En su larga y exitosa vida política y personal, este cubano nunca soñó llegar a ser Comandante, Ministro, General de Ejército, Primer Secretario del Partido Comunista y Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, pero la vida lo llevó a esas responsabilidades que asumió con singular acierto
La historia lo recogerá en sus gloriosos anales. El mundo, signado en gran parte por el dominio de políticas e intereses de los ricos que dominan los medios, tratará de hacer caso omiso y mirar hacia otro lado, pero la verdad de la Revolución cubana y la culminación exitosa del mandato partidista del General de Ejército Raúl Castro Ruz en abril de 2021, y la entrega constitucional de los destinos de Cuba a una nueva generación de compatriotas, en medio de complejas circunstancias, han sido un éxito rotundo.
El anunciado traspaso del poder político como colofón de este VIII Congreso del Partido Comunista de Cuba no lo pudieron impedir ni el bloqueo recrudecido por Estados Unidos ni la mortal pandemia de COVID-19, como tampoco evitarán que nuestra patria continúe por la senda trazada de acuerdo con su propia dinámica interna, de manera tranquila, ordenada, soberana…
Acostumbrados al singular magisterio político de Fidel, que condujo exitosamente los destinos de Cuba durante casi medio siglo, nunca nos percatamos en su verdadera magnitud de las grandes cualidades de estadista de Raúl, a quien veíamos sobre todo como excelente cuadro militar, hasta que la enfermedad del líder histórico de la Revolución cubana hizo recaer sobre él, 15 años atrás, todo el peso del Estado desde sus más altos cargos estatales y partidistas.
Como se ha ido develando a lo largo de estos años, Raúl, cada vez más cercano a su pueblo, fue creciendo como persona desde su más temprana niñez, allá en Birán, Oriente, al calor del patrocinio estricto de sus mayores. Ángel Castro Argiz, el padre gallego, pudo aquilatar el carácter del muchacho cuando, ante la pérdida económica que dejaba una valla de gallos que erigió en su finca, por la debilidad de carácter de la persona encargada, puso en el puesto a su hijo menor y la situación cambió radicalmente.
Un tanto rebelde e impulsivo en su niñez, pronto el severo español encargó a Fidel —que estudiaba en Santiago de Cuba— el menor de sus hijos, que ya prácticamente nunca se separó de él y aprendió de primera mano del magisterio de quien llegaría a ser el cubano más trascendental del siglo XX. Por Fidel llegó su hermano a la Universidad habanera, pero fue decisión propia el ingreso de Raúl en la Juventud Socialista, mientras Fidel militaba en la ortodoxia. No se trata de hacer aquí la biografía del menor de los Castro Ruz, sino de destacar hitos en su existencia.
Baste decir que cuando Fidel decidió enfrentar por las armas al régimen golpista de Fulgencio Batista, entre los primeros a su lado se encontraba Raúl. El verdadero temple del muchacho se puso de manifiesto una vez más durante el asalto al cuartel Moncada, cuando la escuadra encargada de tomar el Palacio de Justicia —una instalación aledaña— estuvo a punto de caer prisionera de una patrulla militar, lo que Raúl impidió al arrebatarle el arma al oficial al mando, encañonarlo y lograr la rendición de los soldados.
Raúl nunca buscó protagonismo, pero lo fue adquiriendo con sus cualidades y su valor intrínsecos. Así fue en el presidio de Isla de Pinos y en la emigración en México, donde hizo contactos que luego resultarían valiosos en los primeros tiempos de la Revolución en el poder, como su renovada amistad con el soviético Nicolai S. Leonov (*), quien pondría en contacto a la dirigencia cubana con sus contrapartes de la URSS.
La gloriosa aventura del Granma, la dispersión del contingente revolucionario después del revés de Alegría de Pío y el reencuentro con Fidel en Cinco Palmas tuvieron a Raúl de nuevo en rol de protagonista, junto a Camilo, Che y otros destacados expedicionarios. En lo adelante aumentaría méritos, hasta ser, junto a Juan Almeida, el segundo y tercero de los comandantes nombrados por Fidel en la Sierra Maestra.
Aquel ascenso en grado estuvo acompañado de la decisión de encargarle una columna guerrillera con la misión de crear en la Sierra Cristal el II Frente Oriental Frank País García, el cual declara abierto el 11 de marzo de 1958 en Piloto del Medio. En sus nueve meses y 20 días de vida, el Segundo Frente tomó 31 cuarteles y puestos de la Guardia Rural, además de ocupar 2 000 armas al enemigo. El territorio liberado al final de la guerra alcanzó unos 12 000 kilómetros cuadrados, con una población de medio millón de habitantes.
Raúl hizo del II Frente lo que algunos llamaron un mini-estado revolucionario que llegó a contar con 20 hospitales y puestos médicos de campaña, unas 400 escuelas, cientos de kilómetros de caminos y líneas telefónicas y hasta con una incipiente fuerza aérea. En su seno se realizaron importantes eventos como el Congreso Campesino en Armas y el Congreso Obrero en Armas.
Todavía figuran en la memoria colectiva de los cubanos las fotos de Raúl en el Regimiento Moncada el primero de enero de 1959 arengando a la rendición a cientos de soldados batistianos delante de su comandante, el coronel Rego Rubido. Raúl, como Fidel, siempre mantuvo un vínculo especial con la antigua provincia de Oriente, donde estuvo durante la invasión de Playa Girón en 1961 y luego en los días excepcionales de la Crisis de Octubre de 1962.
