La guerra de nunca acabar

Sancti Spíritus es la única provincia sin transmisión de dengue demostrada en lo que va del 2016 (Foto: Carlos Luis Sotolongo / Escambray)Después de la Limpia del Escambray, aquella batida miliciana contra el bandidismo, quizás nunca más en Trinidad se había tirado un “peine” tan grande como el operativo desplegado en los últimos meses para aniquilar a los mosquitos del género Aedes y las causas y condiciones que generan su reproducción.

Esta vez el cerco no es en la montaña; se tiende en manzanas y casas; los efectivos se pasan semanas y meses sin poder abandonar el terreno. Aun así, el insecto resiste, reaparece; no en las intrincadas cuevas del lomerío, sino en tanques y otros depósitos de agua ante las mismas narices de los moradores y las fuerzas que supuestamente lo tienen acorralado.

Ni pensar que al mosquito lo atraiga el encanto de la villa-patrimonio. Si su eliminación parece la guerra de nunca acabar, los peligros derivados de tal acecho obligan a no desmayar en el enfrentamiento porque lo que está en juego es la salud y la vida misma de los pobladores.

Contra los Aedes se han aplicado casi todas las alternativas de la guerra convencional: “fuego” aéreo, humo, lucha química, trampas, redadas en fronteras y transportes de todo tipo y, hasta la cacería microscópica con lupas.

Sin embargo, para las fuerzas cubanas la campaña antivectorial se convierte cada vez más en un desgaste sistemático, porque las posiciones conseguidas en varias etapas no se sostienen, surgen nuevos focos del vector y basta que sean tres, seis u ocho, para que se decrete otra vez la emergencia.

Después que se retiró el cerco de verde olivo, con visibles lecciones de rigor y control, ha reaparecido la alta focalidad, más agravada en Trinidad; de ahí el desvelo por revertir el peligroso panorama porque, incluso, que no haya foco no borra las causas y riesgos.

Sancti Spíritus es la única provincia sin transmisión de dengue demostrada en lo que va del 2016, mas las autoridades sanitarias admiten que prevalecen causas proclives para la aparición de esta y otras enfermedades. Por ello la gran deuda en la lucha antivectorial constituye, precisamente, la sostenibilidad, pese a los cuantiosos recursos materiales y humanos que se destinan a ese frente.

No hace falta recordar que implica convivir con los mosquitos del género Aedes y esa asombrosa versatilidad si de trasmitir enfermedades se trata; pero, una cosa es la baja percepción de riesgo, desoír las indicaciones sanitarias, el poco apoyo popular, subestimar al vector, restar importancia al tapado de las vasijas y no echar el abate; y otra, que nadie tiene derecho a poner en peligro la salud de todo un vecindario, porque la ley así lo estipula.

En el más reciente análisis realizado en la provincia a este programa de trabajo se miró al fondo del asunto y algunos conceptos parecen retomar la lógica: la sostenibilidad no puede asumirse por campañas y, para lograrla de forma real, hay que alcanzar calidad, efectividad y verdadero control de las labores.

A pesar de las múltiples estrategias y movilizaciones la solución duradera no sobrevive y quizá lo más insostenible de todo el abanico de acciones que se acomete sea el desplazamiento de personas de un territorio a otro para “apagar” el fuego, a veces recoger el churre de aquel o realizar el trabajo que le toca a otro.

Hoy se admite que la exigencia sanitaria no está en la provincia a la altura de las complejidades ambientales, falta percepción de riesgo a escala ciudadana, están incompletas las plantillas de operarios y no se trata de trabajar más, sino de trabajar mejor.

Recientemente aparecieron seis focos de Aedes en Fomento. Entre las causas principales se cuenta que varios de los operarios de allí estaban movilizados en otros municipios. ¿Hay sostenibilidad cuando se debilitan las fuerzas de un territorio para acudir a la emergencia de otro? ¿Por qué cada municipio no garantiza los operarios de la campaña?

En Trinidad vuelve a concentrarse la situación más delicada y, pese al trabajo en el contexto del Ejercicio Meteoro, persisten focos y manzanas reincidentes, a la vez que se identifica allí como una debilidad no lograr la movilización popular.

Más allá de bajar la focalidad, eliminar escombros y cubrir la plantilla de operarios, la escasez de agua se convierte en el detonante principal del problema, al punto de que por cada casa hay, como promedio, entre 8 y 10 tanques, de tipologías tan diversas que muchos carecen de posibilidades para colocarles tapas. En tales condiciones es de suponer que la hermeticidad de las vasijas puede fallar, pero no la acción de echarle abate como ocurre.

Mientras la villa viva casi en una permanente sequía, el amasijo de tanques y otros depósitos se convierte en la alternativa al alcance del trinitario para procurarse las reservas de agua.

Tal vez sea ese el verdadero encanto que ha encontrado el Aedes en Trinidad; agua limpia en vasijas que suman miles.

Para que en toda la provincia la campaña deje de ser la guerra de nunca acabar es imprescindible tener más control y eficiencia en las acciones, lograr el acompañamiento masivo del pueblo y despertar la percepción del riesgo en la población. A este último comportamiento no se llegará a través del humo, el abate o la charla de rutina; se impone ampliar el conocimiento, elevar la exigencia sanitaria y el uso de la legalidad, caminar desde la persuasión, acudir al diálogo y hurgar en las causas de la apatía.

(Tomado de Escambray Digital)