Por: Claudia González Corrales / Fotos: Ariel Ley y Modesto G. Cabo
Tres vueltas alrededor de una ceiba para pedir un deseo es la excusa perfecta para que cientos de personas -¿o miles?- acudan hoy a El Templete del Centro Histórico de esta ciudad, en una noche mágica que marcará la llegada oficial de los 500 años de la antigua villa de San Cristóbal de La Habana.
De acuerdo con el Doctor Michael González, director de Patrimonio Cultural en la Oficina del Historiador de la Ciudad (OHC), no está muy claro el origen de la tradición, pero es un ritual que se ha mantenido en el tiempo y se ha potenciado sobre todo en los últimos años.
Mercedes Curbelo, guía en El Templete, explica que en la década de 1940 existió una ceiba a la que visitaban muchas personas y pedían por sus seres queridos, para que se curaran de enfermedades, salir de la pobreza, un buen matrimonio…
En silencio, las personas salían de sus casas, venían a este lugar sagrado, daban sus tres vueltas, pedían con fe y devoción, y colocaban monedas en las grietas del árbol. Más tarde, se dirigían a la Catedral, para escuchar la misa.
Curbelo comenta que ya no se permite la introducción de las monedas, pues eso terminaba dañando la ceiba, pero que los deseos se siguen cumpliendo.
Según la entrevistada, existe un registro en el cual están recogidos los nombres de una serie de personas que han visto sus aspiraciones hacerse realidad y han regresado al sitio a agradecer, sin importar cuán lejos los hayan llevado sus pasos.
Olga Torres, guía de la Oficina, recuerda la historia de la pareja que, después de intentar durante mucho tiempo tener un hijo, recurrió a la ceiba milagrosa, y, años más tarde, fue a visitarla con la pequeña Alejandra en brazos.
También a su mente llega la imagen de ese ruso que pidió por un empleo y que, cuando llegó a su país natal, no solo lo esperaba un nuevo trabajo, sino además un premio.
Olga lleva 27 años trabajando en la Oficina, y en ese periodo se atrevió a solo pedir un deseo. Al ver que no se le materializó, renunció en lo personal a esa creencia, pero no deja de reconocer que hay una fe increíble.
Relata que cada 15 de noviembre la gente empieza a venir desde bien temprano y se sienta a esperar. “Puedes ver el parque lleno de personas, y las colas se hacen kilométricas. Es como estar en el Santuario de San Lázaro en El Rincón, en el capitalino municipio de Boyeros”, indica.
Mercedes Curbelo señala a la Agencia Cubana de Noticias que la ceiba es el sitio perfecto para el sincretismo religioso. Allí se hacen rituales afrocubanos, se dejan frutas, animales, flores, y variados objetos.
En el lugar donde se encuentra El Templete, existía originalmente una ceiba que fue testigo del nacimiento de la Villa. Hay historias de que era muy frondosa, vistosa, admirada. Luego enfermó y murió, pero una vez se constituyó la edificación, este árbol se empezó a sembrar de tres en tres para ver cuál se daba, afirmó Curbelo.
A los pies de la ceiba, hoy se encuentran infinitud de monedas. Sin distinción, allí van a parar pesos en moneda nacional, libremente convertible, dólares y euros también. La guía revela que el dinero se recoge, se selecciona: una parte llega al museo numismático, y otra se va guardando en un fondo del Centro Histórico para financiar distintas actividades.
La significación de El Templete trasciende lo místico y la fe en lo divino. Michael González precisa que se trata de uno de los edificios más importantes dentro del patrimonio construido en el Centro Histórico, la primera obra de estilo neoclásico en la arquitectura cubana.
Su construcción data de 1828, en ocasión de celebrar el cumpleaños de la reina española de ese entonces, y deviene una de las grandes obras del Obispo de Espada para celebrar el acto de fundación de la Villa, que había sucedido desde el 16 noviembre de 1519, apuntó.
De esta forma, El Templete se distingue por sus valores históricos, arquitectónicos, políticos, y, sobre todo, simbólico, y desarrolla un rol fundamental en la fisonomía urbana de la Plaza de Armas, argumentó.
Un valor principal de El Templete es que ahí se encuentran los óleos de Juan Bautista Vermay, pintor francés radicado en Cuba fundador de la Escuela de artes plásticas San Alejandro. En los cuadros, se rememora el acto el acto de fundación de la edificación, la primera misa, la elección del cabildo y se muestran grandes personalidades de la época.
Diariamente cientos de personas, cubanas y foráneas, se acercan el sitio que vio nacer a La Habana. Entran, admiran los cuadros, el edificio, las características arquitectónicas, y se llenan de ese simbolismo implícito en uno de los principales íconos de capital. Hoy, esas mismas personas se acercarán a pedir un deseo, y, tú… ¿ya tienes el tuyo?
(Agencia Cubana de Noticias)