Instituciones del sector jurídico festejan hoy ocho de junio su día. Incluye, entre otros, a los Tribunales Populares, la Fiscalía General de la República, los que laboran en las esferas jurídicas de empresas y organismos, como asesores; las direcciones del Ministerio de Justicia a todos sus niveles…
Por: José Rafael Gómez Reguera
Hoy es el Día del Trabajador Jurídico, fecha instituida para recordar que un día como este, en 1865, Ignacio Agramonte desarrolló su Tesis de Grado para recibirse como licenciado de la Facultad de Derecho. El tema escogido era un “Estudio bajo el punto de vista del principio racional, sobre el derecho reformado por Justiniano en comparación con el anterior a su época”. Obtuvo sobresaliente.
Inicialmente se denominó Día del Abogado, por la costumbre de la época de llamar Abogado a todos los juristas, pero tras el Triunfo de la Revolución pasó a nombrarse, con más propiedad, Día del Jurista, y finalmente se adoptó la actual denominación: Día del Trabajador Jurídico, mucho más apropiado y justo pues comprende no sólo a los juristas sino también a todos los trabajadores que les auxilian en sus tareas.
Ignacio Agramonte Loynaz había nacido en Puerto Príncipe, el 23 de diciembre de 1841. Fue Mayor General del Ejército Libertador cubano y se le conoció y se le conoce como «El Mayor».
Fundador de la Junta Revolucionaria del legendario Camagüey, participó en las labores conspirativas que condujeron al alzamiento de esa zona el 4 de noviembre de 1868, incorporándose a la Guerra de los Diez Años (1868-1878).
En los tres años y medio de su vida militar participó en más de cien combates. Como jefe supo combinar los principios de la táctica con la lucha irregular en las condiciones de las extensas sabanas de Camagüey, fundamentalmente con el empleo de la caballería. Llegó a establecer una sólida base de operaciones en ese territorio y prestó especial atención a la preparación militar y general de los jefes y oficiales, para lo cual creó escuelas militares como la de Jimaguayú.
Impuso estricta organización y disciplina a sus tropas. «El Bayardo», sobrenombre con el que pasó a la historia, es un símbolo de gallardía, patriotismo y valor. Los Veteranos de la guerra de independencia siempre llamaron a Agramonte: «Paladín de la vergüenza» y «Apóstol inmaculado«.
Enrique Collazo Tejada, brigadier cubano y escritor, designa a Agramonte: «Salvador de la revolución«. El abogado, amigo de la familia, y excombatiente a las órdenes de Agramonte, lo describió, el 21 de febrero de 1921, «Coloso genio militar«. El estadista y patriota cubano, Manuel Sanguily Garrite, el 30 de agosto de 1917, designó a Agramonte con extraordinario relieve continental, al nombrarlo «Un Simón Bolívar«.
A pesar de su juventud, la trayectoria del Mayor por antonomasia de la historia patria y también, por qué no, del caballeroso y pundonoroso Bayardo, ya era brillante en el momento de su fatídica pérdida, y una fuente de lecciones de vida inagotable como un manantial, de la cual los cubanos sienten gran orgullo.
La historia de amor de Ignacio, que tuviera una hermosa etapa de prueba en campamentos de la manigua redentora, es uno de los acontecimientos reales con relumbres de leyenda y ejemplaridad en la historia cubana. Hay que decir que su esposa, su coterránea Amalia Simoni Argilagos, de cuna tan ilustre como la de él, tenía méritos revolucionarios y patrióticos a la altura de las de él. Una mujer que brilló con luz propia e inolvidable.
El 11 de mayo de 1873, El Mayor cayó en combate, demasiado temprano para él y para la Revolución, el mayor del Ejército Libertador Ignacio Agramonte Loynaz, al frente de la legendaria caballería camagüeyana que comandaba, en los potreros hoy sagrados de Jimaguayú.
Sólo 31 años tenía aquel primer soldado, nacido en el seno de una familia de abolengo, culta y librepensadora, que le había asegurado educación esmerada y la formación de recios valores morales. (Con información de Ecured y Adelante.)