Por: Joaquín Gómez Serra
El Che y Camilo no han muerto, siguen vivo entre nosotros. No sólo en la emotividad del recuerdo, sino en cada obra de la Revolución y del deporte cubano. Por eso hay días y meses que marcan la vida, y la historia inscribió a octubre como un mes de luto.
Para los cubanos, los recuerdos del Che son imágenes. Desde que La Higuera enojada entre las cordilleras y el tiempo, perdió la mudez en la geografía del mundo, un hombre cicatrizó heridas y partió sin musitar rogativas.
Al encuentro de ellos, acudimos todos, hasta en la distancia. Sus miradas de largo alcance los llevaron a ser precursores del movimiento deportivo cubano. Innumerables anécdotas reflejan el gusto y la preferencia del Guerrillero Heroico por la práctica del deporte, y principalmente del ajedrez, el cual entrenaba también durante las horas nocturnas de la guerrilla en la Sierra Maestra del oriente cubano.
La tenacidad del Che para enfrentar deportes era admirable. Incursionó en el fútbol, ciclismo, carreras de moto, pesca deportiva y alpinismo, con el cual desafió su padecimiento asmático. Como periodista dejó sus huellas imborrables en las páginas de revistas especializadas en rugby, y en los segundos Juegos Panamericanos, celebrados en México.
Una prueba más de las raíces echadas por este argentino de pura cepa, pero cubano de alma, están en su incursión por el béisbol vistiendo las franelas de Occidentales, en las canchas de baloncesto y en las piscinas junto a Camilo.
Sin embargo, la incursión de Che en la pelota ha sido poco divulgada, a pesar de vincularse con ella desde mucho antes de convertirse en el primer comandante del Ejército Rebelde.
Según relata William Gálvez en su libro Che deportista, su acercamiento a los cubanos en Guatemala y México hace que el joven médico argentino se relacione también con nuestro deporte nacional. Ya en la Sierra, acrecienta su afición por esta disciplina, estimulada, tal vez, por su amistad con Camilo, pues éste era un ferviente simpatizante del deporte de las bolas y los strikes, además de buen pelotero.
La siguiente anécdota, contada por Pablo Cabrera Piloto, integrante de su columna, reafirma su amor por la pelota:
«Se encontraban Che, Camilo y otros compañeros; Camilo se había agenciado unos guantes y una pelota de béisbol y organizaron en el área del secadero de café un juego de pelota con dos bases.
«Los equipos eran de seis jugadores: receptor, pitcher, primera, segunda y dos jardineros, capitaneados por Che y Camilo, los dos lanzadores.»
De la forma en que se relata hay que imaginarse los deseos que tendrían de jugar, pues lo hacían en un terreno irregular, y a cada rato la pelota rodaba cuesta abajo, por lo que tenían que interrumpir el partido hasta encontrarla.
Al final ganó el equipo de Camilo, no sin antes tener lugar buenas discusiones por los intentos de picardía de ambos bandos.
Después del triunfo de la Revolución, las múltiples tareas le impidieron al Comandante Guevara volver a jugar pelota. No obstante, en varias oportunidades acompañó a Fidel, Raúl, Camilo y otros a los estadios, donde presenció numerosos partidos.
La historia, sin ella nada es comparable ni explicable, también quiso unir a Camilo en este octubre de añoranzas y recuerdos. Sobre el Señor de la Vanguardia se han hecho muchas anécdotas y pasajes siempre vinculados al Che, que los llevaron a estar unidos en el tiempo.
Siete meses después de la victoria de la Revolución Cubana, se pacta un encuentro de pelota entre los Barbudos y la Policía Nacional Revolucionaria.
En el estadio del Cerro hay expectativas. Se rumora por el posible duelo de pitchers entre Fidel y Camilo. El líder de la Revolución calienta el brazo. Le proponen la idea al Señor de la Vanguardia. Sin responder, Camilo regresa al dogout.
Pero cuando el Señor de la Vanguardia entra en el terreno, lo hace con el uniforme de Barbudos y una mascota de receptor. Los periodistas se le acercan. “Yo no estoy contra Fidel ni en un juego de pelota”, declara el Héroe de Yaguajay.
Un grande del arbitraje cubano fue designado para impartir justicia detrás del home, y cantar bolas, strikes y outs. Cuando Camilo Cienfuegos saluda a Amado Maestri, le pide: “Yo ahora estoy un poco desligado del juego de pelota. Quiero que me indique cómo tengo que lanzar para no incurrir en un balk”. El juego comienza y el abridor de los Barbudos retira la primera entrada sin problemas.
En otro inning, hay un roletazo a la derecha del inicialista que lo aleja de la base. Fidel cubre raudo la primera almohadilla y gracias a eso logran el out. Camilo, por su parte, estaba haciendo la asistencia por si se escapaba el tiro. Al bate, no les fue bien a los comandantes.
Camilo, en dos strikes, quiso sorprender al tercera base rival, que estaba jugando muy atrás, pero el toque salió fouly, Maestri decretó el ponche por regla. Fidel, en su única vez al bate, fue dominado en roletazo al cuadro.
Los apagafuegos desde el box de los Barbudos no cumplieron su cometido, y el juego terminó 3-0 a favor de los policías. Por eso, preferimos recordarlo entonces como ese día de 1959, lanzando desde la lomita del Latinoamericano, retirando a los contrarios, avanzando en el tiempo, porque Camilo vive hoy entre nosotros.