La histórica visita de Juan Pablo II a Cuba

Por: Rafael Novoa Pupo

Nunca antes había sucedido un hecho de tanta trascendencia que involucrar a a la máxima figura de la iglesia católica con un país comunista del tercer mundo y latinoamericano, pero lo que parecía imposible se logró, y entre el 21 y el 25 de enero de 1998, el Papa Juan Pablo II, visitó y recorrió Cuba en una visita pastoral inédita hasta entonces.

La noticia de que Karol Wojtyla, el Papa nacido en Polonia y convertido en Sumo Pontífice del catolicismo con el nombre de Juan Pablo II visitaría Cuba, conmocionó al mundo desde su propio anuncio. Fruto de arduos años de negociaciones, en las cuales tuvo mucho que ver, la gentil invitación que le hiciera el Comandante en Jefe Fidel Castro, en su visita al Vaticano, en noviembre de 1996 y cuando le expresó para despedirse: “Santidad, espero verle pronto en Cuba». «Gracias, Mi bendición para el todo el pueblo cubano», le respondió Juan Pablo II. El diálogo entre ambos estadistas había durado 35 minutos. La audiencia se celebró en español a puerta cerrada, en la biblioteca personal del Papa.

Un año y tres meses después, el 21 de enero de 1998, Juan Pablo II tocaba suelo cubano. Al recibirlo, Fidel expresó: “La tierra que usted acaba de besar se honra con su presencia. (…) Santidad, pensamos igual que usted en muchas importantes cuestiones del mundo de hoy y ello nos satisface grandemente; en otras, nuestras opiniones difieren, pero rendimos culto respetuoso a la convicción profunda con que usted defiende sus ideas.

(…)¿Qué podemos ofrecerle en Cuba, Santidad?  Un pueblo con menos desigualdades, menos ciudadanos sin amparo alguno, menos niños sin escuelas, menos enfermos sin hospitales, más maestros y más médicos por habitantes que cualquier otro país del mundo que Su Santidad haya visitado; un pueblo instruido al que usted puede hablarle con toda la libertad que desee hacerlo, y con la seguridad de que posee talento, elevada cultura política, convicciones profundas, absoluta confianza en sus ideas y toda la conciencia y el respeto del mundo para escucharlo”.

Fueron días intensos. El Papa ofició su primera misa en Santa Clara, en la cual abordó el tema de la familia; la segunda, en Camagüey, y esta vez habló acerca de los jóvenes. Luego llegaría hasta Santiago de Cuba y allí coronó la imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre, Patrona de Cuba.

Finalmente, en su cuarta y última misa, el día 25 de enero de 1998 a la que asistió el presidente cubano Fidel Castro, Juan Pablo II habló desde la histórica Plaza de la Revolución José Martí, de La Habana, donde se oyeron exclamaciones de ¡Cuba, amiga, el Papa está contigo!, Aquí, fueron las primeras palabras que el Sumo Pontífice dirigió a los cientos de miles de personas congregadas.

Ese día, el Papa afirmó que Cuba estaba llamada a vencer el aislamiento, debía abrirse al mundo y el mundo debía acercarse a su pueblo, a sus hijos, que son sin duda su mayor riqueza: “Que Cuba se abra al mundo con todas sus magníficas posibilidades, y que el mundo se abra a Cuba”, la que resultó su frase más célebre.

También ese día Juan Pablo II sostuvo un encuentro con la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba y participó en una celebración litúrgica en la Catedral. Después, se dirigió al aeropuerto.

En sus palabras de despedida, el Papa reconoció la hospitalidad y muestras de afecto recibidas durante su visita pastoral: “Me llevo el recuerdo de los rostros de tantas personas, que he encontrado a lo largo de estos días. Les estoy agradecido por su cordial hospitalidad, expresión genuina del alma cubana (…), expresó.

Para Fidel, quien acudió a despedirlo, tuvo también hermosos mensajes: “Agradezco a Usted, Señor Presidente, y también a las demás autoridades de la Nación, su presencia aquí, así como la cooperación brindada en el desarrollo de esta visita, en la que han participado tantas personas como ha sido posible, ya sea asistiendo a las celebraciones o siguiéndolas a través de los medios de comunicación social.”

Por su parte, el líder de la Revolución Cubana también le dedicó afectuosas palabras de elogio: “Santidad: Creo que hemos dado un buen ejemplo al mundo: usted, visitando lo que algunos dieron en llamar el último bastión del comunismo; nosotros, recibiendo al jefe religioso a quien quisieron atribuir la responsabilidad de haber destruido el socialismo en Europa. No faltaron los que presagiaban acontecimientos apocalípticos. Algunos, incluso, lo soñaron.

“Miles de periodistas trasmitieron a miles de millones de personas en el mundo cada detalle de su visita y cada palabra pronunciada. Infinidad de nacionales y extranjeros fueron entrevistados en todo el país. Nunca, tal vez, tantas opiniones y noticias sobre una nación tan pequeña pudieron ser escuchadas, en tan breve tiempo, por tantas personas, en nuestro planeta.

“Por el honor de su visita, por todas sus expresiones de afecto a los cubanos, por todas sus palabras, aun aquellas con las cuales pueda estar en desacuerdo, en nombre de todo el pueblo de Cuba, Santidad, le doy las gracias.”

Con posterioridad, Juan Pablo II afirmaría que no hubo un jefe de estado que se preparara tanto y de manera tan detallada y profunda para recibirlo que Fidel, quien leyó todas sus encíclicas papales, buena parte de sus discursos, y hasta incluso varias poesías suyas.

Cinco años después, el 1ro de marzo de 2013, Juan Pablo II le dirigió una carta a Fidel en la que le ratificó su agradecimiento al escribir: “Muchas fueron las atenciones que recibí por parte de Vuestra Excelencia, de las demás autoridades y de tantos cubanos, por lo que, una vez más, quiero renovarles mi gratitud, a la vez que hago votos para que esa Nación camine siempre por verdaderas sendas de reconciliación y de paz, de desarrollo espiritual y material, de justicia, libertad y solidaridad, trabajando con empeño por una meta común, que es el auténtico bienestar de la Nación y de sus habitantes.”

Esta primera visita papal a Cuba, posibilitaría luego la de Benedicto XVI, entre el 22 y 26 de marzo de 2012, y la de Francisco, entre el 19-20 de septiembre de 2015. La visita de Juan Pablo II a la isla, fue la que desbrozó el camino y rompió mitos. De ahí, precisamente radica su enorme trascendencia histórica. (Con información de Cubahora y Ecured).