Doctor Carlos Juan Finlay Barrés, símbolo de la medicina cubana

Foto: ACN

El doctor Carlos Juan Finlay Barrés expuso su trascendental y científica teoría de que el mosquito Aedes aegypti es el agente transmisor de la fiebre amarilla en la Conferencia Sanitaria Internacional, en Washington, hace 139 años

Por: José Rafael Gómez Reguera

Cuando el mundo vuelve a ser azotado por fuertes epidemias, y en nuestro propio país se refuerzan las medidas higiénico-sanitarias para evitar enfermedades transmitidas por el mosquito Aedes aegypti y otros de la propia familia, Cuba recuerda que hace 139 años el doctor Carlos Juan Fínlay Barrés expusiera, en la Conferencia Sanitaria Internacional de Washington, Estados Unidos, una teoría comprobada tras mucho tiempo de estudios. El mosquito era el agente transmisor de la temida fiebre amarilla.

El doctor Carlos J. Finlay Barrés había nacido en la ciudad de Santa María del Puerto del Príncipe, (actual Camagüey), el 3 de diciembre de 1833. Su padre fue el doctor Edward Finlay y Wilson, médico inglés, natural de la Ciudad de Hull, condado de Yorkshire y su madre, Marie de Barrés de Molard Tardy de Montravel, de origen francés, natural de la isla de Trinidad.

Era amante del deporte. Finlay fue uno de los fundadores del muy famoso Club de Ajedrez de La Habana, en 1885, y su afición por el juego ciencia se pudo comprobar en las múltiples partidas efectuadas y sus profundos análisis de determinadas posiciones sobre el tablero. Este Club, conocido por algunos como “El Dorado”, agrupó a los principales seguidores del llamado juego ciencia, entre los que estuvieron destacados ajedrecistas como Celso Golmayo, Enrique Delmonte y también Finlay.

Estudió parte de la primaria en Francia y Alemania, la enseñanza secundaria en el Liceo de Rouen, Francia y la carrera de medicina en el Jefferson Medical College de Philadelphia, Estados Unidos. En Cuba se formó como investigador.

Por sus aportes investigativos, fue propuesto para el Premio Nóbel de Fisiología o Medicina. Estos aportes científicos, así como la confirmación de la transmisión hídrica del cólera, fueron presentados ante las dos más importantes instituciones científicas del país, la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana y la Sociedad de Estudios Clínicos de La Habana y se publicaron en las principales revistas médicas cubanas de la época. Lo esencial de sus descubrimientos fue presentado en importantes eventos internacionales.

Aunque dicha teoría era bien conocida por epidemiólogos extranjeros (sobre todo franceses y norteamericanos), además de sus colegas cubanos, no fue sometida a comprobación independiente por otros científicos durante veinte años.

Finlay, y su único colaborador, el médico español Claudio Delgado y Amestoy, realizaron, entre 1881 y 1900, una serie de experimentos para tratar de verificar la trasmisión por mosquitos. Llevaron a cabo un total de 104 inoculaciones experimentales, provocando al menos 16 casos de fiebre amarilla benigna o moderada (entre ellos uno muy «típico») y otros estados febriles, algunos no descartables como de fiebre amarilla, pero de diagnóstico impreciso.

En 1893, 1894 y 1898, Finlay formuló y divulgó, incluso internacionalmente, las principales medidas a tomar para evitar las epidemias de fiebre amarilla, las cuales tenían que ver con la destrucción de las larvas de los mosquitos trasmisores en sus propios criaderos, y fueron, en esencia, las mismas medidas que, desde 1901, se aplicaron con éxito en Cuba, y luego en Panamá, así como en otros países donde la enfermedad era considerada endémica.

La Orden Carlos J. Finlay es la más alta condecoración que otorga el Consejo de Estado cubano en el campo de las investigaciones científicas. Foto. Cubasí

A pesar de las evidencias,  los aportes de Finlay fueron desechados por las comisiones sanitarias de los Estados Unidos, no obstante recomendaciones de un grupo de expertos británicos. Años más tarde, en 1932, quedó demostrado que la velocidad de la incubación del virus por el mosquito depende de la temperatura ambiente, por lo que algunos de los mosquitos empleados por Finlay en sus experimentos sí podían haber incubado el virus de la fiebre amarilla.

En los Estados Unidos se elevó a Walter Reed, injustificadamente, al rango de “descubridor de la causa de la fiebre amarilla”, sobre todo después de su fallecimiento en 1902, causado por una peritonitis. No obstante, la teoría del mosquito no era aceptada universalmente.

La función de este mosquito quedó demostrada convincentemente, no por los experimentos de Reed, sino con la virtual eliminación de la fiebre amarilla en La Habana en 1901, como resultado de una campaña dirigida por el médico militar estadounidense William Gorgas.

Las medidas aplicadas se basaban en las recomendaciones formuladas anteriormente por Finlay, por lo que su éxito resultó ser, a fin de cuentas, la demostración más palpable de que su autor había tenido razón. Así lo reconoció el propio Gorgas en carta que dirigió a Finlay años más tarde, desde Panamá, donde también puso en práctica las medidas propuestas por el médico cubano lo que posibilito terminar el Canal de Panamá. Una placa en el propio Canal reconoce la contribución del Dr. Carlos J. Finlay en el éxito de esta magna obra.

En 1902, al proclamarse la independencia de Cuba, el Dr. Carlos J. Finlay fue nombrado Jefe Superior de Sanidad, y estructuró el sistema de sanidad del país sobre bases nuevas. Desde este cargo le tocó encarar la última epidemia de fiebre amarilla que se registró en La Habana, en 1905, y que fue eliminada en tres meses. Falleció en La Habana el 19 de agosto de 1915.

En su honor, Cuba celebra cada 3 de diciembre el Día de la Medicina Latinoamericana.

(Con información de Ecured, la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana)