Por: Rafael Novoa Pupo
Cuando el Apóstol de la independencia José Martí subrayó que el periodista tiene mucho de soldado, tal vez estuviera pensando en Juan Gualberto Gómez Ferrer, y no solo porque este prócer relegó la pluma y se fue a la manigua el 24 de febrero de 1895, para encabezar el frustrado levantamiento de Ibarra, en Matanzas.
Juan Gualberto hizo del periodismo un arma eficaz de lucha, tanto en su etapa madrileña cuando colaboró con El Abolicionista, La Tribuna y El País, por solo citar algunos, como luego en Cuba, como director y redactor de La Fraternidad y La Igualdad, durante la colonia.
Luego, al cesar la dominación española, Juan Gualberto Gómez continuó su labor periodística en publicaciones como La Discusión, donde fustigó a la Enmienda Platt, como en Patria, refundado por él en 1925, y en el cual, como director, criticó duramente a la tiranía machadista.
Hoy día, cuando conmemoramos los 167 años de su nacimiento, y a propósito de celebrarse la jornada por el Día de la Prensa cubana, es bueno que recordemos a este cubano ejemplar.
Juan Gualberto Gómez Ferrer nació libre, de padres esclavos el 12 de julio de 1854, en el ingenio Bellocino o Vellocino según algunos autores, Sabana del Comendador, en la provincia de Matanzas. Sus progenitores Fermín y Serafina, de la dotación de la hacienda, le compraron la libertad antes de nacer.
Una vez que sus padres también adquirieron la carta de libertad, los tres se trasladaron a La Habana, ciudad donde Juan Gualberto cursó estudios en el colegio para negros Nuestra Señora de los Desamparados y luego los continuó en Francia. En este país europeo, conoció al patriota Francisco Vicente Aguilera, quien lo convirtió al independentismo.
En 1876, tras una breve estancia en La Habana, marchó a México, y luego regresó a Cuba en 1878. Colaboró asiduamente con el diario La Discusión, de Adolfo Márquez Sterling, y fundó el periódico La Fraternidad, al que convirtió en órgano de combate, contra la discriminación racial.
En el bufete de Nicolás Azcárate, conoció a José Martí, naciendo entre los dos una amistad muy estrecha. El hijo de españoles pobres y el descendiente de esclavos, se involucraron en la conspiración de lo que hoy conocemos como la Guerra Chiquita, por la cual ambos fueron deportados a España, por sus actividades revolucionarias.
Gracias a gestiones de su amigo Rafael María de Labra, a Juan Gualberto le sustituyeron la condena a prisión en Ceuta por la del destierro. Ya en Madrid, el propio De Labra comenzó a publicarle artículos en El Abolicionista y en La Tribuna, mientras otros rotativos, le solicitaron colaboraciones.
Retornó a la patria en 1890, para sacar nuevamente a la calle su periódico de antaño La Fraternidad, donde continuó la lucha por la igualdad de derechos entre todos los cubanos. Disfrazado de un supuesto pacifismo, lo hizo también vocero, de las ideas independentistas
Cuando La Fraternidad dejó de circular por problemas económicos, fundó La igualdad, con una frecuencia menor de dos veces por semana, pero con igual política editorial. Los lectores se deleitaban al ver cómo Juan Gualberto eludía la censura, y atacaba el colonialismo español ante las narices de las autoridades.
Juan Gualberto Gómez, marcó un hito en el periodismo nacional, al distinguirse por la claridad del lenguaje, habilidad en la exposición, serenidad en la polémica, audacia en la idea, y vigor en el estilo y cortesía para con el adversario.
Fue un apasionado de la cubanía y la unidad entre todos sus compatriotas. En su célebre trabajo “¿Por qué somos separatistas? publicado en La fraternidad el 23 de septiembre de 1890, demostró el antagonismo entre Cuba y España, y el por qué, para la primera era necesaria la independencia.
Fue incluso más allá, al afirmar que los cubanos eran un pueblo americano. Con la fundación del Partido Revolucionario Cubano por el Apóstol, Juan Gualberto se convirtió de hecho en el Delegado en Cuba. Aprehendido por los españoles en los días iniciales de la guerra necesaria, sufrió un nuevo destierro a la península, y no retornó a la patria hasta 1898.
El cese de la dominación española, no significó para el prócer matancero el fin de la lucha por la independencia. Ahora tenía que enfrentar un enemigo más taimado y poderoso: el imperialismo norteamericano. En medio de la Asamblea Constituyente de 1901, su voz se alzó para condenar la Enmienda Platt.
En el cónclave, alertó que de ser aceptada esta, solo subsistirían los políticos que contaran con el apoyo y benevolencia de Estados Unidos, por lo que tendríamos gobiernos raquíticos y míseros, condenados a vivir más atentos a obtener el beneplácito de Washington, que a defender y servir a los intereses de Cuba.
En ese sentido, no cejó nunca en su lucha contra la oprobiada enmienda. Cuando en el rotativo La Discusión le pidieron que amainara en sus ataques contra la injerencia, abandonó la publicación. Su prédica, contribuyó al desarrollo de un pensamiento antimperialista en el país, cuando ya Martí no existía, y su ideario era silenciado.
Quisieron sobornarlo con puestos bien remunerados y condecoraciones suntuosas, pero era insobornable. Al contrario, devino crítico severo contra generales y doctores, denunció los desmanes de José Miguel Gómez en la presidencia, y contra los crímenes del machadato.
Juan Gualberto Gómez, murió pobre, admirado por su pueblo, el 5 de marzo de 1933. (Con información de Cubahora y Ecured).