Por: Carlos Luis Sotolongo Puig
El reconocido investigador trinitario lleva la literatura al universo de la museografía a través de una versión expográfica sin antecedentes en Trinidad, inspirada en la obra de Andrés Pi Andreu.
A simple vista, puede confundirse con una serie de objetos sin relación aparente. ¿Qué vínculo puede existir entre una ofrenda a una deidad yoruba, una libreta de abastecimiento, las pinturas de los patriarcas de una adinerada familia del siglo XVIII y una pañoleta escolar? La luz para ordenar el simulado desconcierto llega desde las letras estampadas en páginas asidas a las paredes.
Literatura y museografía van de la mano en Lo que sabe Alejandro, versión expográfica del trinitario Víctor Echenagusía Peña, basada en el cuento homónimo de Andrés Pi Andreu, escritor habanero radicado en los Estados Unidos.
Por vez primera en el territorio las distintas manifestaciones de las artes plásticas no están en función de ilustrar el contenido del texto, sino de “transcribir en una visión ordenada la sustancia y los entes de una pura ficción, en este caso un libro infantil. Es una aventura sin paralelo en la museografía cubana, al menos que yo tenga noticia”, expresó el crítico de arte Atner Cadalso.
Insólita también le pareció al autor la idea esbozada por Víctor al concluir la lectura de Lo que sabe Alejandro, premio La Edad de Oro 2012; narración donde, a partir de los apuntes en su cuaderno de notas, el protagonista ofrece su visión infantil del mundo que lo rodea. ¿Cómo llevar al plano artístico el contenido literario sin caer en la trampa de la ilustración?
“Basado en el lenguaje del personaje principal, llevo los objetos que él mismo describe a lo expo-gráfico y utilizo objetos museables, fotografías, lencería, esculturas…”, añade Echenagusía.
La bendita dislocación traza un recorrido ordenado por episodios y no atendiendo a la cronología de la obra. En opinión de los avezados: “Víctor crea con esta exposición dos universos paralelos: ese que llamamos real y objetico y aquel que transcurre dentro de las páginas (…) El mundo entero puede estar contenido en solo un minúsculo puñado de objetos y recuerdos; pequeños objetos y recuerdos que le confieren sentido a una vida absolutamente infinita”.
A tal punto llega el preciosismo de la muestra que cuida el detalle de no transcribir a máquina los episodios, sino a través del puño y letra del pequeño Eloy Alejandro Sotolongo Rendón, quien estuvo “15 días escribiendo. Vaya, terminé con tremendo dolor en el brazo”, comenta a Escambray a modo de preciada declaración.
“Normalmente un ilustrador lo hubiese hecho plano, pero me parecía que había que dimensionar los objetos para una mayor riqueza visual. Hay quien dice que es una locura, quizás porque es diferente”, continúa Víctor, quien retoma sus esencias como museólogo, la pasión de la cual no logra desprenderse a sus 71 años pese a la trayectoria como investigador en cuestiones patrimoniales.
¿Cuánto hay de vivencia personal contenida en la exhibición?, pregunta Escambray.
Todos hemos sido niños y guardamos un referente de esos años, a veces mejor; a veces, no tanto. Fui muy feliz durante mi infancia hasta la adolescencia, cuando la guerra contra la dictadura me marcó notablemente. Al leer Lo que sabe Alejandro me di cuenta que era como retomar mi etapa infantil. También me sirvieron de referencia los dibujos de mis hijos, de niños del barrio. Por eso hay mucha autobiografía aquí, puede decirse que es el resultado de lo vivido”.
Quien asome por estos días a la Galería Tristá, perteneciente a la Oficina del Conservador de la Ciudad de Trinidad, le parecerá llegar a una suerte de almacén. Mas, si repara en las palabras presas en las cuartillas, podrá conocer con todas luces lo que Víctor Echenagusía sabe de Alejandro.