Por: Mariolys González Calderón
El 9 de mayo de 1929, en la localidad de Media Luna, en la oriental provincia cubana de Granma, vino al mundo Celia Sánchez Manduley, una niña de bello rostro. La distinguían el arrojo de la muchachita de campo, y su naturalidad.
La educación que Celia recibió de sus padres, formó en la “más autóctona flor de la Revolución” un espíritu rebelde y patriótico, amor a la naturaleza y devoción por los exponentes de la cultura nacional.
Su sonrisa se reconoce en las mujeres incorporadas al trabajo y al estudio desde los primeros años de la Revolución, en las personas a las que les tendió la mano en momentos difíciles, en las obras donde dejó grabada su huella.
Fue ella la más fiel intérprete y ejecutora del pensamiento de Fidel. Sobresalió en sus trabajos como secretaria de la Presidencia y del Consejo de Ministro, así como del Consejo de Estado. Celia fue fundadora y miembro del Comité Central del Partido Comunista y diputada a la Asamblea Nacional.
No hubo obra social, plan o tarea a la que no le dedicara esfuerzo y total entrega. Hizo posible lo aparentemente imposible. Incorporada a la lucha clandestina y guerrillera, fue ejemplo de dedicación y solidaridad.
Su recuerdo vive y vivirá siempre en el altar de los más sagrados valores históricos, no solo en Cuba, sino en América. Ella fue de la estirpe de Mariana Grajales y de Manuelita Sáez. Está ahí para siempre en las enseñanzas y los recuerdos que, brotando de su corazón, llegaron al alma y la conciencia de nuestro pueblo.
Celia ayudó a construir esa obra grande, eterna, incomparable que hoy se eleva con las misiones extraordinarias en la Venezuela Bolivariana, cuya Revolución avanza con fuerza indetenible, hacia una América unida y combatiente por el legítimo derecho de sus pueblos. La América nuestra de Bolívar y Martí.
Fidel resumió de la mejor manera lo que significó Celia para él: “ He tenido siempre una confianza ilimitada en las cosas que organizó Celia, cuya mano, cuya idea no está ausente en nada de lo que podamos ver, en cualquier tarea: la forma en que se consagraba, el arte con que hacía las cosas, el amor con que las hacía, la forma en que educaba a las compañeras y a los compañeros y, sobre todo, la consideración que les tenía a todos y apreciaba el trabajo de todos. Yo tenía una gran confianza en todo lo que ella hacía, cuando organizaba, seleccionaba, ayudaba y educaba”.
Esta inigualable mujer continúa haciendo historia, las féminas de hoy continuamos el legado que nos dejó “La Revolución por encima de todo”, que debe mantenerse con nuestra conducta diaria como cubanas revolucionarias, como mejores seres humanos. Es nuestro deber para con aquella mujer inolvidable.
Su muerte el 11 de enero de 1980 dejó dolor en muchos cubanos. Como repiten sus colegas de lucha y su querido pueblo: entonces, perdimos a la Flor más Autóctona de la Revolución. No caben más atributos para calificarla. En esa frase está todo dicho.
Quién como ella, sensible eternamente, primera guerrillera, imprescindible en nuestra historia, versátil y modesta, sencilla como una candelilla. Quién con tantos nombres: Flor, Mariposa, Ninfa, Esther de los Desamparados… o simplemente Celia.