En Cuba, desde los primeros años de la Revolución, mucho se ha hecho por superar la forma tradicional de ser hombre y sus manifestaciones en el ejercicio de la paternidad. Son palpables los logros, pero aún necesarias nuevas reflexiones y acciones respecto a las limitaciones
Por: Lisandra Fariñas Acosta
¿Paternidad o paternidades; ¿una o muchas, todas iguales, cuál es el modelo a seguir? Son dudas que afloran por estos días, ante la proximidad de otro tercer domingo de junio. «Asistimos a un proceso de construcción de nuevas y diversas formas de paternidad, más democráticas, flexibles, afectuosas, comprometidas con la crianza y educación de la descendencia, por tanto, más apegadas a derechos y responsabilidades», es el primer mensaje en el que insiste el Doctor en Ciencias Ramón Rivero Pino, investigador y Profesor Titular del Centro Nacional de Genética Médica de Cuba.
Para el especialista, quien ha trabajado los temas de paternidades y masculinidades, ser protagonista de una paternidad responsable significa expresar de manera íntegra un alto grado de conciencia hacia la pareja, hijas e hijos, y una gran entrega en la formación de nuevos individuos para bien de la sociedad. «Es el cumplimiento fiel de los deberes y obligaciones que tienen los padres para con sus hijas e hijos, desarrollando una actitud consciente y responsable en relación con la misión de que estos(as) se desarrollen sanos, física, sicológica y socialmente. Se trata entonces de paternidades que encarnan esencialmente amor», sostuvo.
Pero, –insiste el entrevistado–, «este tipo de paternidad que viene construyéndose, como cualquier proceso nuevo y revolucionario a la vez, afronta contradicciones, requiere de conciencia crítica acerca de este tipo de función social, especialmente para poder superar lo contenido en el rol de padre tradicional, que ya no contribuye a la emancipación y dignificación plena de las nuevas generaciones, y por el contrario, encuentra cada vez más resistencia en niños, niñas, adolescentes y jóvenes».
Se trata de responsabilidades que debemos compartir, por una parte, la sociedad a través de sus políticas públicas, servicios y programas; y por otra, las familias, las parejas, las personas, especialmente los hombres que han decidido convertirse en papás, dijo.
De acuerdo con Rivero Pino, en este empeño hay algunas ideas que son necesarias divulgar más, ofrecerles atención en los diferentes espacios de socialización, de manera que se logre por todas las vías posibles incidir en que los padres se parezcan cada vez más a lo que de ellos esperan sus hijos e hijas.
La primera de estas estaría para el profesor relacionada con la etapa del noviazgo, que viene a ser de «los amoríos, reconocimiento mutuo, entrega pasional, intercambio de mensajes, de inquietudes y reafirmaciones, pero, sobre todo, de elaboración del proyecto futuro de pareja, donde se empieza a ser papá.
«La mujer comienza a pensar y a construir esta realidad mucho antes. La sociedad a través de la socialización, se ocupa de inculcarle la idea de la maternidad, pero en el hombre este proceso aparece más tarde, precisamente en esta etapa. Para él, este es el primer momento de reflexión seria acerca de elecciones y opciones pro-creativas. Es evidente entonces que él llega con menos preparación, información, conocimientos y habilidades a este momento, a lo que hay que sumar que no recibe toda la ayuda que necesitaría en tanto la paternidad no es un asunto relevante en las representaciones sociales como lo es la maternidad», apuntó.
Esa es la razón por la cual, en el abordaje de este tema, en ocasiones los hombres no reaccionan como espera su novia. En este sentido, es clave que los hombres desarrollen conciencia crítica respecto a su situación, para que logren gestionar eficientemente la ayuda que necesitan, lo que influirá positivamente en la consolidación de la relación de pareja y en su disposición hacia la paternidad, reflexionó el doctor Rivero Pino.
