Por: Juan Carlos Naranjo
La inactividad llegada con la pandemia se revierte en beneficios para la península de Ancón en este municipio de Trinidad: de manera natural se regeneran especies autóctonas de la flora de dicho ecosistema costero, toda vez que disminuyen los efectos nocivos del hombre, principal depredador. CUBA ANTE LA COVID-19 (I) (II) (III) (IV) (V) (VI)
Y es que la naturaleza agradece: lo confirma el predominio del verde por la buena salud de la uva caleta, la almendra, el boniato de costa y el mangle, especies que protegen de la erosión a ese istmo, principal polo para el turismo de sol y playa en el centro de la isla.
De ese espectáculo, deleite para la vista fue testigo la prensa en compañía de la Máster Dalgis Dueñas Boggiano, especialista de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente en Trinidad, quien acuñó acciones asesoradas por el organismo que representa.
“Se han hecho un grupo de estudios científicos para la evaluación de las diferentes variables como el ascenso del nivel del mar, la instrucción salina, el aumento de la temperatura, así como otras acciones que se han ido desarrollando paulatinamente por los organismos involucrados en cumplimiento de la Tarea Vida”, subrayó.
Acotó que de vuelta a la normalidad habría que repensar estrategias en beneficio de la Península de Ancón en consonancia con la Ley 212, Gestión de la zona costera para evitar retrocesos en su recuperación.
Recordó que como medida de prevención se prohíbe todavía el disfrute del Cordón playa sureño que incluye los balnearios Cabagán, y Río Cañas, en la carretera que conduce a Cienfuegos, además de las playas La Boca, Las Caletas, María Aguilar y Ancón.
La especialista del CITMA en Trinidad agregó que la COVID-19 al menos ha traído un respiro para el litoral sureño que por estos meses no ha recibido el impacto devastador de los humanos.