Por: Aida Quintero Dip
Desde el 4 de diciembre de 2016, en que Fidel está definitivamente en el Cementerio Patrimonial Santa Ifigenia, en una piedra de granito muy cerca de su maestro José Martí, este sagrado altar de la Patria es escenario de perenne tributo y peregrinación.
En este sitio sencillo, íntimo, de mucho simbolismo, nunca faltan las flores porque allí palpita el alma de Cuba, allí permanecerá siempre en la memoria del pueblo el forjador de la nación, el artífice de una Revolución más grande que nosotros mismos, a la que enseñó a cuidar como a la niña de los ojos.
Porque el invicto líder de tantas batallas no necesitará más monumento que estar en el corazón de los cubanos, y en la certeza de que se hará realidad su concepto de Revolución.
Fidel nunca ha estado solo en Santa Ifigenia, personalidades y gente sencilla de todas partes se acercan a su tumba para saciar añoranzas y expresar orgullo por haber sido contemporáneos de un hombre de su estirpe, y haberlo disfrutado por tantos años vital, preclaro, visionario, íntegro, fiel.
Cada media hora se estremece el camposanto para honrar al Maestro, a su mejor discípulo, a Céspedes y a Mariana en el área central patrimonial y a todos los héroes que allí reposan, con el cambio de la guardia de honor y la vibrante Elegía a José Martí, compuesta por el Comandante de la Revolución Juan Almeida, para rendir tributo a los buenos hijos que dieron todo por la libertad de la Patria.
Hasta su última morada también llegan, en hermoso símbolo, las palomas que sumaron mística a la figura y a la obra de Fidel, como expresión de un espíritu de paz y victoria, y para reforzar el ideal que vivirá por siempre en los compatriotas agradecidos, y en amigos y hermanos de todos los confines.
Hacia ese altar de la Patria se dirigen ahora las miradas de hombres y mujeres honestos del mundo, que respetan y admiran a este cubano universal por sus valiosos servicios prestados en bien de la humanidad.
Su partida física el 25 de noviembre de 2016, cuando la Patria lo lloró a su paso en la urna de cedro abrazada a la Bandera, 60 años después de que zarpara el yate Granma desde Tuxpan, México, hacia esta isla, era como una señal de que su ejemplo y legado seguirán iluminando los destinos de su tierra.
Ahora está Fidel en su Santiago, la tierra también agradecida a la que le unieron vínculos afectivos e históricos muy especiales, la que tantas veces él reverenció, la misma que inició el camino, la ciudad baluarte, y de Cuba su mejor fortaleza.
(Agencia Cubana de Noticias)