La siguiente etapa, explicó, se corresponde con la noticia del embarazo; y en ese sentido señaló que es muy necesario que los hombres cuenten con la información requerida para afrontar adecuadamente el momento de la gestación, la cual hay que buscar por todas las vías posibles. «Se trata de un evento que no solo cambiará su vida sino la de su novia, esposa y familia. Se ha demostrado que cuando los futuros padres reaccionan bien en la etapa del embarazo, cuando se muestran afectuosos, comprensivos, colaborativos, se sienten mejor ellos, disfrutan a plenitud su paternidad y contribuyen a que su novia-esposa viva el proceso con más seguridad y bienestar».
Según el entrevistado, las investigaciones dan cuenta de que las reacciones del hombre ante la noticia del embarazo de su compañera son muy variadas. “Las mismas dependen de su relación con la novia-esposa, con las familias de cada parte, pero sobre todo con su historia personal y especialmente de las relaciones con su padre. Todo esto influye no solo en la paternidad sino en el rol sexual de los hombres. Es por esto que el embarazo es sin dudas, un momento de crisis en el hombre, en el papá».
«En la literatura se describen reacciones que van desde el miedo hasta los celos; y los síntomas más comunes abarcan dolor de cabeza, dolor de espalda, dolor de dientes, molestias a nivel gastrointestinal como náuseas y vómito, úlcera gastroduodenal, pérdida de apetito o, por el contrario, aumento de peso. Estas situaciones generalmente están asociadas a preocupaciones respecto a la pareja y el feto. Por lo general, se aprecian respuestas más afectuosas y de apoyo a la madre por parte de los hombres y estas tienen implicaciones para el futuro de la pareja y de la relación padre-hijo», abundó.
Esta etapa, como se puede apreciar, también tiene repercusiones físico-síquicas para los hombres, por eso es importante buscar las vías de canalización de las inquietudes, preocupaciones y contradicciones que aparezcan. «El personal de salud, las familias, las amistades, por el lugar de cercanía emocional que ocupan respecto a la cotidianeidad de las personas están llamados a desempeñar un papel importante de orientación y movilización de madres y padres que se encuentran en esta etapa, pero el protagonismo en la búsqueda de soluciones ante esta situación corresponde a los últimos», dijo.
La etapa de gestación es otra de vital trascendencia para la conformación de la paternidad. En opinión del entrevistado, durante el embarazo, y sobre todo en el primer trimestre del mismo, la mujer queda atrapada por cambios neuro-hormonales causantes de malestares. También este período es generador de situaciones estresantes, de conflictos que dejan su huella en el mundo intra e inter subjetivo de la gestante.
«Algunas de las preocupaciones que generan inquietudes y hasta sufrimiento en las mujeres embarazadas están asociadas a las reacciones de sus esposos, de los futuros papás. Los hombres pueden y deben contribuir creando condiciones sicológicas favorables, lo que se suele llamar clima sicológico positivo. Cuando ellos hacen sentir bien a la madre, cuando la hacen sentir segura, satisfecha, amada, cuando ellas sienten que su esposo, el padre de su hijo-hija está disponible para satisfacer sus necesidades, que son también las de los hijos-hijas, entonces, se puede afirmar que los hombres están contribuyendo a crear un clima sicológico apropiado que favorece el proceso del desarrollo de la embarazada», refirió el investigador.
Pero, insistió, también el papá necesita de estas atenciones por parte de su compañera. Se trata de una relación de pareja, donde ambas partes desempeñan un rol esencial durante este periodo.
No menos relevante resulta el nacimiento, dijo. «Para muchos padres resulta frustrante el hecho de llegar al hospital acompañando a su esposa en el momento del parto. Sienten que toda la experiencia compartida, los buenos y malos ratos junto a su familia en función del hijo(a) por venir se pierden. Las exigencias de la institución hospitalaria sitúan una barrera, un obstáculo que no permite dar continuidad a ese trabajo de tres que se vino realizando hasta ese momento. Esta situación no solo tiene implicaciones negativas de cara al pasado, sino al presente de esa relación familiar. El nacimiento es un momento importante en la nueva etapa de la vida familiar y en particular de la relación padre-hijo. Que el padre pueda participar del nacimiento de sus hijos (as) tiene un significado para él, para la madre y la descendencia», opinó.
