Por: Rafael Novoa Pupo
Con un gran sentido de la responsabilidad y con modestia, José Martí aceptó y asumió las funciones de Delegado del Partido Revolucionario Cubano, la máxima responsabilidad en esa organización política.
El 8 de abril de 1892, dos días antes de la proclamación oficial del Partido, el Consejo de Presidentes y Delegados de Clubs, presidido por José Dolores Poyo, confirmó la elección de Martí como Delegado, y de Benjamín Guerra, como Tesorero.
Algún tiempo después, exactamente el 9 de mayo de 1892, en una comunicación a los Cuerpos de Consejo de Key West, Tampa y Nueva York, José Martí expresó lo que significaba para él haber asumido esa responsabilidad: “Y la obedezco y cumpliré con los deberes que me impone, seguro, y por esto sólo orgulloso, de que en el descargo de ellos nada podré hacer que supere el patriotismo previsor, sagaz, y abnegado de los que me eligen.
Seguidamente, el Apóstol de la independencia manifestó la visión que tenía acerca del papel que le correspondería desempeñar al frente del Partido Revolucionario Cubano cuando expresó: “El mayor mérito propio pesa como una vergüenza sobre el hombre, cuando descubre por el contraste, la escasez del mismo mérito en su pueblo; y la abundancia de virtud pública llena de fuerza y autoridad al encargo de representarla.”
Seguidamente agregó, que proclamaba con el derecho que le daba el conocimiento íntimo de la labor de creación del Partido Revolucionario, que el pueblo cubano emigrado acababa de demostrar en un caso propicio para el entusiasmo insensato, o para los consejos suicidas del recelo, aquella grandeza del pensamiento sobrio, aquel ejercicio caritativo y vigilante del derecho individual, aquel respetuoso miramiento a los derechos presentes y futuros de la porción de la patria privada, y aquella confianza y desistimiento que parece ser condiciones esenciales de la permanencia y beneficio del poder periódico en las repúblicas.
Después de hacer referencia a las virtudes del pueblo cubano, Martí trató acerca de las funciones específicas del Delegado de la organización partidista, sobre las cuales aseveró que no eran mera fantasmagoría y creación del papel, o corona hipócrita y visible de un edificio político artificial.
En ese sentido precisó que el Partido Revolucionario Cubano constituía la ordenación final, y ya en grado de acción, de los esfuerzos continuos de los emigrados de Cuba por tener a la Patria en condiciones de vida digna y próspera, y por tales motivos proclamó que aceptaba orgulloso como si sintiera la consagración sobre su frente, el oficio de delegado con que su pueblo libre lo honrara.
Días después el 13 de mayo de 1892, en otra comunicación a los presidentes de los clubes del Partido Revolucionario Cubano, en el Cuerpo de Consejo de Key West, Martí volvió a hacer referencia a la trascendencia y significado que le concedía a esa responsabilidad al detallar: “En mis manos ya el reconocimiento definitivo de la elección de delegado del Partido Revolucionario Cubano con que mis compatriotas ponen a prueba mi anhelo de servirlos”.
En esa comunicación, Martí expuso consideraciones sobre cuestiones esenciales en el desarrollo de la actividad del Partido Revolucionario Cubano, tales como la organización exterior del Partido, las comunicaciones, las relaciones que había que tener con los patriotas que se hallaban en Cuba, la preparación de la guerra por la independencia y las relaciones exteriores.
También señaló en la parte final de su mensaje, que la sinceridad de los propósitos hace innecesario la ornamentación verbal con que en las épocas de poca realidad suele disimularse la falta de energía, a lo que añadió: “Quiere hoy sólo decir el Delegado cuáles son los trabajos precisos a que se dedica, y pedir a ese Cuerpo de Consejo, mientras los adelanta en todas sus formas, y prepara las comunicaciones especiales, los juicios y pareceres que han de ayudarlo e inspirarlo, en una de las tareas más puras y gloriosas a que se hayan consagrado hasta hoy los hombres.”
Durante los años sucesivos José Martí fue reelegido Delegado del Partido Revolucionario Cubano, función que realizó hasta que se produjo su muerte en Dos Ríos el 19 de mayo de 1895 en un enfrentamiento con soldados españoles.
José Martí concibió las funciones de Delegado del Partido Revolucionario Cubano como la grata oportunidad que se le brindaba para dar su contribución al desarrollo de la independencia de su tierra natal. Más que una posición específica que entrañara privilegios o algún beneficio de tipo material, sintió que esa responsabilidad significaba un gran compromiso con su Patria, y con la causa de su pueblo.
Como Delegado del Partido Revolucionario Cubano, Martí hizo igualmente realidad lo que había planteado tiempo atrás, en relación con la manera que concibió servir a su Patria.
Por ejemplo ya desde 1886 en una carta fechada en Nueva York el 10 de mayo, dirigida a Ricardo Rodríguez Otero, había expuesto: “La patria necesita sacrificios. Es ara y no pedestal. Se la sirve, pero no se la toma parta servirse de ella.”
También el 11 de junio de 1892 en el trabajo publicado y titulado “Adelante, juntos” en el periódico “Patria”, aseguró: “La patria nos tiende los brazos. No hay más que un modo de obedecerla: ¡Juntos y adelante!”. (Con información de Habana Radio y Ecured).