A 109 años del natalicio del capitán de la clase obrera

Por: Rafael Novoa Pupo

Hijo de una despalilladora de tabaco, y de padre, albañil, Lázaro Peña González, nació el 29 de mayo de 1911 en el barrio habanero de Los Sitios, en el seno de una familia humilde.

Sumido en la pobreza y la discriminación racial por su negra piel, los  sueños juveniles de Lázaro se apagaban sin convertirse en realidad. Aspiró a ser violinista, fue amante del boxeo, de la pelota, de la música. Pero en su ambiente de cubano explotado, su destino fue otro: El de dirigir a la clase obrera en su lucha por la emancipación, contra la opresión capitalista.

Siendo muy joven se convirtió en torcedor de tabaco y pronto descolló en un combatiente de integridad a toda prueba. Ingresó en el Partido Comunista de Cuba en 1929, y sufrió prisión en varias ocasiones por su actividad, contra la tiranía de Gerardo Machado.

En 1934, es elegido miembro del Comité Central del Partido Comunista, Secretario General del Sindicato de Tabaqueros, y miembro del Comité Ejecutivo de la Confederación Nacional Obrera de Cuba.

En 1939, al constituirse la Confederación de Trabajadores de Cuba, fue electo para dirigir esta combativa organización, para entrar en la historia por su lucha a favor de los destinos obreros colectivos.

Líder indiscutible e inspirado siempre en los ideales del proletariado, su pensamiento unitario y sus enseñanzas, han quedado grabadas en la memoria del pueblo trabajador.

Fue delegado a la Asamblea Constituyente de 1940 y miembro fundador de la Federación Sindical Mundial en la cual desempeñó funciones como secretario y vicepresidente, de su Comité Ejecutivo.

Lázaro, tuvo la dicha de ver el triunfo revolucionario del primero de enero de 1959, y desde el inicio se sumó a la construcción y defensa de la obra soñada, por la cual tanto luchó. Sus méritos avalaron su elección como Secretario General de la Central de Trabajadores de Cuba e integrante del Comité Central del Partido Comunista de Cuba.

Con su experiencia, contribuyó a la educación de la clase obrera cubana, y con su ejemplo personal estuvo siempre al frente de las tareas bajo su responsabilidad. A pesar de estar muy enfermo, el legendario capitán de la clase obrera cubana, pasó los últimos momentos de su vida entregado de lleno a los preparativos del histórico XIII Congreso de la CTC, y solo su muerte fechada el 11 de marzo de 1974, pudo detener la consagrada entrega de ese líder de origen humilde, que había nacido para luchar por la justicia.

Sobre su desaparición física, diría el Poeta Nacional cubano Nicolás Guillén: “A una inteligencia brillante, sostenida siempre por la acción, Lázaro añadía el don de lo criollo. Tenía un sentido fino, delicado, realmente cortés, para presidir una asamblea, para dirigir un debate, para aclarar un concepto yendo a su raíz, sin herir susceptibilidades, lo que le permitía encausar la discusión como con mano de hierro bajo guante de seda”.

Lázaro, se mantuvo trabajando hasta su último aliento. Sobre esa cualidad diría el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en el sepelio del dirigente obrero: “Inútil era rogarle que moderara sus esfuerzos y atendiera su salud. Era lo único en que este militante modesto, dócil y disciplinado, desatendió los ruegos de sus compañeros y las exhortaciones de su Partido”. Y las propias palabras de Fidel en esa ocasión definieron la estatura del dirigente fallecido cuando expresó: “No venimos propiamente a enterrar a un muerto, venimos a depositar una semilla”.

Como homenaje a Lázaro Peña González, en Cuba se escogió el 29 de mayo, fecha de su natalicio, como Día del Trabajador Tabacalero. Este querido dirigente es y será recordado siempre por la clase obrera cubana, como símbolo de la entrega, la fidelidad y el sacrificio, porque la semilla de la cual habló Fidel, sigue fructificando en la obra de la Revolución.