El verdadero y legítimo 24 de febrero

Por: Mariolys González Calderón

A José Martí le cupo el honor de encabezar este nuevo esfuerzo emancipador. El Apóstol estudió con profundidad las causas que propiciaron los reveses de los cubanos en las guerras precedentes y trabajó intensamente para dar solución a los principales problemas que habían dificultado la obtención del triunfo

El 24 de febrero de 1895 se reinició la revolución por la independencia de Cuba, que a su vez constituyó uno de los acontecimientos más importantes ocurridos a fines del siglo 19 en América Latina y cuyo resultado fue el fin del colonialismo español.

Desgraciadamente esta contienda sirvió de escenario a la primera guerra imperialista en la historia de la humanidad y al debut oportunista, en su nuevo rol, al imperialismo norteamericano, lo que sirvió de paso para dar la razón, de manera categórica a José Martí.

La guerra iniciada un día como hoy fue la continuación del proceso revolucionario iniciado por Carlos Manuel de Céspedes el 10 de octubre de 1868, que se extendió por diez años y culminó con la firma del Pacto del Zanjón, por una parte, y con la Protesta de Baraguá protagonizada por el Mayor General Antonio Maceo Grajales, en marzo de 1878.

Un año después se desarrollaría, en dificilísimas condiciones, la Guerra Chiquita, que también concluyó en fracaso. Sin embargo, ambos sucesos le aportaron a los revolucionarios cubanos un conjunto importante de experiencias, tanto positivas como negativas, que serían aprovechadas más tarde por la nueva generación de patriotas.

El verdadero y legítimo 24 de febrero es para los cubanos aquel de 1895 en que los patriotas conducidos por un Partido creado para hacer la Revolución, reanudaron la batalla inconclusa por conquistar su independencia.

Luchadores jóvenes y viejos, blancos, negros, y humildes protagonizaron el evento. Su única paga era la satisfacción de ponerse al servicio del ideal emancipador; una hornada rebelde dispuesta a los mayores sacrificios, orgullosa de poder desempolvar los fusiles y afilar sus machetes para emprender nuevas cargas contra el enemigo.

El 24 de febrero de 1895 nació de la genialidad del Héroe Nacional de Cuba que fue capaz de advertir otro peligro, porque había vivido en el monstruo y le conocía las entrañas. Por eso levantó a los cubanos todos contra dos adversarios, porque había que vencer a España y erguirse como un David para lanzar la honda contra el gigante.

Para ello convocó a una guerra que debía ser “breve como el rayo” ya que, de prolongarse, podría darle el pretexto a la norteña nación para inmiscuirse en ella y realizar su viejo sueño de apoderarse de la Mayor de las Antillas. Porque “una vez en Cuba los Estados Unidos, ¿quién los saca de ella?” se preguntó Martí convencido de los riesgos de las apetencias imperiales y de la necesidad de cerrarle con la independencia de la Isla, el paso de siete leguas por tierras americanas.

Nuestro 24 de febrero quedó inconcluso, como la clarinada de Céspedes en la finca La Demajagua, pero encontró continuadores, que honraron a la fecha con la creación de Radio Rebelde, emisora fundada en la Sierra Maestra por el Che, la voz de una Revolución martiana, fidelista, cubana, de la verdad, y la victoria.

A 121 años, ese es y será el legítimo 24 de febrero, el de Martí, el de los verdaderos patriotas cubanos, el del Ejército Rebelde, relevo victorioso del Ejército Libertador, el de la soberanía, el que se inscribió en la historia de esta tierra para siempre porque encarnó la voluntad de todo el pueblo de ser independientes.