Como Ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y ante el peligro constante de invasión por parte de Estados Unidos, hizo de esta fuerza un bastión defensivo con poder disuasivo creíble para la superpotencia, consciente de que, prepararnos al máximo para la defensa es la mejor forma de evitar la guerra. Esas FAR, devenidas el ejército más sólido de América Latina, hicieron hazañas imperecederas en el sur y el nordeste de África, poniendo en fuga a las fuerzas del apartheid y a los agresores somalíes.
A propósito de los cubanos caídos por preservar u obtener la libertad de la patria de Agostino Neto, Raúl dejó para la posteridad la frase: “(…) De Angola nos llevaremos la entrañable amistad que nos une a esa heroica nación y el agradecimiento de su pueblo y los restos mortales de nuestros queridos hermanos caídos en el cumplimiento del deber”.
Ya se manifestaban claramente las dotes intelectuales y como estadista del General de Ejército. Esas cualidades, puestas especialmente de manifiesto en los últimos 15 años, nos han develado a un Raúl sosegado, profundo, de gran visión política y sintonía con su pueblo, capaz de liderar procesos complejos de alta política, como fue el impulso junto con el líder venezolano Hugo Chávez, de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, y la celebración en La Habana, en el 2014, de la II Cumbre de la organización en que la América Nuestra fue proclamada como Zona de Paz.
Un amigo cercano me mostraba hace horas varios libros con escritos y discursos del ahora saliente Primer Secretario del Partido y la biografía Raúl Castro, un hombre en Revolución, de su amigo ruso Nicolai S. Leonov, con quien llegó a forjar a lo largo de décadas una amistad entrañable. Aquellos textos y esa biografía no han hecho sino reafirmar la apreciación de Raúl como estadista singular, quien nunca aceptaría ser comparado con Fidel, pero cuyos logros al frente del Partido y la Revolución han resultado también extraordinarios en tiempos particularmente difíciles.
Se le recuerda ahora en Johannesburgo el 13 de diciembre de 2013, en las exequias del líder popular sudafricano Nelson Mandela, su breve pero sentido discurso y su saludo con Barack Obama, un año antes del trascendental anuncio del restablecimiento de relaciones entre Cuba y los Estados Unidos.
Este fue como un despertar primaveral que sentó por un plazo muy breve una atmósfera de cooperación entre ambos países y tendió puentes que luego dinamitó el exaltado de Donald Trump, sucesor de Obama en la Casa Blanca. La entereza y sentido del deber del líder cubano se puso de manifiesto una vez más en la Cumbre de las Américas en abril del 2015, en Panamá, cuando en presencia de Obama censuró en los más duros términos a Estados Unidos
y la política de bloqueo seguida contra Cuba, su intervención en 1898 en la Guerra de Independencia y sus agresiones contra el pueblo cubano.
Un recorrido por toda su obra y sus discursos permite constatar que Raúl Castro, aun desde una aparente distancia de los medios —pues detesta el protagonismo—, hizo en cada momento lo que había que hacer y dijo en cada instante lo que había que decir, con seriedad y solemnidad, pero también a veces con humor, pues es un bromista nato. Vale recordar también que cuando se ha equivocado o ha sido injusto, ha pedido disculpas.
Quizá no nos percatemos sus compatriotas en toda su magnitud del momento histórico que estamos viviendo. De que al leer su Informe Central al VIII Congreso del Partido Comunista de Cuba, documento crítico, autocrítico, integral y programático, Raúl Modesto Castro Ruz estaba protagonizando su último acto oficial al frente de la organización que es hoy día baluarte de la nación cubana y garantía de su presente y su futuro, y lo hizo con su sencilla brillantez de siempre.
Viene ahora a la memoria emocionada de este redactor la lectura que hizo acerca de las circunstancias en que conoció a Vilma Espín Guillois (**), en febrero de 1957 en lo de Epifanio Díaz, en las estribaciones de la Sierra Maestra, en ocasión de una reunión nacional con cuadros del Movimiento 26 de Julio y acudir ella como chofer y escolta del inolvidable Frank País.
Allí surgió un amor de leyenda que se concretaría cuando aquella mujer valiente, culta y fina subió un año y meses después al II Frente y se encontró de nuevo con el ya comandante y jefe de una zona liberada en expansión.
Inmensos fueron los riesgos que corrió la muchacha en esos meses trascendentales al lado de Frank, hasta su asesinato el 30 de julio de 1957, no sin antes nombrar a Déborah —su nombre de guerra—, coordinadora del M-26-7 en la provincia de Oriente, responsabilidad que asumió con valentía y en cuyo desempeño subió en varias ocasiones al II Frente, hasta la decisión de que permaneciera en la guerrilla, donde resultó sumamente útil, como lo sería a partir del triunfo de enero de 1959.
Esta, a grandes rasgos, es la historia de aquel hombre intrépido, pero responsable y capaz y de aquella joven bonita y sensible, de impresionante valentía, de quienes después del triunfo de enero de 1959 surgió una familia de cuatro hijos y varios nietos, como en la mejor de las novelas, pues es verídica y se imbrica de manera indeleble en la historia de Cuba.
NOTAS:
(*) A quien Raúl conoció en un barco cuando regresaba de un evento juvenil en Europa y Leonov, de la Inteligencia soviética, se dirigía a México para cursar estudios universitarios.
(**) Falleció en La Habana el 18 de junio del 2007.