Por: Joaquín Gómez Serra
Trinidad, la Villa Patrimonio de la Humanidad como parte de esta gran Isla también le abre sus brazos y su corazón al Papa Francisco. Y como buenos hijos de esta gran América que dijo basta y echó a andar, su afición ha vibrado con el fútbol de Argentina, igual que lo hace hoy con el primer Papa de Latinoamérica, y que tiene el honor de ser hijo de esa gran tierra que vio nacer a ese otro grande que se llemó el Che Guevara.
Su Santidad como buen argentino lleva el fútbol en sus venas, y al ser capaz este deporte de reunir a millones de personas en el mundo, lo considera una forma de inculcar valores a las nuevas generaciones de infantes, llámense niñas y niños, de todo el mundo, sin distinción de razas ni credos.
Para todo buen argentino el fútbol, más que deporte, espectáculo o recreación, es una forma de vida, una identidad heredada y mantenida por generaciones, a lo cual no queda exenta la figura del Papa Francisco, quien ha dejado ver en múltiples ocasiones con hechos y palabras sus fuertes vínculos con este deporte.
Otra muestra de cómo la persona del Sumo Pontífice siempre aparece vinculada a esta pasión mundial, lo hizo plantear tres importantes lecciones de convivencia social ligadas a la vida religiosa:
— Los cristianos falsos y sin decisión se quedan de suplentes (no entran al juego).
— Quien entra en el campo de la vida nunca está solo.
— Jugar en ataque por la justicia, el amor y la paz.
«A mí me gusta decir que la vida es un partido. Y las situaciones hay que atajarlas de donde las patean. La vida hay que tomarla como viene. Después, qué hacemos con eso. Pero no hay que dejarla pasar. El partido hay que jugarlo.
“En el partido de la vida pongamos en juego los valores que queremos para nuestros jóvenes y nuestros niños. No es un partido para ganar dinero, para enriquecerse. Al final terminas solo con tu dinero, con tu riqueza, con tu egoísmo, con tu soledad. Un partido que se juega en conjunto, que se juega en equipo. Y ese es el valor del deporte. Solo no se puede jugar. De ahí que el trabajo que nosotros queremos hacer con los chicos, es para que en cada gol crezca todo el equipo, no sólo el que lo metió, sino todo el equipo. Que haya menos excluidos», afirma el Papa.
Asimismo, ha condenado públicamente la violencia en los estadios, muy en boga en su nación con las llamadas barras bravas “que oscurecen el fútbol argentino”, lo que no hace más que empañar esta disciplina por aficionados, que lejos de disfrutar atacan y agreden a jugadores o fanaticadas contrarias, algo que según confiesa no veía cuando niño.
En entrevista al diario La Voz del Pueblo comentó en una ocasión: “Son esas salvajadas propias de la persona que la pasión lo desborda, y también la prepotencia y la no sociabilidad, la incapacidad de vivir en sociedad”.
A raíz de un partido interreligioso por la paz, en la que jugaron un grupo de leyendas y estrellas internacionales del deporte de la blanquinegra el papa Francisco dijo que «el fútbol es un ejemplo de coexistencia que permite excluir toda discriminación de raza, de lengua y de religión».
El papa Francisco, quien desde que asumió el liderazgo de la iglesia católica en marzo de 2013, ha lanzado la campaña de “diálogo” para resolver los conflictos políticos, interreligiosos y sociales, dijo a los jugadores que «la religión debe ser un vehículo para la paz, no el odio».
Pero el destino quiso que el Papa Francisco no se destacara encima de la grama de un estadio de fútbol o en su Club Atlético San Lorenzo de Almagro, del cual conserva aún su carné de socio con el número 88235, fundado en abril de 1908 por el Padre Lorenzo Massa, con el objetivo de rescatar a niños y jóvenes de las calles.
Hoy que la Mayor de las Antillas le abre sus brazos, todos los cubanos creyentes o no creyentes, pero sí amantes del deporte, le imploramos al destino que le dé mucha vida al Papa Francisco, y le decimos que él nació no para ser un Messi o un Maradona sino el Mesías del mundo, y el orgullo de Latinoamérica, por ser hoy el primer Papa de la historia oriundo de esta región.