El 29 de septiembre de 1933, hace hoy 87 años, el Partido Comunista convocó al entierro de las cenizas del luchador revolucionario Julio Antonio Mella, a quien Gerardo Machado había ordenado asesinar en México cuatro años antes. Para esa jornada, se auguraba un clima de violencia, pues elementos reaccionarios dentro del Ejército, encabezados por el entonces coronel Fulgencio Batista, querían sabotear la ceremonia.
La madre de Paquito González, intentó que no saliera de la casa, pero este le dijo: “Yo soy pionero y mi deber es ir”. Paquito había hecho una pancarta que decía: “¡Abajo el imperialismo!”. Dicen que llevaba un brazalete de la Liga de Pioneros, y en el pecho un sellito con la imagen de Mella.
De la guardia de honor se encargarían los pioneros, entre ellos Paquito, quien había asegurado a su madre Flora y a su hermano: “Mella ha muerto por la Revolución y mi deber es ir, aunque me maten”.
Minutos antes de sacar la urna con las cenizas para ser depositadas en el sitio escogido del Parque de la Fraternidad, los niños fueron protegidos en una casa cercana donde no corrían peligro, pero Paquito quiso participar de todas formas en la marcha y se situó al frente de la misma portando un cartel con la consigna “¡Abajo el imperialismo!”.
Luego con emotivas palabras, desde un balcón el destacado dirigente comunista Rubén Martínez Villena despidió el duelo en horas de la tarde y de ahí se iniciaría la marcha, pero desde edificios aledaños se inició una lluvia de disparos contra la multitud que provocaron gran confusión y alcanzaron a herir y matar a varios participantes, y entre los primeros en caer estuvo Paquito, con el cráneo destrozado por las balas.
Se perdía así la vida de un valiente pionero, que se convirtió en bandera de lucha. Cursaba en ese tiempo el sexto grado de escolaridad y era el menor de sus cinco hermanos. Era un niño como los demás, aunque había madurado lo suficiente para observar y comprender los males de la sociedad, leía con avidez todo tipo de materiales, en especial la prensa diaria y algunos textos sobre temas políticos.
Su entierro aconteció el día 30 de septiembre de manera muy modesta- como había transcurrido su vida, y sus restos depositados en un lugar del cementerio de la Habana, donde la Revolución en su honor, construyó después un pequeño obelisco.
Paquito González, se había entrenado en la actividad pioneril de la Liga, fundamentalmente clandestina, y participaba en manifestaciones, huelgas y actos públicos, pero también por su carácter inquieto y jovial sacaba tiempo para aprender cada día algo nuevo, bailar, ir al cine, jugar a la pelota, compartir con los pequeños del vecindario y cuidar a los animales.
No obstante, a vivir en extrema pobreza, en su barriada se le quería por su generosidad, su compañerismo, su disposición a compartir lo poco que tenía, ayudar a sus compañeros de aula con dificultades docentes y brindar amor a todos.
Son muchas las escuelas que en Cuba llevan hoy su nombre y los pioneros lo dignifican. Paquito González constituye un ejemplo a seguir por las actuales y futuras generaciones y a él rinden tributo cada día, sobre todo en los días cercanos a la triste fecha de su asesinato, hoy a la distancia de 85 años, porque su valiente y heroica actitud no se olvida. (Con información de Ecured y Tribuna de la Habana).