Por: José Rafael Gómez Reguera
Los festejos multitudinarios, bien lo sabemos los cubanos, han tenido que postergarse tanto como los besos y los abrazos que nos debemos desde hace mucho. La aparición de la COVID-19 ha puesto patas arriba este mundo nuestro, deshecho planes, frustrado proyectos, deteriorado la economía y hasta la psiquis. Pero el primer aniversario de Trinidad como Ciudad Creativa en Artesanías y Artes Populares, título concedido por la UNESCO, se celebra desde el corazón. CUBA ANTE LA COVID-19 (I) (II) (III) (IV) (V) (VI) (VII) (VIII) (IX) (X) (XI)
Satisface saber que son diversos los proyectos que a pesar de la pandemia y del necesario distanciamiento físico y social, han encontrado diversas vías de realización, bien sea a través de las redes sociales, o aprovechando pequeños espacios para mostrar la pujanza de una urbe ya con casi 506 años de existencia que se renueva constantemente pero siempre sobre la revitalización de sus tradiciones y costumbres ancestrales.
El título, antecedido por la condición de Ciudad Artesanal otorgado por el Consejo Mundial de Artesanías, reconocen de conjunto lo que los trinitarios han sabido hacer desde épocas inmemoriales, cuando también tuvieron que enfrentar severos aislamientos, algunos de ellos dados por su condición geográfica, al centro sur de la Isla, lejos de las principales vías de comunicación. A Trinidad había que llegar cuando se necesitaba ir a Trinidad, no es un territorio para atravesar de paso a otras partes.
Las crisis económicas de siglos anteriores hicieron mella en la economía eminentemente agrícola, basada en la producción azucarera. Y había que sobrevivir aunque fuera con una economía de tomar y dar, de trueques, y también resolver así no solo necesidades alimentarias, sino del calzado, el vestuario, las vasijas para comer y tomar, y las requeridas para calmar la sed en medio de los ardientes cañaverales. Sin olvidar lo que nuestros mambises hicieron con fibras y frutos naturales devenidos recipientes.
Trinidad tiene una larga historia que va más allá de los consabidos mercados artesanales, alertargados por la pandemia y con inmensos de regresar a sus mejores momentos de calles abarrotadas de turistas nacionales y foráneos. Nuestras abuelas dejaron para la posteridad verdaderas obras de arte que cobran bríos en los proyectos actuales y nos hacen sentirnos orgullosos de lo que fuimos, lo que somos y lo que, a no dudarlo, volveremos a ser: gentes orgullosas de una tierra simpar.