros de las familias más vulnerables, de nuestros ancianos solos y muchos confirmamos lo atinado del programa de los trabajadores sociales.

La prioridad desde el primero momento fue la protección de las personas y a partir de esa premisa – y con los recursos disponibles- se aplazaron pagos y obligaciones fiscales, se distribuyeron productos esenciales, se reajustaron servicios y vieron la luz no pocas certezas: muchos, la mayoría -digo yo- desde su puesto, estuvieron dispuestos a ayudar, a sumarse a esta batalla que es de todos.

Las escuelas cierran las puertas para proteger a los infantes y sus familias, pero las tareas escolares tienen que tener continuidad en casa. Foto: José Rafael Gómez Reguera.

Así, mientras algunos se quedaron a buen resguardo en el hogar; entre ellos nuestros niños, que aprenden desde casa; otros aportan desde una fábrica, desde el surco o detrás de un mostrador; y es que cada cual encuentra su lugar en esta guerra contra un enemigo, cuyas armas -tan peligrosas como los misiles- son las microgotas de saliva.

Tres meses después de notificarse la enfermedad en la isla no pocas lecciones aprendemos los cubanos porque la solidaridad adquiere otras dimensiones, desde los profesionales de la salud que dejan atrás a la familia y traspasan la zona roja, desde el productor con su carga de viandas o frutas para ayudar en la alimentación de los enfermos, hasta los niños que resguardan sus sueños en casa o los jóvenes de blanco que tocan a la puerta, preguntan y salvan.

En Trinidad, como en toda Cuba,  se despliega un fuerte trabajo. Foto: Alipio Martínez Romero.

Tres meses después de vivir sobresaltos; de estar atentos a la conferencia de prensa del doctor Francisco Durán; de respaldar cada medida que se colegia en la reunión diaria del Grupo Temporal para el enfrentamiento a la COVID-19, dirigida por el presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez, los trinitarios trabajamos, aportamos a la economía y al progreso, confiamos en nuestras fortalezas para avanzar juntos hacia la recuperación progresiva y ordenada.

Negocios privados cierran y se acogen a facilidades tributarias. Foto: Ana Martha Panadés.

Y en este camino, a veces azaroso, no puede faltar la disciplina que nos ha conducido al punto donde estamos hoy: por debajo del escenario más favorable descrito por los científicos cubanos; tampoco debe falta la solidaridad, el mejor antídoto para desterrar el egoísmo, y la unidad que hoy felizmente se gesta en la familia y crece como árbol benefactor.

Trinidad no es la misma desde que el nuevo coronavirus llegó como un intruso no deseado, se reinventa junto a sus hijos, como lo que es, una Ciudad Creativa.