
Por: Oscar Alfonso Sosa
Viven a pesar del tiempo y deslumbran entre tanta modernidad que les coteja. Y se alimentan del palpitar que les incorporan quienes desandan la añeja villa del Espíritu Santo.
Son ellas, las rejas, los altos portones, los ventanales prominentes, los rojizos tejados, las cúpulas, los espaciosos patios interiores y muchas huellas más, las que siguen invitando a visitar la ciudad.
Porque esa, la otrora villa del Espíritu Santo es una tentación, para quienes quieren, hoy, transitar por las sendas de lo antiguo.
Con todas sus vivientes huellas, con su gente de hoy, con sus espacios matizados por los tiempos, la ciudad es precisamente un sitio tentador, es un destino.



