Parecía que las ideas libertarias del Apóstol de la Independencia de Cuba morirían en el olvido a cien años de su natalicio, pero profundas sus doctrinas en los corazones y en el pensamiento de los jóvenes de la Generación del Centenario lo impidieron.
En ellos crecía y se diseminaba la ideología nacionalista, antiimperialista y democrática fundada en las convicciones patrióticas del Maestro universal de todos los cubanos, interpretadas cabalmente por uno de sus más fieles discípulos, Fidel Castro Ruz.
Era la mañana de la Santa Ana, alborada de julio pintada de rosas, supuestamente apacible el silencio solo lo interrumpía el jolgorio carnavalesco en Santiago de Cuba, súbito disparos de fusiles empuñados por un grupo de revolucionarios que asaltaron la gloria en la segunda fortaleza militar en importancia del país.
Fue un fracaso militar, pero al mismo tiempo, el destello luminoso de una estrella que irradió la filosofía de convertir el revés en victoria del pueblo desde ese momento preciso para proseguir la Guerra Necesaria organizada por los sueños de mármol de José Martí, su Autor Intelectual.
El Moncada, fue la carga para matar bribones, para modelar la obra de la revoluciones en una patria sin esclavos, que los héroes y mártires del Movimiento Revolucionario 26 de Julio en 1953, y de otras gestas con su sangre y su vida nos legaron de pie.
Después de esas gloriosas acciones sobrevino el juicio en el cual se propagó el alegato “La Historia me Absolverá”, la prisión fecunda, el exilio, el desembarco del yate Granma y la lucha en la Sierra Maestra, abrazada también por los trinitarios que pelearon como soldados del General Lino Pérez Muñoz, cual mambises de los nuevos tiempos.
Después, el acariciado amanecer de victoria de enero de 1959, transformador del panorama político económico y social de Cuba por una Revolución pintada de verde olivo, cuya obra trascendió para reverdecer en nuestros predios sureños y en toda la isla insurrecta, libre, independiente, soberana, patriota, solidaria, e internacionalista.