«Múltiples investigaciones han puesto en evidencia la importancia del apego precoz padre-hijo(a), a lo que algunos especialistas denominan bonding, al significar el proceso de desarrollo por parte de los hijos(as) de máxima receptividad respecto a las personas que los cuidan, y las implicaciones que ello ejerce en el desarrollo personológico de los infantes y de los propios padres», subrayó.
Estudiosos de esta temática como Forleo, y Zanetti, en su texto El papá en espera, apuntan que «el compañero que puede asistir y darse cuenta de lo que significa concretamente los dolores de parto y el parto, que puede asistir a la expulsión del hijo, constatar su bienestar físico y el primer vagido, que puede compartir con su propia esposa un momento inolvidable después de horas de tensión, recibe indudablemente estímulos capaces de aportar repercusiones favorables a la vida conyugal futura», referenció el experto.
Asimismo, sostuvo que en la literatura médica existen estudios que indican cómo la presencia del padre no es solo importante desde el punto de vista sicológico, sino también desde el estrictamente obstétrico. Disminuye la duración de los dolores de parto y mejora el ritmo de las contracciones, comentó.
«La vuelta a casa de mamá, papá y la descendencia es otro momento trascendental. Los primeros tiempos en esta etapa son muy difíciles para los tres, por las particularidades de los roles que se desempeñan. Es este un momento complejo aunque hermoso. Se ha incorporado a la rutina familiar un nuevo miembro, el cual requiere de una atención especial, para lo cual mamá y papá no están suficientemente preparados, pero en cada acto entregan lo mejor de sí de modo que las necesidades del niño(a) sean satisfechas. La madre debe realizar un gran esfuerzo pues sobre ella, a partir de las asignaciones sociales, recae el peso mayor de esta atención y suele sentir que lo tiene que afrontar generalmente sola, ya que el papá vuelve a su trabajo de todos los días con el énfasis también que en ello pone la mirada social», destacó.
De manera que las madres, apuntó el doctor Rivero Pino, además de la sobrecarga, experimentan el temor a la equivocación, sobre todo las primerizas, y reclaman a veces a través de la queja al marido su mayor participación en este proceso. Tanto mamá como papá centran la atención en el hijo(a) y este es un motivo de cierto malestar en la pareja, al sentir desatención del conyugue, lo cual genera contradicciones y conflictos que a veces se enmascaran en lo que debe o no hacerse para atender bien al hijo(a). La superación de estas contradicciones pasa por el desarrollo de la conciencia crítica de mamá y papá respecto a la dicotomía entre los roles tradicionalmente asignados y las funciones que cada una de las partes debería cumplir, enfatizó.
PADRES, HIJOS: UNA RELACIÓN QUE SE CONSTRUYE
La función paterno-materna, entendida como las características objetivas observables que favorecen la relación padre-hijo, consiste esencialmente en la proyección del comportamiento paterno-materno sobre las necesidades básicas de los hijos, lo cual implica el conocimiento por parte de los padres y madres de las características fundamentales de las diferentes etapas del proceso de crecimiento de sus hijos, explicó el entrevistado.
Para el doctor Rivero Pino, estos derechos y obligaciones, aun cuando evidencian cambios en relación a etapas precedentes, siguen permeados por asignaciones socio-culturales que ejercen una influencia negativa sobre las prácticas paterna y materna, lo que se expresa en dificultades en áreas como la comunicación, la afectividad, la autoridad, la transmisión de valores, la participación en las tareas domésticas, el ofrecer seguridad, entre otras, no respondiendo de esta manera con exactitud a las necesidades de los hijos e hijas.
Ello constituye una limitación para su adecuado proceso del crecer, tanto en la dimensión personal como social.
En la primera etapa de vida del hijo (recién nacido), es importante que la función de los padres esté dirigida fundamentalmente a provocar la actividad del niño en la comunicación, relacionándose con él como sujeto, destacó el entrevistado.
Otro elemento importante lo constituye a su juicio el ofrecer seguridad, lo que está estrechamente vinculado con lo anterior. Aquí es imprescindible responder de forma adecuada ante las demandas del recién nacido, comprendiendo que los malestares y sufrimientos también forman parte del proceso de crecimiento, dijo.
«Durante la primera infancia la función básica de los padres y madres consiste en propiciar las acciones del niño con los objetos del mundo circundante, permitirle la manipulación y el desplazamiento con cosas y lugares a él destinados, dejarlo percibir libremente», expresó.
Asimismo, el profesor refirió que resulta muy beneficioso que los padres y madres sitúen adecuadamente pautas a la conducta de los hijos. Al no estar bien establecidos los límites se suceden los regaños con el consiguiente doble mensaje y ambivalencia que lesionan la autoridad. Cuando se le sitúan correctamente los límites, se crea seguridad y confianza, ya que ello implica una determinada orientación en el medio.
Con relación al niño de la etapa preescolar, insistió en que los padres y madres deben propiciar y estimular el juego. Para que la actividad sea óptima, se debe tratar de no mantener al niño en los estadios ya superados del juego y favorecer la diferenciación de reglas dentro del rol por medio del repliegue paulatino de la situación lúdica.
Es conveniente en esta etapa, agregó el entrevistado, facilitar modelos positivos para la identificación y estar preparados para el interés cognoscitivo de los hijos.
«Toca también alentarlos a ser ellos mismos, sin sobreprotección, aceptando sus acciones independientes y permitiéndoles errar, sin exigirles más allá de sus posibilidades», alertó.
En el caso del niño de edad escolar, la función de aportarles conocimientos no sólo es de los padres, corresponde también a otras instituciones. Aquí es muy importante que el niño aprehenda los límites y procedimientos para la adquisición de los conocimientos.
En esta etapa, además, se le debe ofrecer al escolar una adecuada ubicación en el espacio, orientando su actividad en y hacia el mundo extrafamiliar. Se debe emprender también la redefinición de límites, lo que implica una reorganización del tiempo familiar, del espacio disponible para la intimidad de sus miembros, así como del equilibrio entre la independencia que se debe incentivar, dijo Rivero Pino.
Por otra parte, en la pubertad-adolescencia, con la aparición de cambios biológicos, se generan dudas acerca de sí mismos, de lo que con uno sucede, necesitándose la intervención del adulto con afecto y comprensión. «De acuerdo a la presión que el hijo vaya ejerciendo en la búsqueda de independencia o separación, padres y madres deberán írsela otorgando, contribuyendo a su orientación e indicando el medio social, como el lugar donde han de resolverse las dudas relacionadas con, por ejemplo, los cambios de la sexualidad».
Es muy importante negociar los límites, flexibilizarlos, de manera tal que los hijos vivencien la propia autonomía, insistió.
«La independencia y la diferenciación en un momento determinado se convertirá en autonomía y con ella estará ya el muchacho en condiciones de elaborar su propio proyecto de vida».
A menudo, explicó el entrevistado, el desconocimiento de estas funciones por parte de los padres trae aparejado efectos negativos tanto para el desarrollo personológico de los hijos y la armonía familiar, como para la salud de la sociedad.
«El ejercicio consciente y correcto de la paternidad y maternidad implica dos aspectos importantes: uno cognoscitivo, expresado en la interiorización que hagan los padres de las características y necesidades fundamentales de sus hijos e hijas en cada una de las etapas del ciclo evolutivo; y uno conductual, visto en la proyección que tenga sobre la conducta paterna y materna todo ese conocimiento, las respuestas concretas que se den ante situaciones reales y cotidianas. Todo lo anterior, por supuesto, mediado por los afectos» concluyó.
(Tomado de Granma digital)